En Rumania el Congreso acaba de echar abajo una Ley de Impuestos para Brujas y Adivinos. Es que el páís está en plena bacarrota económica, y encima Francia les está devolviendo a miles de gitanos que no quieren ahí, lo que complica severamente las condiciones socioeconómicas de los rumanos.
Obviamente, las brujas y los adivinos rumanos no quieren ser declarados contribuyentes cautivos del fisco, porque sus ingresos son altísimos. Eso les afectaría sus intereses, además se expondrían a ser demandados judicialmente por servicios fraudulentos. Por ejemplo, un adivino que predijo algo y no se cumplió, entonces el afectado se siente timado por el profesional de las adivinanzas.
En el caso de las brujas, cuyo oficio es fabricar hechizos mágicos, de magia negra, y que pueden causar el mal a otros, se exponen a castigos penales por andar "echándole la sal" a unos inocentes seres que nada tienen que ver con ellas.
El verdadero meollo del asunto es que estos especialista esotéricos no pueden declarar las enormes sumas que ganan con su oficio, y tampoco pueden extender recibos de honorarios. Los ejemplos sería: recibo la cantidad equis, por servicios de una "limpia de espíritu"; recibo para amparar un trabajo de protección para el "mal de ojo"; recibo por trabajos encaminados a "devolver la sombra del sujeto enfermo", etcétera.
Lo mismo les ocurriría en México a tantas adivinas y lectoras del Tarot de Marsella, cuyas "predicciones", son puras fantasías, y masturbaciones mentales, en el peor de los casos. En México ganan un montón de dinero, las tarotistas afamadas, cuya clientela es casi exclusivamente femenina. Las mujeres siempre quieren saber su futuro (¿Me voy a casar?) (¿Me engañan?), en cambio los caballeros "no tiene problemas" y si los tienen se emborrachan y ya.
Los políticos de todo el mundo tienen a sus esotéricos de cabecera, quienes les leen la mano, les fabrican sus horóscopos personales, les sacan el chamuco, les hacen sus limpias, etcétera.
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