Un divertido relato sobre el fútbol en España nos hace Enric Bañeres, disfrutémoslo juntos.
Que alguien haya calificado la liga española como la Liga de las estrellas puede inducir al error de creer que la mayoría de los encuentros del campeonato van a ser eso: partidos de campeonato. Pues no: hay mucha guarnición y poco pollo.
Tan poco que podríamos decir que todo se reduce y se decide en dos partidos, los que enfrentan al Barça y el Madrid en el Camp Nou y en el Santiago Bernabeu. El sorteo del calendario que se realiza en la Federación Española cada verano, con antelación suficiente para que todo el mundo ajuste sus fechas señaladas –reuniones de empresa, bodas, bautizos, elecciones, etcétera–, se obstina en darle al Madrid la ventaja de campo, ya que en su estadio se acostumbra a disputar el partido de vuelta.
Dentro de unos días el Madrid visitará el Camp Nou y luego es como si la Liga congelara su interés hasta el 17 de abril –más o menos–, cuando el clásico se disputará en el Bernabeu.
¿Es que no habrá partidos hasta entonces? Claro que sí. Partidos superfluos, descafeinados, de transición, asimétricos, en los que los demás equipos irán pasando por el campo de los dos grandes como quien va al matadero o los recibirán en su casa con el principal propósito de hacer una buena calderada económica y ver fútbol de otra galaxia.
Serán partidos de exhibición de los grandes, que a veces hasta se ensañan con sus rivales, y puede que alguno les pegue un susto, un arañazo, nada que no se cure con una tirita. El gran aliciente añadido para ambos es que juegan una competición particular, a doble partido, en la que quedar segundo es un fracaso mayúsculo. Es quedar último de su particular competición.
Los demás, no nos engañemos, son los ni-ni del fútbol español: ni dinero, porque Barça y Madrid se reparten el pastel económico de las televisiones y los patrocinadores; ni títulos, porque cuando empieza el campeonato abandonan toda esperanza de conseguir algo que no sea hacer de comparsas y pillar algún premio de consolación.
La Copa del Rey es la pedrea, aunque para los dieciocho ni-ni de Primera puede convertirse en algo así como la subvención prometida por José Montilla a los jóvenes marginales de Catalunya. Porque no hay ningún otro equipo que opte no ya al título de Liga sino al segundo puesto, y lo afirmo con suficiente anticipación y rotundidad, incluso sabiendo que ello puede herir a los candidatos de los últimos años, como son el Valencia y el Sevilla, o al Villarreal y el Espanyol, que ahora les aventajan.
Para todos ellos, quedar tercero o cuarto y acceder a una plaza de la Liga de Campeones es colmar todos sus anhelos. Ahora mismo, Valencia y Sevilla se encuentran fuera de esas plazas y ya muy lejos del líder, ambos a nueve puntos. Pero ¡qué más querrían que terminar la Liga a esa distancia del campeón!
El Valencia fue tercero el año pasado a 28 puntos del Barça y el Sevilla cuarto a 36, una realidad sangrante que les margina respecto de los dos grandes. Para colmo, el Valencia se ha degradado con los traspasos obligados de los mundialistas Villa, Marchena y Silva, y el Sevilla lleva años convertido en equipo vendedor de jugadores como Sergio Ramos, Baptista, Reyes, Poulsen, Alves, Keita, Adriano, Squillaci...
Sustituir cada año las piezas más importantes convierte a un equipo con aspiraciones en desheredado de la fortuna futbolística, y no sólo se rezaga en la aritmética de la clasificación sino en el intangible del buen fútbol, reservado hoy para los dos grandes, que se exhiben ante presuntos rivales que no tienen más ambición que la de rendirles pleitesía. El Barça que ha ganado sus cinco partidos como visitante en la Liga no ha pasado del empate en sus dos salidas de la Champions, ante equipos como el Rubin Kazán y el Copenhague. ¿Será que ni en Rusia ni en Dinamarca hay ni-nis?.
En España juegan la liga 18 equipos de fútbol, el Barcelona y el Real Madrid. ¡Y olé!
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