lunes, 7 de marzo de 2011

Las mujeres saben qué hacer.

Con tantas horas de concurso a sus espaldas, Carlos Sobera no duda en señalar las diferencias entre los hombres y las mujeres con los que ha compartido y comparte plató casi a diario. “Por mi experiencia, las mujeres como concursantes suelen tener más sentido común, son más conservadoras a la hora de apostar. Mientras, ellos acostumbran a ser más alocados, más dados a los riesgos y un pelín menos reflexivos. Y claro, como los concursos en televisión se basan en el espectáculo, ellos suelen dar más juego”, asegura.

Pero, reacio a hacer generalizaciones, este forofo consumado del Athletic de Bilbao prefiere, “más que hablar de las mujeres, dar mi opinión sobre las mujeres que he conocido”. ¿Y cómo son, pues? “Aunque son muy diferentes, tienen elementos comunes, como el deseo de sentirse queridas y respetadas”, resume.

Su entorno más cercano está formado por mujeres: su madre, su hermana, su mujer y sus dos hijas. Este ex profesor universitario, que se hizo popular con sus gestos y silencios en ¿Quiere ser millonario?, asegura que en el ámbito familiar “las mujeres tienen un fuerte liderazgo, aunque es un liderazgo confuso. Tienen el gobierno del país, pero no el ejército, así que han de convencer a los hombres para que pasen a la acción. Porque son ellas las que saben lo que hay que hacer”.

En la adolescencia, entrar en contacto con el mundo femenino no fue tan fácil, aunque lo atribuye a las circunstancias que le rodeaban. “Ser adolescente y vasco resultaba muy complicado. Claro que los guipuchis lo tenían peor que los vizcaínos”, bromea.

Precisamente fueron las mujeres el motivo por el que rompió con su cuadrilla, un incidente de gravedad, “muy arriesgado” para un mozo de Barakaldo. “Con 18 años, discutí con mis mejores amigos de aquel momento porque tenían otros intereses. Corría 1978. Ellos sólo querían tomar chiquitos y hablar del Athletic y de qué iba a pasar con el PNV, mientras que yo lo que pretendía era conocer chicas”.

En esos años, la relación con las chicas era “complicada” y, según confiesa, tenía que ver con “una educación muy rigurosa y un tabú absoluto en cuestiones de sexo”. “Estudié en los Paúles de Barakaldo y hasta COU no pudimos compartir pupitre con las chicas.

Claro que cuando elegí la rama de letras, estuve en una clase privilegiada, donde había 50 chicas y unos 30 chicos. Sin duda, fue el año que menos estudié. Sin embargo, nos ofreció la oportunidad de empezar a vivir una relación natural con las mujeres. Eso sí, me tuve que buscar la vida con el sistema ensayo-error”. “Fue un curso muy feliz, pero muy revolucionario”, asegura.

Sobera admira la longevidad de las féminas. “Su naturaleza es mejor, son más fuertes. Resisten mejor el paso del tiempo, salvo en cuestión de piel”, señala entre risas. A la pregunta de qué es lo que más envidia de ellas, apunta que “son más inteligentes en la cuestión emocional, más equilibradas”.

“También me gustan algunos detalles, como la capacidad de convertir algo cotidiano, que parece insignificante, en importante y ceremonioso. Creo que le dan sentido a la vida”. Entre lo que más le molesta, señala: “Quizá los enfados. Cuando una mujer tiene carácter, su enfado es mucho más persistente que el de un hombre. No se le pasa, se instala en ella un sentimiento que perdura en el tiempo”.

De todas manera, lo que realmente le preocupa es la dureza con que la violencia de género está golpeando a las mujeres. “Habrá –dice– que hacer un gran esfuerzo para luchar contra esa lacra, pero tenemos por delante un trabajo que durará generaciones”.

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