domingo, 6 de marzo de 2011

Una princesa del Siglo XXI.

Kate Middleton adquirió la categoría de fenómeno mediático desde el preciso momento en que compareció ante las cámaras con el anillo de compromiso que le regaló el príncipe Guillermo, el pasado noviembre. Pero la cálida acogida del público británico hacia esta mujer de 29 años recién cumplidos, de la que se percibe que se casa enamorada, comparte intereses comunes con su novio y lo conoce bien a fondo, se ha tornado en un exhaustivo escrutinio en vísperas de la boda real fijada para el 29 de abril.

Y el veredicto general es muy positivo, por la frescura que se dice aporta a la monarquía, aunque sobre todo por la ilusión que está generando el enlace después de años de escándalos en la familia Windsor que hicieron temblar los cimientos de palacio.

La boda se celebrará el 29 de abril en la abadía de westminster
Que Kate no acaba de parecerse todavía a esa lady Di que seducía a las multitudes por su calidez y proximidad quedó patente la semana pasado cuando asistió en Gales a su primer acto de la antesala de princesa.

Siempre sonriente y afable a la hora de saludar a los centenares de personas allí congregadas, pero extremadamente discreta y contenida. Su papel de madrina en la botadura de una embarcación de salvamento se saldó, sin embargo, con el notable alto o incluso sobresaliente que le concedieron los principales medios del país en todas sus portadas.

Gustó todo de ella, el estilismo clásico que lució -abrigo tostado y tocado de plumas en el peinado-, su natural saber estar ante los objetivos fotográficos, y también que eligiera para ese estreno la pequeña isla galesa de Anglesey, donde iniciará su vida de casada con el segundo en la línea de sucesión al trono.

Un escenario muy alejado de la pompa, con el que se pretende subrayar la condición de miembro de la clase media de Kate y la apertura y modernización de la monarquía a través de su ingreso en la familia real.

Ese es uno de los principales haberes de la futura reina Catherine. Si la aristocrática Diana logró ganarse el sobrenombre de "princesa de pueblo", la novia de su hijo mayor busca la complicidad del público mostrándose como una chica normal -sin rastro de sangre azul-, dentro por supuesto de los parámetros que permite el protocolo. Por eso, la víspera de su boda dormirá en un hotel de Londres y no en uno de los numerosos palacios de la realeza, y en el día señalado acudirá a la abadía de Westminster en un automóvil acompañada de su padre.

Como cualquier otra novia. Una vez casada ya llegará el boato con el desplazamiento de la pareja en carroza acristalada hasta el palacio de Buckingham, la recepción-almuerzo que ofrecerá Isabel II y una cena posterior repleta de testas coronadas, en las que el príncipe Carlos ejercerá de anfitrión.

Pero la mano de Kate -o la de sus hábiles consejeros- también ha impreso un toque popular a la lista de 1.900 invitados al enlace, entre los que figuran el dueño de su pub favorito en el campo, el carnicero, el cartero y el encargado del colmado de la localidad de Bucklebury (Berkshire) donde los Middleton tienen su hogar familiar. "Gente común", en expresión de los entusiastas tabloides británicos que ya se han rendido a la princesa en ciernes. Guillermo, por su parte, ha remitido invitaciones a los responsables de varias ONG con las que colabora, reeditando la inclinación de su madre hacia las causas humanitarias.

El nuevo matrimonio, y en especial la ya princesa Catherine, tendrá su estreno en las labores oficiales con una visita a Canadá prevista para el próximo verano, probablemente el arranque de un idilio con la prensa y el público que tanto agradecerá la monarquía británica, tan necesitada de aire fresco tras años de escándalos por la vida privada de sus miembros.

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