En efecto, uno mira con detenimiento las fotos del apuesto Secretario Personal del Papa, y es un hombre que podría figurar en el mundo del cine o de la televisión. Es apuesto al estilo de James Bond.
Dado que la visita del Papá a Barcelona está cargada de protestas y malas caras para recibir a Benedicto XVI, al menos los colegas periodistas s entretienen con este peronaje que la telvisión no dejara de tener en primer plano todo el tiempo.
Cuando Joseph Ratzinger fue elegido Papa en abril del 2005, el entorno humano que le había acompañado durante sus años de cardenal en Roma se vio catapultado a la notoriedad mundial.
La televisión, experta en detectar rostros fotogénicos, encuadró pronto en las ceremonias vaticanas a la vera de Benedicto XVI a un sacerdote alto y bien parecido. El aludido resultó ser Georg Gaenswein, secretario personal de Benedicto XV. A buen seguro, también en la visita del Papa a Santiago de Compostela y Barcelona, el próximo fin de semana, las cámaras de TV3 y TVG captarán con interés la imagen de monseñor Gaenswein, y es previsible que los programas televisivos del corazón se lancen ansiosos sobre el personaje.
Siempre en el 'papamóvil'
Georg Gaenswein ejerce como secretario personal del Papa, por lo que va siempre con él en el papamóvil. Gaenswein asiste a la misa que cada día, a las siete de la mañana, celebra Benedicto XVI en su capilla privada del palacio Apostólico. Tras la misa y el desayuno, ambos repasan prensa, correspondencia y documentos, antes de que den comienzo las audiencias papales o las ceremonias litúrgicas previstas.
Georg Gaenswein, alemán como el Papa, era desde el 2003 asistente del entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y le siguió al palacio Apostólico al convertirse en Benedicto XVI.
Ordenado sacerdote en 1984, se doctoró en Derecho Canónico por la Universidad de Munich en 1993. Dos años después, se instaló en Roma, donde desarrolló su labor primero en la Congregación del Culto Divino y luego en la de Doctrina de la Fe. También enseñó Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, gestionada por el Opus Dei, prelatura de la que no es miembro.
Tiene el secretario del Papa reputación de ser un brillante teólogo y un organizador eficiente, pero en el imaginario romano esas virtudes acaban opacadas por sus facciones casi perfectas. Alto (mide 1,80), de cabello rubio oscuro y porte atlético, Georg Gaenswein, que tiene ahora 54 años, posee un pasado deportivo en su país. Nacido en 1956 en Riedern am Wald, pueblecito de la Selva Negra alemana, fue monitor de esquí. Juega al tenis y es piloto de vuelo.
Aunque se muestra exquisitamente discreto, resulta inevitable que caiga sobre él la atención mediática. La prensa italiana llegó a bautizarle como "el George Clooney del Vaticano", cuando empezó a vérsele junto al Papa, en el papamóvil o en la camioneta blanca descubierta desde la que el Pontífice saluda a los fieles en la plaza de San Pedro.
Los medios italianos le han apodado también il bello Giorgio y la revista rosa Chi le dedicó en el 2006 una portada en cuya foto se le veía, raqueta en mano y en pantalón corto, jugando al tenis.
Pero quien más abiertamente ha ensalzado el aspecto de monseñor Gaenswein ha sido la estilista Donatella Versace, que en los desfiles de moda masculina de Milán de enero del 2007 presentó una colección en la que camisas y chaquetas presentaban alzacuellos y largas botonaduras, como las de un traje talar. Y declaró que para ese estilo vagamente sacerdotal se había inspirado en el secretario del Papa. "Encuentro muy elegante la austeridad del padre Georg", arguyó Donatella Versace.
Su aspecto de actor de cine llama la atención de muchos observadores. De hecho, cuando en el 2006 Benedicto XVI posó para un calendario benéfico, la cómica italiana Luciana Littizzetto, estrella del humor televisivo, sentenció: "Si el calendario lo hubiera hecho el padre Georg, seguro que se vendía más".
Son las veleidades de una sociedad de consumo ávida de cosas livianas y triviales para ser consumidas al instante.
Así es la posmodernidad.
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