España es un buen comienzo de viaje literario", asegura el escritor Roy Jacobsen (Oslo, 1954). "Para mí, este país es el puente latino hacia América", recuerda Kjartan Fløgstad (Sauda, 1944). Los dos escritores noruegos recalan en Alicante, donde residen 50 mil compatriotas suyos, para participar en el ciclo Literatura y vida, que organiza Caja Mediterráneo. El primero es uno de los literatos más influyentes, autor de 11 novelas, entre ellas El despertar, cuatro colecciones de cuentos y la biografía del político Trygve Bratteli.
El segundo triunfó como poeta en la década de los sesenta, y luego ha publicado más de 40 libros, entre ellos, Paraíso en la tierra. Su estilo, con alusiones literarias y cinematográficas, lo sitúan en el realismo mágico de aquellas latitudes. "Hay quien me llama realista ártico", ironiza Fløgstad, quien aprendió a convertir "un pueblo industrial en algo mágico".
Los escritores admiten que Larsson les ha hecho más visibles
¿Vino, agua o cerveza? Jacobsen recuerda que en 1963 los noruegos consumían más aguardiente barato que vino, que apenas se conocía. "La gente destilaba en su casa". Hace ya unos años que han descubierto el vino y están encantados. Pero ¿cuál es la situación de la literatura noruega? "Estamos en un momento interesante, puedes hacer lo que quieras, no hay corrientes, todo está permitido, hemos superado el síndrome de la novela negra", asegura Jacobsen.
Para ellos, la literatura nórdica es "mucho más que novela negra, que está robando la fama a la literatura más seria", aunque admiten que han bebido de este género. Y surge el nombre de Stieg Larsson, el fenómeno literario de la trilogía Millenium que, aunque es sueco, ha servido para sacar del armario a los escritores nórdicos.
"Me cansa mucho, no usa fórmulas que se salgan de lo normal, aunque su éxito nos abrió las puertas al mundo", asegura Fløgstad. "Con El mundo de Sofia, Gaarder hizo más de embajador que Larsson", agrega Jacobsen, quien admite que Millenium les ha hecho ser más visibles.
Llega el arroz, uno en costra, típico de Elche (con carne y huevo), y el otro del senyoret (pescado y marisco). La conversación gira en torno al oficio y admiten que Noruega es un paraíso para escritores. "La penumbra solitaria y fría ayuda a escribir", bromea Jacobsen. Los dos llevan más de 40 años viviendo de la literatura. El Gobierno aplica medidas para estimular su trabajo; por cada libro que se edita, el Estado adquiere 1 mil ejemplares para las bibliotecas.
Luego, hay una política de ayudas a las editoriales y en algunos casos, ayudas individuales. "Es un sistema sofisticado de apoyo que nos permite no estar sujetos al mercado", admite Fløgstad. "En Noruega se puede vivir de la literatura y no ser comercial", agrega Jacobsen. Algunos libros superan los 150 mil ejemplares.
Con los postres, el helado de turrón triunfa. Y auguran una larga coexistencia entre libro tradicional y el electrónico: "El papel no está amenazado, convivirá con el Ipad", vaticinan.
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