Ayer 15 de septiembre se llevó a cabo el matrimonio de La Brenda con José Ignacio, en la nueva catedral de Vitoria, a las 19 horas.
Por fin pudo ella cumplir su sueño de casarse vestida de blanco, se veía radiante y feliz. Rodeada de sus seis mejores amigas, mexicanas todas ellas, y de las dos hijas de su ahora marido. En una ceremonia con toda pompa, donde no se reparó en gasto alguno, todos los gusto y caprichos de La Brenda fueron cumplidos exactamente a la medida de sus deseos.
Ella ordenó llevar a España cientos de alcatraces para adornar la iglesia, eso le vino a la mente inspirada por un bello cuadro pintado por Diego Rivera, cuyo título es precisamente "Los alcatraces".
Adornó con flores toda la catedral, no solamente el pasillo central, si no que también el altar principal, al estilo mexicano, es decir en forma barroca, saturado, repleto hasta el límite. Así son los mexicanos, abundantes y pródigos.
Los ojos de los invitados vascos ahí presente no daban crédito a lo que veían, por tanta ornamentación floral. Aparte, La Brenda dispuso poner un clavel blanco en cada sitio de los invitados, así que todo el conjunto era blanco y aromático.
La Brenda contrató un conjunto de cuerdas para interpretar melodías alusivas al matrimonio durante la ceremonia religiosa. Un tenor consagrado en la localidad, interpretó El Ave María, haciendo rodar las lágrimas de muchos de los invitados y de La Brenda misma.
Ella escogió también las lecturas que se leyeron durante la misa, y eligió que fueran las hijas de José Ignacio quienes se ocuparan de la lectura elegida. Al par de señoritas, sus ahora hijastras, se les cortaba la voz por la emoción contenida al ir leyendo esos textos.
José Ignacio se encontraba parado frente al altar mayor, acompañado del cura, esperando a la novia, cuando de pronto apareció La brenda, imponente, en el marco de la enorme puerta de madera, acompañada de sus ocho damas de honor. Y con su ramo de azahares entre las manos, el velo de varios metros y la cola del vestido más larga aun, con paso pausado, sonriendo hacia a los invitados, a uno y otro lado del pasillo.
En su mente estaba la idea del logro, por fin se pudo cumplir su deseo, casarse de blanco y tener un hombre bueno a su lado el resto de su vida. Más pérfecto que eso no se podía.
José Ignacio, dijo el cura, ¿aceptas a esta mujer como tu compañera fiel para toda la vida? El dijo, fuerte, Sí acepto.
Brenda, dijo el cura a continuación, ¿aceptas a este hombre como tu marido fiel para toda la vida? La Brenda, sonrió, y dijo Sí acepto.
Se pusieron los anillos, las alianzas, y se besaron en la boca, como sello de esa unión.
Empieza la pareja a caminar tomados del brazo hacia la salida, la multitud ahí reunida sonríen felices, al llegar a la puerta enorme de madera, La Brenda y José Ignacio, reciben un baño de arroz, arroz que un grupo de niñas repartían entre los asistentes en bolsitas bellamente decoradas.
De ahí zarparon todos los invitados velozesmente al lugar del banquete, La Brenda y José Ignacio, en un Mercedes Benz blanco, convertible, descapotado dicen allá, recorrieron el centro de Vitoria, hasta llegar al sitio del banquete un elegante restaurante en las afueras de la ciudad.
Solamente mil invitados aceptó José Ignacio, y por parte de La Brenda solamente sus seis mejores amigas mexicanas.
El banquete fue fantástico, hubo comida exquisita y vinos en abundancia, todos los invitados comieron y bebieron hasta las saciedad.
En un momento planeado por La Brenda, la pareja de recién casados salieron al centro del restaurante, para iniciar el baile sobre una tarima de madera. La primera pieza musical La Brenda dispuso que fuera: "A mi manera". Luego, "Sueño imposible", más adelante "Bésame mucho" y no hubo tiempo más que para tocar música mexicana.
Después de tres horas de banquete y los invitados encantados y enfiestados, nadie se quería ir de ahí, la fiesta continuaba a todo lo que podía dar.
Antes de desaparecer de la escena, La Brenda llamó aparte a sus amigas y les hizo prometer solemnemente que ese mismo día me hablarían por teléfono para relatarme toda la boda y el banquete, y que me dijeran que ella me extrañaba demasiado, y que me quería, y que no olvidara que yo fui su primera opción matrimonial.
Sus amigas cumplieron fielmente el mandato de la Brenda, quien ahora vuela junto con su marido a quién sabe dónde a disfrutar de su luna de miel...
Qué emociones más contradictorias las que genera la Brenda!!! Cómo se sentirá el escritor chapín?
ResponderEliminarBolívar, por qué no fuiste? Yo hubiera podido ir en tu lugar, tomar fotos y observar semejante derroche de emociones y la belleza de la Brenda. Habrán llegado los paparazzi? Irá a salir esta boda en la revista Hola? Te pregunto para comprarla y no perderme escena alguna de esa maravillosa boda.
ResponderEliminarEspero no estés muy deprimido.
Maria