Atrapado en un laberinto diplomático, el tiempo corre en contra de Barack Obama en la crisis de Libia, y lo que empezó como una justa operación humanitaria para salvar a un pueblo acosado por un dictador puede acabar convirtiéndose en un grave conflicto político para el presidente. El Congreso le presiona con preguntas para las que no tiene respuestas y la situación se precipita hacia un escenario lleno de confusión y desorden, pese a la asunción del mando de la operación por la OTAN.
El apoyo popular es inferior al de los primeros días de las guerras de Irak
La mayoría de las salidas de aviones aliados sobre Libia son de EE UU
Obama planificó desde el principio la guerra en Libia como lo que uno de sus asesores ha calificado de "ataque quirúrgico", un bombardeo de pocos días para obligar a las tropas de Gadafi a retroceder y permitir a los rebeldes fortalecer sus posiciones militares. Pero ese ataque se prolonga ahora sin un plazo claro y con los dudas sobre el resultado final.
EE UU se ha visto obligado a asumir un protagonismo que no quería. De las 175 salidas de aviones de la coalición sobre Libia entre el lunes y el martes, 115 fueron aviones del Ejército norteamericano, que también carga con el peso fundamental en el lanzamiento de misiles de crucero Tomahawk. Obama no puede prolongar esa implicación en los ataques sin ofrecer una explicación y realizar consultas al Congreso.
El líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, John Boehner, envió el miércoles una carta al presidente en la que le exigía esclarecer la participación norteamericana en la guerra, la estrategia, los objetivos y los plazos, así como solicitar el apoyo del Congreso para seguir adelante. "A la vista de los mensajes contradictorios de parte de la Administración y de nuestros socios en la coalición, existe una falta de claridad sobre los objetivos de esta misión, sobre cuáles son nuestros intereses nacionales en ella y cómo encaja dentro de nuestra política general en Oriente Próximo", afirma Boehner.
Su iniciativa no responde solo a la voluntad de la oposición. También algunos congresistas demócratas y otros republicanos moderados que habitualmente apoyan la política exterior de la Casa Blanca, como el senador Richard Lugar, han hecho críticas y pedido explicaciones. El senador demócrata Richard Durbin ha dado por seguro que la Administración les presentará información la próxima semana -la secretaria de Estado, Hillary Clinton, asistirá el martes en Londres a una reunión de la coalición aliada-, y nadie descarta la posibilidad de que se llegue a votar una declaración sobre el ataque a Libia cuando el Senado reanude sus sesiones el lunes.
En los casos de las dos últimas guerras en el Golfo, el Congreso aprobó sendas resoluciones de apoyo. En esta ocasión, el Gobierno informó personalmente a Boehner el jueves pasado e hizo una comunicación posterior al Congreso. El apoyo popular a la acción en Libia -un 47%, según el instituto Pew- es inferior al de los primeros días de los dos conflictos anteriores.
En esta ocasión, Obama no puede enviar un mensaje claro al Capitolio o a la opinión pública mientras no sepa cuándo podrá transferir el mando de la operación a los europeos y, al mismo tiempo, reducir drásticamente la implicación militar de EE UU.
El presidente norteamericano es, pues, rehén de una situación diplomática que no puede resolver por sí mismo más que con la drástica medida de una retirada unilateral de la coalición que actualmente capitanea. Hasta ahora ha dicho que transferirá el mando "en días, no en semanas", pero mañana se cumple la primera semana del inicio del ataque y, aunque algunos objetivos humanitarios han sido cumplidos, el panorama político no es halagüeño. [Según el vicealmirante William Gortney, director del Personal Conjunto en el Pentágono, EE UU está trabajando para ceder el mando "tan pronto como este fin de semana", informa Efe].
Obama se reunió ayer con sus principales responsables de seguridad, incluidos el vicepresidente y los secretarios de Estado y de Defensa, para buscar una salida a esta compleja situación. Estados Unidos no puede quedarse paralizado en Libia, entre otras razones porque necesita encontrar energías para afrontar otras crisis que crecen y en las que están en juego intereses más importantes, como las de Bahréin, Yemen o ahora Siria.
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