Llueve en Avilés, pero sus paisanos, acostumbrados, se han puesto sus mejores galas y han cruzado los puentes peatonales que conectan la parte más industrial de la ciudad con la más curvilínea y modernista. Todo para disfrutar del primero de los tres días de fastos que conmemoran la inauguración oficial, después de cuatro años de obras, del centro cultural Niemeyer, diseñado por el arquitecto brasileño Oscar Niemyer, de 103 años de edad. Y con ellos Woody Allen, premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2005, el primero de las grandes estrellas que pasarán por esta miniciudad de las artes este fin de semana.
"Será la primera sala de cine en versión original", asegura el alcalde de Avilés
"Hoy estoy aquí como el pésimo músico que soy", decía Allen minutos antes de su concierto en la plaza del centro cultural. Aferrado a los maletines donde guardaba su clarinete -ha tenido que hacer malabarismos para que no se le cayera el micrófono mientras hablaba- el director de cine neoyorquino ha dado su bendición al Film Centre, la sala de cine en el edificio de usos polivalentes que dirigirá el mismo y estará destinada a la proyección de cine de culto. "Espero tener la suerte de que se proyecte alguna de mis películas", apostillaba desde su butaca.
El Niemeyer le ha guardado al cineasta un lugar privilegiado. Desde este asiento, con placa identificativa, simboliza el papel de asesor que Allen llevará a cabo. "Será la primera sala de cine en versión original", ha dicho el presidente de Asturias, Vicente Alberto Álvarez Areces, acompañado por Ramón Jáuregui, ministro de la Presidencia, y el cantautor Luis Eduardo Aute, al borde de la genuflexión ante el director de cine. "Le rindo pleitesía aunque no puedo agacharme, tengo la rodilla fastidiada", decía este último.
Hechos los brindis, 10 mil paraguas pudieron disfrutar del concierto de Woody Allen y su grupo, New Orleans Jazz Band, en la plaza central del centro Niemeyer. Un gran espacio central, resultado de los cuatro módulos que componen este complejo, cuyas estructuras, como el largo brazo que conecta la cúpula destinada a exposiciones, conferencias y actos culturales con el gigantesco auditorio en forma de ola, daba cobijo a unos cuantos. Para los menos afortunados, el concierto del clarinetista se proyectaba sobre la pared blanca del auditorio.
A la espera de la inauguración oficial mañana de la torre de 65 metros con forma de platillo volante, el polo del proyecto dedicado a la gastronomía, que se convertirá, además, en la mejor panorámica de este centro cultural que en 2005, Oscar Niemeyer regaló para dar las gracias por el Príncipe de Asturias. "Pensad en un lugar para colocarlo y yo lo dibujo". Ahora el garabato se ha hecho realidad y se espera sea el motor transformador de la región, como ya pasó con el museo Guggenheim de Bilbao.
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