miércoles, 9 de marzo de 2011

Las adicciones en los estudiantes.

La batalla en los centros escolares para frenar el consumo de drogas tiene dos grandes frentes abiertos con el alcohol, principalmente, y el cannabis. Pero el efecto a corto plazo de los programas de prevención contra el alcohol en los institutos está siendo limitado, explica Carles Ariza, especialista en Medicina Preventiva de la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB) y organizador de estos programas.

“Evitar el consumo del alcohol es lo que más cuesta, porque cuenta con una gran aceptación social y no tenemos el suficiente apoyo legal para combatirlo, no existe una ley del menor que, con rigor, ayude a evitar el consumo”, dice.

Ensenyament se ha propuesto convertir los centros educativos en “zonas libres de drogas”, según ha declarado la consellera de este Departament, Irene Rigau. Todavía no ha explicado cómo lo conseguirá, pero tanto desde la ASPB como desde el colectivo docente piden que se potencien los programas de prevención y que se dote de instrumentos legales a los centros.

Ariza propone que se inste a los institutos a establecer un plan antidrogas, algo que ahora hacen de forma voluntaria, y que su normativa contemple cómo abordar estos casos. Xavier Melgarejo, director del colegio Claret, en Barcelona, y profesor de la asignatura de Competencias sociales recuerda que las drogas ya tienen la entrada vetada en escuelas e institutos, en teoría, pero que se debería crear un perímetro alrededor de ellas para evitar los trapicheos con sustancias ilegales e implicar a los padres. Este profesor dirige desde hace años talleres de prevención de drogas en su centro diseñados por la ASPB y coincide con Ariza en la “especial dificultad” de combatir el consumo de alcohol.

“Los chicos cada vez empiezan a beber antes y con mucha frecuencia el fin de semana, puede que los talleres preventivos no eviten por completo ese consumo abusivo, pero al menos les hacen reflexionar sobre ello, les dan información para que, en algún momento, se planteen los efectos que el alcohol tiene sobre su organismo y que echen el freno”, apunta. “Sólo con que evitemos que un alumno se inicie en el consumo de drogas todo este trabajo de prevención ya vale la pena”, añade Melgarejo. La complicada lucha contra el alcohol hace que muchos docentes que participan en los programas de prevención se desanimen al ver que los estudiantes no dejan de consumir. “El efecto tiene que medirse a medio plazo”, señala Ariza.

Una evaluación reciente de estos programas en los institutos destaca que la prevención frena a los adolescentes que todavía no se han iniciado en el consumo, de ahí que los talleres se centren en los cursos de primero y tercero de secundaria. Las incorporaciones se han reducido en siete puntos.

Si el alcohol sigue en aumento, no ocurre lo mismo con el cannabis. Hace seis años saltó la alarma entre institutos de toda Catalunya por el aumento sin precedentes de jóvenes que fumaban porros. En cinco años se dobló el número de menores de 18 años que consumía cannabis. En el 2008 se llegó al tope y ahora el consumo se ha estabilizado y va a la baja. En cuanto al tabaco, las recientes leyes han conseguido que su consumo entre jóvenes caiga en picado.

Aparte del alcohol, en la ASPB están especialmente preocupados por el consumo de cocaína. Todavía es muy minoritario, aunque la edad de la primera experiencia disminuye. Los especialistas aguantan la respiración para que no suceda como con el cannabis y se produzca un boom.


"No hay milagros, pero sí más conciencia"
"Yo he aprendido que el alcohol tiene un efecto depresor”, dice Giordano Morales, estudiante de 4º de ESO en el colegio Claret. “Y que provoca disfunción eréctil”, añade un compañero de clase, Sergi Villalba.

Los seis estudiantes reunidos ríen entonces pero enseguida se ponen serios. Como adolescentes viven en primera persona, ya sea como experiencia propia o como testigos, el inicio en el consumo de sustancias. “A partir de los 13 y los 14 años mucha gente empieza a fumar o a beber, porque sales y si todo el mundo lo hace es difícil decir no y quedarse al margen”, indica otra compañera, Andrea Gros.

Todos opinan que es “inevitable” que los adolescentes, en algún momento de su vida, beban alguna copa. Otra cosa, dicen, es que se abuse y llegar a situaciones peligrosas. “Si los adultos a veces se pasan bebiendo, cómo no le va a ocurrir a algunos adolescentes”, lanza Giordano. El curso pasado participaron en uno de los talleres de prevención del alcohol y el cannabis de la ASPB, bajo el nombre Sobre cañas y petas.

“Este tipo de talleres no hace milagros, no creo que alguien deje de beber por ello, pero sí te planteas cosas que de otra manera nunca hubieras pensado, te hace ser más consciente de lo que haces e ir con más cuidado”, señalan Marta Farran y Laura Castells. “Con las personas que nunca han consumido sí que funciona, pero quien ya se ha fumado un porro lo seguirá haciendo”, dicen. Conseguir cualquier droga para un adolescente es fácil, coinciden.

“Con dinero puedes tener lo que quieras”, afirma Giordano, pero advierte que todo depende del ambiente en el que uno se mueva: “¡No todos nos dedicamos a tomar drogas!”. Reclaman más información sobre los efectos de las drogas para contrarrestar lo que les llega a través de la televisión: “En las series para adolescentes sólo te enseñan la parte divertida de consumir”.

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