Ahora que se está discutiendo en España el cambio en la Ley Civil que trata de los apellidos paternos y maternos, en la cual cabe la posibilidad de que los hijos tengan en primer lugar el apellido materno, previo acuerdo de la pareja de progenitores, ha causado gran polémica, porque significa mover fuertemente el piso del machismo y del sistema patriarcal que se rige por los apellidos paternos para cuestiones de herencias y linajes.
Tengo que referir que yo vengo padeciendo de esta cuestión desde hace muchos años, cuando todos mis hijos decidieron de motu propio anteponer los apellidos maternos y relegar el paterno a un segundo término.
Eso ha dado como resultado que mis hijos son conocidos socialmente, más que por sus nombres propios, por el apellido materno que es extranjero y exótico.
En un inicio, cuando me percato que este fenómeno se encuentra en pleno proceso de cambio, mis hijos eran unos adolescentes apenas, pero con la determinación ¿inconsciente? de mudar de apellidos al menos en el orden que tradicionalmente dictaba la costumbre patriarcal en México y Guatemala. Terminé aceptando la realidad de esa mudanza de apellidos, sin dejar de reconocer cierto orgullo machista herido.
Nunca había expuesto ésto públicamente, pero creo que es parte de una revolución social de los linajes que hay que admitir que no representa ningún peligro para los varones.
Mi apellido Hernández, del cual me siento orgullos portador de ese linaje paterno, no lo pude trasmitir a mis amados hijos, quienes optaron libremente por honrar los apellido de sus madres.
Claro que el Hernández oficialmente si lo reconocen en sus papeles de indentidad: pasaporte, cartilla militar, credencial de elector, títulos universitarios, etcétera. Pero en su desenvolvimiento social ellos son conocidos ampliamente por los apellidos maternos. Doode, (japonés) en el caso de mi hija mayor, Gabriela, y Hope, (inglés) en los casos de mis hijos Tania, Valeria y Bolívar Jr.
Ya me acostumbré a esos avatares de la vida, pero no ha sido nada sencillo de lidiar con eso.
Sin proponérmelo he sido pionero en los cambios de líneas de parentesco patriarcal al matriarcal.
Bienvenido el cambio, pues...
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