jueves, 11 de noviembre de 2010

El Amor, universo cerrado.

Sucede con frecuencia que cuando los amantes se encuentran enfrascados en las lides amorosas, se olvidan del mundo, a los amigos se les hacen a un lado, a la familia también; ellos, los amantes, construyen un mundo aparte de la sociedad, son autosuficientes, autárquicos, no necesitan a nadie más para respirar y gozar de la vida juntos. Cortan, sin querer, los lazos sociales. Uno es el refugio del otro y visceversa. Es un universo excluyente del mundo social, por un tiempo largo.

La tesis que ahora propongo es muy sencilla de llevar a la práctica.

En una sociedad como la nuestra, basada en la competencia de sus integrantes para destacar y hacerse de un sitio en ella, conduce a un salvajismo en las relaciones humanas, que pueden darse el lujo de destruir al otro para poder escalar los peldaños del éxito. Es ver al prójimo como un rival o un enemigo en la consecución de mis propósitos particulares. En lugar de buscar alianzas ¿para qué? mejor lo borro del mapa.

Entonces los conceptos antiguos de la solidaridad, la cooperación, la ayuda mutua, la amistad, la alianza estratégica para mejorar todos, desaparecen arrasadas por los ímpetus soberbios de la competencia, esa que determina que no hay amigos sino solo intereses. Estos son los nuevos valores de la sociedad posmoderna, que todo lo individualiza, nada es colectivo, no hay identidad comunitaria.

la tesis, entonces, del nuevo acuerdo amoroso de los amantes, incluye por supuesto la creación de una pequeña comunidad de dos, en una alianza temporal que puede ser tan prolongada como ellos deseen, donde la competencia está proscrita por decisión de ambos, donde el acuerdo fundamental es cuidar uno del otro, con cariño y dedicación sincera.

Estamos hablando de crear una estructura emocional que se defiende de un mundo hostil que ataca todo lo que no es competitivo.

Ante tanta violencia social que padecen las sociedades modernas y posmodernas, no hay más que buscar un refugio seguro en la pareja amorosa, ese asilo amistoso para seres indefensos que el Estado no alcanza a proteger.

El lazo social de los amantes no debe ser roto con el resto de la sociedad pero hay que hacerlo desde la perspectiva de la pequeña alianza de esos dos seres que viven juntos para protegerse. Los otros no son nuestros enemigos, en tanto no quieran competir por ganarse un lugar, en detrimento de nuestra amistad.

Hay que repensar en una reingeniería amorosa, eso se hace urgente y necesario para salvarnos de esta debacle social de inseguridad y agresividad en extremo.

Vivir en armonía con los demás es una tarea utópica en tanto no cambien las reglas del juego que obligan a tirar golpes sin ton ni son.

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