domingo, 13 de marzo de 2011

Un joven escritor muy peculiar.

Algunos hablan de este escritor veinteañero como de un maestro del marketing, pues ha conseguido aparecer en los principales medios de comunicación anglosajones por dos motivos aparentemente extraliterarios: la venta de acciones de sus novelas –lo que le permite dedicarse a escribir a tiempo completo durante periodos– y sus esporádicos arrestos, ya que es aficionado a realizar pequeños hurtos en tiendas.

Pero al norteamericano Tao Lin (Alexandria, 1983), poeta y narrador de prometedor futuro, también lo han comparado con autores como Evelyn Waugh, Bret Easton Ellis, Douglas Coupland o Jack Kerouac, y hasta algún reseñista achispado le ha llegado a llamar “el Kafka de la generación iPod”. El lector español podrá juzgar qué hay de cierto en todo ello a partir de hoy, día en que se pone a la venta su segunda novela, extrañamente titulada Richard Yates (Alpha Decay).

Los protagonistas de esta ficción, que retrata de forma desangelada a la generación internet, son Dakota Fanning y Haley Joel Osment (se llaman como dos actores de Hollywood, pero no lo son). Él tiene 22 años y vive en Nueva York; ella, 16, y es vecina de una población de Nueva Jersey. La mayor parte de su relación es a través del chat. Ella tiene problemas de obesidad, él trabaja en una biblioteca. Ambos roban habitualmente en tiendas todo tipo de productos, desde libros a auriculares pasando por discos, ropa o vitaminas.

Ambos surgen de familias disfuncionales y han conocido en alguna ocasión los envites de la depresión y los ataques de pánico. Son perezosos, pierden el tiempo y se aburren a menudo. Pero a la vez tienen principios, ese engreimiento vital que da la juventud, y “son creativos y divertidos”, en palabras de su autor, que los ve con un gran potencial “echado a perder”. Dos náufragos sentimentales y confusos en una atmósfera como de cómic de Daniel Clowes. Tao Lin construye una historia de amor que conduce a menudo a la sonrisa aunque también a la tristeza. El autor –que nos cita en un restaurante vegetariano de Manhattan, su favorito– dice que ha escrito, más que una novela, una crónica ultrarrealista de cómo era su vida hace unos años.

Leemos en Richard Yates: “Durante todo este tiempo me has gustado más cuando hablábamos por el chat de Gmail y no cuando nos veíamos por persona. Soy horrible por preocuparme tanto sobre el peso. Pero, como es lógico, necesito sentirme atraído físicamente por alguien, o una parte de la relación no se satisface”. Y Tao Lin confiesa que se ha basado en el material de su propio correo electrónico, pues trabaja como un artista conceptual o un estudioso de sí mismo: “Investigo, pero solamente sobre mí... El primer borrador del libro fue un corta y pega de mis correos, también he añadido fragmentos de mis diarios y notas que tomo”. La paradoja es que algo tan posmoderno tenga a la vez un aire clásico, de algún modo no tan lejano a ese Richard Yates que describía de modo realista la cotidianidad de las parejas de los 50 en obras como Revolutionary Road.

Dos curiosidades de esta obra. La primera es el título. “Al principio quería llamarlo Segunda novela, situándolo así en un lugar concreto de mi vida. Pero, al final, hice lo que hago con los e-mails al final de escribirlos, pongo cualquier cosa secundaria en la casilla de subject... y en el libro se cita a Richard Yates en seis ocasiones”. La segunda curiosidad es que la novela concluye con un extenso índice en el que figuran todos los nombres que se citan y todos los temas que se tratan, como si se tratara de un sesudo ensayo, en vez de una ficción. “Es algo realmente útil, ¿no? Ayuda a la gente a buscar algo, no entiendo que el resto de los escritores no lo haga. ¿Se imagina tener un índice así de Guerra y paz?”.

Tao Lin no pretende retratar al joven americano medio. “No, no, ¿qué dice? Sólo me centro en mí mismo, y la gente como yo es un pequeñísimo porcentaje de la sociedad, aunque todo joven pase una etapa torturada”. Richard Yates explora esos sentimientos complejos con un lenguaje simple y monótono (parece que su traductor al español exclamó: “¡Este tío no usa más que cuatro verbos!”).

Sobre sus exitosas estrategias promocionales, resta importancia al tema del estupro, una sospecha que pende sobre el lector y de la que hablaron algunos medios en exceso. Sí reconoce su afición a robar en tiendas: “Es una mezcla de sensaciones intensas, lo hago por experimentar todo eso, no por el valor del objeto”. Sus personajes, como él mismo, “necesitan conocer el contexto en que se produce cada acción para poder juzgarla moralmente”. Pero Tao Lin asegura: “Mi vida está regida por la ética, y mis principios se reducen a uno: evitar daño y sufrimiento a los demás. Por eso soy vegetariano”.

Con Richard Yates, por lo menos, ha dado beneficios a sus accionistas: seis personas anónimas, seguidores de su blog, cada una de las cuales compró una acción de 2.000 dólares. Con esos 12 de los grandes, el chico pudo acabar la novela. “También a veces vendo objetos personales, una camiseta mía, un manuscrito, esas cosas... Hubo una época en que me sacaba 700 dólares al mes con la venta de merchandising personal”. En su blog cuelga, asimismo, vídeos sobre su vida: le vemos estrujar lentamente los mofletes de su novia o ser expulsado de un antro en Las Vegas.

Tao Lin ha escrito poesía y relatos, y su primera novela –titulada Eeeee, eee, eeee– fue publicada por El Tercer Nombre. Un día normal en su vida es así: “Me levanto a la una de la tarde, voy a la biblioteca donde trabajo hasta las cinco o las seis, salgo, como alguna cosa y escribo con el portátil, desde las siete hasta medianoche. Vuelvo a casa y duermo”.

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