martes, 1 de marzo de 2011

El encanto de la obsesidad.

Las curvas les vuelven literalmente locos. Y las flacas se preguntan por qué en lugar de una esbelta figura, más «manejable», sus ojos se vuelven al ver un pantalón bien apretado que marca las carnes. La respuesta más simple es que, a más kilos, más pecho y más culo y más de donde agarrar.

Los expertos señalan que forma parte del instinto primario masculino y de la evolución. Porque en el Renacimiento, la gordura era hermosura. Las mujeres con mayor masa corporal, eran más fuertes y sanas, lo que indicaba que tenían ás posibilidades de supervivencia, así como de producir alimento para criar y cuidar a los hijos.

Y hasta ahí, todo correcto. Sin embargo, el problema comienza cuando esa predilección por la gordura se convierte en obsesión. Un fenómeno que se ha bautizado como síndrome del cebador.

Y, aunque la comunidad científica no lo recoge como tal, los expertos intentan aclarar las posibles causas que llevan a un miembro de la pareja a «cebar» a quien más ama. Mónica Pucheu, psiquiatra fundadora de APAP (Asistencia de Personas Adictas a Personas) explica que «este síndrome corresponde al llamado perverso narcisista o psicópata, que necesita dominar al otro para convertirlo en “una cosa” y así alimentarse de su energía y sentirse con identidad y muy poderoso».


Pero está claro que no todas son «candidatas» a cumplir semejante canon de belleza. Debe ser una persona con cierta tendencia a engordar y que su pareja refuerce ese comportamiento y gusto por la comida, de tal forma que la fémina puede terminar en una fase de obesidad que puede superar los 150 kilos. De esta forma, el estado físico se va deteriorando hasta que se convierte en un ser dependiente de los cuidados de su pareja.

Otra posible explicación la expone Khalinda Ismail, del departamento de Psiquiatría del King College de Londres. «Puede ocurrir en entornos en los que los padres sobrealimentaron a sus hijos por diversos motivos.

Por ejemplo, conozco a un paciente obeso que, durante la guerra, fue alimentado con muchas rebanadas de pan. Así no tenían tanta hambre a la hora de comer el plato de carne. En definitiva, puede estar vinculado con la pobreza y el racionamiento que algunas familias sufrieron», matiza Ismail.

Abandonadas
Ante el desconocimiento, algunos se sumergen en la red ante la sospecha de ser víctimas de una pareja cebadora. Como el caso de una joven que pesaba 70 kilos y acabó en 104 tras seis años de relación con un hombre que disfrutaba cada vez que salían a comer. Cuando decidió operarse del estómago y perdió peso, éste, sencillamente, la dejó. Sin embargo, los expertos son muy cuidadosos a la hora de descifrar las misteriosas claves que pueden dar origen al problema.

Por ejemplo, en lo que se refiere a la sensación de control, Pucheu hace hincapié en que «éste es un cuadro psiquiátrico bien estudiado y desarrollado, muy específico y no puede confundirse con síntomas que pueden tener otras personas». Algo que corrobora Raquel Linares, psicóloga del Centro ABB especializado en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). «No se puede generalizar.

Son casos muy diferentes. Por ejemplo, una pareja que padece un desorden alimentario, como la anorexia, le satisface ver cómo los demás comen. Cocinan para ellos para no comer. Son personas con tendencia a amortiguar emociones con la comida: “que coman lo que yo no puedo”».

Caso contrario ocurre con los comedores compulsivos. El trastorno por atracón es un problema de obesidad que sufren pacientes que llevan mucho tiempo haciendo dietas y se “enganchan”. Cuando la dejan, comen de forma más compulsiva. Detrás existen problemas de ansiedad y las emociones.

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