martes, 1 de marzo de 2011

Dimite Guttenberg, por copión.

El ministro alemán de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, ha presentado hoy su dimisión a la canciller federal, Angela Merkel, por un escándalo surgido hace varias semanas, cuando se conoció que había plagiado su tesis doctoral. "Es el paso mas doloroso de mi vida", dijo Guttenberg en una comparecencia pública en su ministerio. "He "estado siempre dispuesto a luchar, pero he alcanzado el límite de mis fuerzas".

El político de 39 años, miembro del partido socialcristiano bávaro CSU, forma parte de una familia aristocrática de la Alta Franconia. A pesar de que Guttenberg se disculpó el miércoles frente al Bundestag, el Parlamento alemán, el escándalo se ha mantenido hasta hoy, día en el que ha presentado su dimisión.

Desde que el diario Süddeutsche Zeitung publicó un artículo con la sospecha de que el ministro hizo un corta-pega de su trabajo, el asunto ha pasado a ser un tema de interés nacional. La Universidad de Bayreuth, donde el ministro presentó su trabajo, lo ha demandado por atentar contra la ley de propiedad intelectual y por falso juramento. Su propio tutor a la hora de elaborar la tesis, el profesor Peter Häberle, se distanció ayer de Guttenberg y reconoció que la tesis del ministro estaba plagada de errores imperdonables.

El ministro está casado con una tataranieta de Otto von Bismarck, es padre de dos hijas, y ocupó antes el cargo de ministro de Finanzas en la coalición formalizada en 2005 entre la CDU y el SPD. Fue incluido sucesivamente por Angela Merkel en su gabinete de centro derecha. Él y su mujer poseen el glamour del que carece la clase política alemana y tienen una intensa vida social que aparece en las revistas.

Uno de los factores que siempre jugó a favor de Zu Guttenberg en su ascendente carrera política fue que no necesitaba su puesto para defender intereses personales. Podría dedicarse a administrar las propiedades de su familia, tal y como hace su hermano. Sin embargo, siempre ha vendido la imagen de político comprometido, y sobre todo honesto, "el cuento de hadas del chico bueno", tal y como recordaba con ironía, la revista Der Spiegel en su portada.

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