viernes, 11 de marzo de 2011

Relatos de testigos presenciales.

Marina Pascuzzi: El sismo se sintió súper fuerte en Tokio. Yo estaba en casa con mi hijo de 2 años y de repente, a eso de las 14.50 hora local de Japón, se empezó a mover todo. Fue muy fuerte y duró mucho, como dos minutos fuerte y otros cinco un poco más leve. Cuando paró un poquito empecé a preparar la mochila que tenés que tener lista en caso de evacuación, con un poco de agua y comida, una radio a dinamo, etc, y agarré a mi hijo para irnos afuera.

No se cayó nada dentro de mi departamento, pero las puertas anti-fuego del edificio se habían accionado todas. El portero estaba muy asustado pero vino a decirnos que según la radio no había que evacuar, pero como yo estaba tan nerviosa preferí irme para el parque cercano a casa donde es el punto de encuentro en caso de catástrofes.

En la puerta de calle ya estábamos reunidos casi todos los vecinos del edificio, con nuestros hijos y nos fuimos al parque y ahí se sintió otro temblor fuerte, tanto que un taxista se bajó del taxi que se movía horizontalmente con mucha fuerza. Los cables de electricidad (en Japón son aéreos por los terremotos) se movían un montón, lo mismo que los árboles.

En el parque Arisugawa, donde nos reunimos, hay una estatua ecuestre de bronce pesadísima que se movía un montón. Estuvimos en el parque como dos horas y luego fuimos a casa de una amiga que vi en el parque, que vive cerca y en planta baja. Ahí nos quedamos otro par de horas, sintiendo varios temblores leves más. Dicen que hoy hubo más de 40 temblores en Japón.

Todo el transporte público se cortó y el tráfico es un caos. Mi esposo tuvo que volverse caminando de la oficina una hora y media a pie y le prestó una de nuestras bicicletas a un colega que vive a 50 kilómetros de Tokio porque no funciona ningún tren. Hace dos años que vivo en Tokio y, en general, los japoneses ni se mosquean cuando hay un temblor. Esta es la primera vez que los veo súper asustados.

Pero eso sí, súper bien preparados. Por ejemplo, enseguida la gente se puso el casco anti terremotos y veías muchos nenes con la protección para la cabeza. Y la gente súper ordenada. Vi por la calle mucha gente con bolsitas con comida y botellitas de agua, comprando mucho como para pasar la noche o un par de días, pero ninguna escena de histeria ni pánico. Ahora vamos a intentar dormir un poco, pero hay un temblor leve cada 30 minutos más o menos, así que calculo que va a ser una noche larga.

Julián Moneta: Trabajo en el centro de Tokio, área Tameike-Sanno, en un piso 18. En los tres años que llevo en Japón pasé varios terremotos. Nada como esto. Empezó con un par de saltos verticales a las 14.50, se detonó el sistema de alarma del edificio y el resto fueron sacudones horizontales muy fuertes. Usualmente los japoneses que trabajan conmigo siguen en lo suyo durante los terremotos. Por primera vez los vi tirarse abajo de los escritorios.

Gran cantidad de heridos por terremotos son consecuencia de objetos cayendo encima de la gente. En una oficina esto puede ser computadoras, archivos cargados de papel pesadísimos y cosas así. El terremoto duró minutos que se me hicieron eternos. Sólo podía mirar al piso que es lo que menos se movía. Por las ventanas, el contraste con otros edificios oscilando a diferentes frecuencias aumentaba el efecto visual.

En cuanto paró, evacuamos la oficina. Al llegar al séptimo piso, el flujo de gente en la escalera de emergencia prácticamente se paró y me hizo pensar si sería mejor enfrentar el aftershock en una escalera repleta de gente o en algún otro piso del edificio. Seguí con el flujo y salimos. Nos concentramos en un estacionamiento cercano, contamos al personal. Me di cuenta que no tenia abrigo. Afuera hace menos de 15 grados. Vino el aftershock , muy fuerte. La gente con cara de circunstancia, miedo en el aire, pero nadie abiertamente mostrándolo.

Cuando aflojó, pensamos que cualquiera de los edificios de alrededor podía perder pedazos o colapsar entero sobre el estacionamiento. Muy especialmente nos preocupo una torre de transmisión arriba de un edificio que se movía como si fuera de fibra de vidrio. El problema con Tokio es que no hay ningún lugar que no tenga nada alrededor, siempre estás en medio de edificios y autopistas. Llevamos a todo el mundo al parque más cercano. Había un par de edificios cerca, pero era la mejor opción cerca de la oficina.

Una hora y media, varios aftershocks y todo se calmó. En Tokio (centro al menos) no hubo mayores daños, pero la infraestructura está parada, tienen que revisar los túneles del metro para confirmar que son seguros, lo mismo con los trenes. Los buses son un complemento. La mayoría de la gente usa trenes, que por ende están saturados, y no hay taxis. Las redes celulares no tienen capacidad y no se puede hablar. Curioso que hace unos días me preguntaba por qué en Japón, que tienen más celulares que habitantes, siguen teniendo teléfonos públicos.

