Los que nacimos en la primera mitad del siglo XX, tuvimos ocasión de participar en el arte epistolar, es decir en la confección de cartas que enviábamos por correo.
En México, ahí en el portal de la Plaza de Santo Domingo, en pleno Centro Histórico, existieron por muchos años los famosos "Evangelistas", esa antigua profesión de redactar cartas para los que son analfabetas o para los que simplemente no se les daba el arte de escribir cartas de amor, por ejemplo.
Llegaba el cliente con su necesidad urgente de escribir algo a alguien, el "evangelista" sentado frente a su máquina de escribir escuchaba la petición y de inmediato se ponía manos a la obra. A veces la carta era dictada por el interesado, otras el interesado le daba carta libre para que el evangelista pusiera todo lo que quisiera, sobre todo en las cartas de amor. La experiencia del escribano siempre resultaba aceptable para el cliente.
Durante mis años de estudiante, viví internado por tres años con cientos de jóvenes como yo, a los cuales me dediqué en cuerpo y alma a escribirles esas cartas familiares o de amor. Me llovían las peticiones de esos estudiantes, pese a que eran alfabetos no sabían redactar cartas. Así que el escribir cartas se me ha dado bien a lo largo de la vida.
Con ese mi afán de rescatar para la cultura dos artes en vías de desaparición, que son: las tertulias, esas conversaciones amenas en torno a una mesa de café y el arte epistolar, he podido encontrar campo propicio en México para las tertulias de café, pero no así para la correspondencia mediante cartas enviadas por el medio que sea.
Mis amigos no escriben, solamente mensajes telegráficos...
En Aura Marina encontré la interlocutora ideal, como es economista y abogada, está acostumbrada a la redacción de textos, y ahora que es editora de un diario importante de la Ciudad de México, su maestría en el arte de escribir se pule día a día.
Todos los días la correspondencia entre ella y yo, fluye con un caudal enorme de cartas, varias al día, que tiene rápida respuesta lo que propicia un gusto por deleitarse con las palabras que van y vienen.
Aura Marina me proponía ahora escribirnos cartas, escritas a mano, y enviarlas por el correo normal. Linda idea, le dije, pero totalmente inadecuada. Las cartas o postales que nos podríamos escribir ella y yo, tardarían en llegar a las manos de su destinatario, alrededor de uno o dos meses, tiempo excesivo para leer lo que una persona enamorada espera con los tiempos y las tecnologías actuales.
De cualquier modo, la escritura de cartas es un arte, y sobre todo las cartas de amor, tienen sus modelos a seguir. Al igual que un cuento o novela, debe tener un planteamiento inicial, un desarrollo con cierta tensión dramática y un desenlace suave y agradable.
Aura Marina posee una fina escritura, inteligente, aguda, correcta y pulcra, que además se da el tiempo necesario para hacerme correcciones a la ortografía y a la sintaxis, que de repente me fallan por las prisas de querer decir más cosas que las que mis manos pueden procesar, en comparación a lo que el cerebro dicta.
Soy un hombre feliz, ahora, por haber encontrado no solo un gran amor en esta mujer que el universo me tenía reservada, si no también por el placer de leer cartas de amor bien redactadas, con estilo y mucha profundidad en las ideas.
Gracias Aura Marina por existir y poder decirte las cosas que te he dicho desde el fondo de mi alma.
Nos vemos en la noche como siempre, hasta entonces vida mía...
Era emocionante recibir cartas, aunque no fueran de amor.
ResponderEliminarNo importaba el tiempo, nos hacia viajar en la fantasía pensando en que sentirá esa persona al leer la carta. Las cartas se guardaban, se releían una y otra vez. Tenían olor, a veces tinta corrida por lágrimas derramadas cuando la tristeza se hacia presente.
Se coleccionaban sellos postales.
Hoy en día solo una tía de 94 años me escribe pero aún me emociona ver su mala letra, difícil de entender, pero ante todo, amorosas palabras.
Que de recuerdos vinieron al leer tu escrito pensando en que hace muchos, muchos años mantuve por un año una relación epistolar.
ResponderEliminarFueron cartas escritas y recibidas casi todos los días. Olorosas, expresivas y cargadas de muchísima ilusión...llenas de amor. Traían el olor a su colonia y la nitidez de una letra rápida firme. El desparpajo de su escritura traía anecdotas simpáticas, llenas de humor y alegría.
Quien iba a decirnos que unas décadas después iba a a haber la comunicación en tiempo real. Uffffffffffff...nos perdimos de eso pero tuvimos la ganancia de la ilusión por la espera, tuvimos algo más velado pero muy, muy real.