lunes, 7 de marzo de 2011

México, mujeres policías con mando.

El puño de un hombre de unos 100 kilos viajó a tal velocidad que al impactar el ojo de Elia Nava le provocó que no pudiera abrirlo durante tres días. Carmen Núñez aún recuerda la primera vez que la golpearon en la calle. Y Claudia Reyes no olvida los dos días que la tuvieron presa por un error… estas historias son “normales” en el trabajo de estas tres mujeres. Ellas son comandantes de la Policía de Investigación y forman parte de esa minoría en la que sólo hay cinco altos mandos femeninos, dentro de un grupo integrado por casi 4 mil agentes.

La vida de cada una de ellas está dividida: hijos, tareas escolares, comida, cuidados de madre… están en un lado. Operativos policiacos, persecuciones, delincuentes, armas y balazos, en el otro. Pero así viven el día a día.

Lo preocupante, dicen, no es enfrentarte a delincuentes. Lo que más les inquieta es no tener la seguridad de que regresarán a casa para ver a sus hijos.

Lo sabe bien la comandante Elia Nava. En casa tiene tres pequeños hijos y en la oficina dirige a 40 policías de la Fiscalía Central, la que llevan algunos de los casos más delicados de la PGJDF.

Por sus galeras han pasado hombres ligados a La Familia, al cártel de los Beltrán; también secuestradores y homicidas.

“Sabemos que todos están expuestos, pero nuestro trabajo nos pone en mayor riesgo de dejar a nuestros hijos en desamparo”, comenta. Su sentir es similar al de Claudia Reyes. Desde hace unos días su bebé está hospitalizado. Dice que no es grave, pero su voz se quiebra cuando habla de las ganas que tiene de ir a verlo.

En la Fiscalía de Delitos Financieros ella dirige a esos agentes que investigan fraudes y desfalcos. Es abogada. Y llegó a los 24 años a la policía.

Una vez fue detenida y estuvo encerrada dos días. Una distracción hizo que le robaran una camioneta y por eso la arrestaron. Aún entristece cuando recuerda a sus papás que la observaban retenida. Entre las mujeres de la Procuraduría Carmen Núñez es quizá, la más famosa.

Cuando llegó a la policía, en 1987, sus compañeros ni siquiera la querían llevar a trabajar. Hoy es la única mujer que tiene el cargo de comandante en jefe.

Pero como todas ellas algún día “la sufrió”. Una fardera a la que iba a detener le dio la primer golpiza de su vida a sus 23 años. Ahora ríe cuando lo cuenta.

Santa Hernández es una de esas mujeres que sin tener un rango alto sabe lo que es vivir en el peligro. Desde hace 13 años persigue a secuestradores y extorsionadores.

Participar en el equipo que desmembró las bandas de Caletrí y Arizmendi es uno de sus orgullos. Rescatar a un niño cautivo es otro más.

Pero el mayor de todos es tener una niña de 12 años. Sabe que en ocasiones no puede estar con ella por ir a un operativo. Y que ha faltado a premiaciones por su pasión: ser agente de investigación.

Las cuatro sonríen cuando se juntan y platican sus anécdotas. Dejan a un lado la dureza y bromean para olvidar un poco eso que hacen a diario: dividir su vida entre ser mujeres de hogar y respirar con delincuentes.

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