Hoy vi gente haciendo cola para usarlos. Volví a mi casa caminando. Mirando televisión me enteré del daño en el noreste del país. No tengo idea de qué pasará el lunes: si la gente podrá venir a la oficina y si habrá infraestructura para operar el negocio. Hay dos días para arreglar un poco las cosas, pero no creo que sea una semana normal.

El mayor daño reportado cerca de Tokio es en una refinería que se está incendiando violentamente. En Chiba, que es a Tokio lo que Ensenada a Buenos Aires, los servicios de luz y gas están interrumpidos, creo que por el fuego más que por el terremoto. En el epicentro es tierra arrasada. Confirmaron que las centrales nucleares de la zona están seguras pero, más allá de eso, no creo que quede mucho en pie. Las imágenes del tsunami las verán también en Argentina. Sobra la descripción.

Siguen los aftershocks mientras escribo esto. Son las 20.20. Chicos, de esos frente a los que hay que dejar de tipear para estar seguro que es un temblor. Se me para el corazón con cada uno. Hoy dormiremos con mi mujer y mis hijos en el mismo cuarto, dejando abrigos, linterna y zapados fáciles de poner cerca de la puerta. Probablemente (expresión de deseo) no tengamos que usarlos, pero me da tranquilidad, que en este momento no abunda.


Eduardo Pons: Estamos perdidos entre nosotros. La ciudad es muy grande, el ambiente está un poco alterado. Se piensa que va a haber otro tsunami. Nos perdimos no bien bajamos del taxi que nos trajo del aeropuerto al centro, a unos 10 minutos, después de mirar los altos edificios y una nueva cultura que desconocíamos. Empezaron a salir japoneses de edificios, muchos, algunos con sus hijos, otros con cascos. La verdad, no entendíamos qué pasaba. Teníamos mucho miedo. Todavía seguíamos juntos unidos por la misma sorpresa.

Hasta que la desesperación de los propios japoneses nos hizo mover de un lado a otro, buscando una respuesta, algunos japoneses se tiraban al suelo, otros se mantenían parados en medio de la calle, los autos detenidos. Es horrible no saber qué es lo que está por pasar y ver tanta desesperación junta. Lo peor fue despegarme de mi asistente Valeria. Me di vuelta y ya no la tenía atrás. Tiene sólo 21 años y todavía la supuesta bomba de mi imaginación no había explotado. Esta chica siento que es como mi responsabilidad. Juro que nunca sentí la presión de responsabilidad, ni en los últimos finales de mi carrera universitaria.

Desesperado mirando a mis costados, buscando a Valeria, hasta que el bombardeo llegó. No saben el susto que me pegué. Los japoneses ya saben de tsunamis y están preparados para esto. A uno, que lo más grave que le ha pasado con respecto a lo climático es que le caigan de una lluvia dos piedras en el techo del auto, esto era sentirse en la guerra.

De pronto sentí como un empujón de la tierra. Imaginé que una bomba a muchos metros había explotado. A continuación, y sin respirar, vidrios que caían de lo alto, de los edificios a cantidades, con sus respectivos sonidos cuando revientan. Juro que dije: "Estas son las balas de las metralletas disparadas de algún helicóptero enemigo de este gobierno", pero no, era la fuerza propia del tsunami.

Raul de Kemmeter: Son las 19.30 en Tokio y les escribo para contarles la situación vivida hoy cerca de las 15. Mientras les escribo, mi casa está todavía moviéndose con secuelas del terremoto. Lamentablemente no tengo fotos y no estaba el ánimo para andar sacándolas tampoco. Trabajo en una compañía de cigarrillos que tiene oficinas en el centro de Tokio en los pisos 21 a 23. Yo estaba en el 22. El edificio tiene 46 pisos y fue construido recientemente. A eso de las 15, se empezó a mover el piso y yo dije: "Un sismo", pero enseguida la intensidad empezó a subir al momento de que estaba saliendo de mi oficina hacia el espacio común.

La gente empezó a correr hacia los habitáculos donde están guardados los cascos, linternas de emergencia y guantes. Obviamente se los pusieron sin chistar. Los más rápidos se tiraron abajo de los escritorios en paralelo con el piso. A través de los parlantes, se confirmaba el terremoto.

Algunos gritaban, algunas mujeres lloraban, todos tratando de usar sus celulares, que en pocos segundos quedaban incomunicados por la concentración de llamados de los usuarios. Todos se alejaban de las ventanas, y luego de un minuto la intensidad subió al máximo. Yo empezaba a preguntarme si tenía que quedarme en la oficina o debía salir por las escaleras de emergencia ya que los ascensores estaban parados y no funcionaban. La mayoría de la gente en las calles se agrupaba en los centros de las plazas para evitar cualquier derrumbe.

