miércoles, 9 de marzo de 2011

La obsesión de la Reina.

Blanca era el nombre de la reina. Y era perfecto el nombre, tenía la piel blanca como la leche de una camella, de lejos parecía una albina. El cabello era rubio y los ojos color miel.

Su obsesión era la limpieza; todo tenía que estar perfectamente limpio a su alrededor. Era una cuestión que sorprendía a propios y ajenos, porque se pasaba el día entero lavando y limpiando pisos, paredes, muebles, ropa, etcétera.

Eso si, nada más oscurecía y ella se encerraba en su habitación, no soportaba la falta de claridad natural.

La gente del palacio vestía ropajes y atuendos blancos y pulcros, que la reina lavaba todos los días. Ella vestía siempre de blanco, eran unos vestidos elegantes que parecían de novia.

La reina cuando era niña no pudo jugar en el jardín, su madre se lo impidió para evitar que se ensuciara la ropa y las manos. Así que la niña-reina acompañó siempre a su madre en las labores de limpieza y aseo de todo el palacio.

En el verano soplaba un viento fuerte por toda la comarca e invadía de polvo el palacio entero. La reina madre y la niña-reina gozaban las largas jornadas lavando todo a rodilla limpia.

De lejos el palacio aparecía refulgente, rechinaba de limpio, deslumbraba por sus altos muros blancos. Era un gran espejo que refleja el sol ardiente de la comarca, casi todo el año.

Murió la reina-madre y la niña reina, se quedo con todo, y también con la obsesión heredada de su madre: la limpieza y el afecto por lo blanco.

Un día soleado en que la niña-reina salió a tender varias docenas de sábanas blancas al amplio jardín, divisó a lo lejos un punto negro en el horizonte, enmedio de una nube de polvo, parecía un jinete.

La niña-reina se quedó pasmada viendo como se aproximaba el jinete, venía directo hacia ella.

La niña-reina, ya para entonces tenía 17 años.

El jinete era un principe negro sobre un corcel negro azabache. El principe era etiope y ella italiana, no se conocían hasta ese día en que el principe negro, con gran atrevimiento subió a la niña-reina al caballo, todo de un solo movimiento de brazos y manos. Ella no alcanzó a decir, no, cuando ya iban demasiado lejos del palacio blanco.

Blanca y el principe negro, protagonizaron un rapto muy comentado en toda la región, nadie se podía explicar cómo blanquita se había ido con un negro, siendo ella tan pulcra y esmerada en la limpieza y que todo lo quería blanco y reluciente.

Ese fue el único punto negro en su vida, pero al parecer nunca le importó demasiado, porque dicen que la vieron muchos años después con unos niños negritos, parecidos a ella pero en otro color. Ella sonreía a la vida, aunque seguía vestida de blanco, como novia flamante.

Si su madre se enterara de las hazañas de blanquita, se vuelve a morir, seguro que sí.

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