Yo pensaba que la cosa ya pasaba después del segundo minuto, pero seguía y seguía muy fuerte el tema. Empecé a preguntar qué estimaban en la escala de Richter. Algunos me decían que era tipo 4 o 5 y otros que este era el más fuerte de todos los que habían experimentado. A los cinco minutos el terremoto paró, pero enseguida todos los japoneses de la oficina se conectaban con radios y con Internet portátil para averiguar qué había pasado y qué consecuencias hubo en el resto del país.

Las líneas telefónicas y celulares no andaban más. Nadie podía contactarse con familiares o amigos. La noticia más importante de la radio era que un tsunami se iba a producir en aproximadamente 15 minutos e iba a golpear más de 2000 kilómetros de costa de Japón y que había cubierto el 70 % del país, desde el norte la isla de Hokkaido hasta Osaka, la tercera ciudad en población de Japón, o sea, unos 2500 kilómetros de largo todo a lo largo del país.

Por otro lado, se confirmaba que el terremoto se había originado en el mar. Por suerte, ya que si se originaba en tierra probablemente no estaría contando esta historia. Después, desde las 15.30 hasta ahora, hubo cuatro grandes temblores y la tierra se sigue moviendo. El tsunami tuvo partes de olas de 10 metros de altura. En el caso de Tokio fueron de medio metro. Hay otro temblor en este momento y dura unos 30 segundos, mientras les escribo.

A las 16 decido dejar la oficina y todos los servicios están suspendidos. Sólo algunos taxis circulan. Por supuesto, están ocupados. Llego a mi casa, en un barrio residencial de casas bajas. Entro y todas las puertas de armarios y roperos están abiertas, la heladera corrida unos cuatro metros de su lugar, todos los CD de música en el suelo, lámparas rotas en el piso, todos los adornos como si un grupo de personas tipo película hubiese entrado a tu casa y te da vuelta todo patas para arriba.

Ultimo comentario: ¿Por qué relativamente pocos muertos pensando que el terremoto debe haber afectado, como mínimo, a una población de mas de 50 millones de personas?

- Desde 1971 el código de edificación japonés exige que toda construcción sea antisísmica (y vaya que aguantaron uno de 8,9 grados)

- La conciencia del pueblo japonés sobre la seguridad , la infraestructura del país y el alto estándar de vida , sumadas a la planificación de todo lo posible que pueda pasar: o sea, una altísima previsión para todo lo malo que pueda pasar que minimiza dolores de cabeza posteriores.

Bueno un poco largo el cuento, pero fue mi primera experiencia, y espero que sea la última, de un terremoto grande. La saqué re barata y no deseo que nadie tenga que pasar por lo que se pasó hoy Tokio.


Si estás en la zona del terremoto o en alguna ciudad afectada por el tsunami, mandanos tu testimonio o foto a reportes@lanacion.com.ar

Luis Mariano Paulino: Tengo 29 años y vivo en Japón desde hace 8 años. Estaba trabajando en Tokio y se sintió fuerte. Los trenes están todos parados y parece que no van a funcionar hasta mañana.

María Mozzo: Vivo en Tokio. Lo de hoy ha sido algo muy difícil de expresar. He sentido mucho miedo. Estaba volviendo a mi casa caminando cuando todo se sacudió con mucho ruido, como si llegara un huracán en los primeros segundos. Después fue como si el mundo se fuera terminar, algo que nadie puede controlar. No podía mantenerme en pie. Sólo me agaché cerca de un edificio nuevo que era lo más seguro, siempre mirando hacia arriba que no se cayera nada.

Pero mi preocupación era mi hija. ¿Estará dentro del colegio aún? ¿Caminando en la calle? ¿Estará dentro del tren?, me preguntaba. Todos los celulares y teléfonos estaban congestionados. La comunicación era imposible. Recién a las 20 pude hablar con ella. Hoy se movió todo Japón y seguimos con fuertes replicas que seguirán por varias horas.


Cecilia Méndez: Llegué a Tokio el lunes. Es mi primera vez en la ciudad, mi primer terremoto. Empezó alrededor de las 3 y siendo las 7.30 sigue habiendo movimientos cada 10 minutos. Cuando ocurrió yo estaba al lado de una autopista en el barrio Shibuya, en el centro de Tokio. La estructura se balanceaba de una manera increíble. Tanto, que llegué a pensar que un auto se caería. Justo había bajado a comprar algo para tomar, pero mis compañeras de trabajo, en el octavo piso, vivieron un momento muy feo porque las cosas se caían, los muebles iban de acá para allá y varias de mis compañeras intentaron ir a una zona segura.

Hay que quedarse bajo una puerta o en un baño porque es un lugar chico. Varias se cayeron y lastimaron. Después de los dos minutos que duró el momento fuerte todos salieron a la calle. Tokio se llenó de gente con cascos. Los japoneses están muy preparados. Miraban para arriba cómo caían vidrios y cómo algunos aires acondicionados se desprendían.

Raul de Kemmeter: Vivo en la ciudad de Yokohama. El terremoto fue el más grande que sentí en los 15 años que vivo acá.

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