miércoles, 9 de marzo de 2011

Ser mujer en el Congo.

Mario Vargas-Llosa describe en El sueño del celta el horror que experimentó Roger Casement al enfrentarse por primera vez a las atrocidades del Congo colonial de finales del XIX. Los latigazos, las mutilaciones y el abuso que se ejercía sobre decenas de miles de nativos constituyeron la base del Informe Casement, una de las piezas de denuncia política más importantes de su época.

Resulta inevitable pensar qué hubiese escrito este activista irlandés sobre el Congo de hoy, en el que alrededor de 200.000 mujeres y niñas fueron violadas en 2009 como consecuencia del conflicto que asola a esta región.

La RD del Congo es el frente principal de una batalla mucho más amplia: la que libran millones de mujeres en 35 países del mundo en los que la violencia sexual se ha convertido en un arma habitual de guerra. Desde la lucha por la independencia de Bangladesh hasta el genocidio de Ruanda, pasando por la antigua Yugoslavia, Colombia, Sudán o el Medio Oriente, la violencia sexual constituye una de las manifestaciones más crueles e inextinguibles de los conflictos. Las violaciones buscan destruir a las víctimas y a sus familias, humillar a los grupos étnicos o religiosos a los que pertenecen y demostrar la impunidad ante la ley.

Estos datos han vuelto a cobrar relevancia en el informe de la UNESCO Educación para Todos en el Mundo 2011, del que ya hemos hablado la semana pasada: "Para aquellos directamente afectados, la violencia sexual deja un trauma psicológico que pone en peligro las posibilidades de aprendizaje (...). El miedo a la violencia, exacerbado cuando los culpables quedan sin castigo, hace que las niñas se recluyan en sus casas en vez de ir a la escuela". El rosario de casos documentados por este y otros informes resulta escalofriante:

- De acuerdo con la información hecha pública por las Naciones Unidas en 2005, la mitad de las mujeres colombianas desplazadas por la guerra habían sido víctimas de maltrato físico y una de cada tres forzada a mantener relaciones sexuales contra su voluntad.

- En Darfur (Sudán), Amnistía Internacional demostró en 2004 la implicación de las milicias Janjaweed en violaciones sistemáticas de civiles. La Corte Penal Internacional probó la participación de algunos altos cargos del gobierno.

- Los elevados números de violaciones y de violencia sexual que padecen países como Guatemala o Liberia sugieren que la impunidad que se desató durante la guerra se mantiene enquistada en las sociedades años después de terminar el conflicto.

Pero ninguno de estos casos ha alcanzado la magnitud de la violencia sexual que padecen las mujeres y niñas de la RD del Congo. Las provincias Kivu del este del país son denominadas en el informe "la capital mundial de las violaciones". Uno de los estudios realizados estimó que un 40% de las mujeres de esta región habían sido víctimas de ataques sexuales, que en muchos casos también afectaron a hombres y niños. De hecho, las niñas y los niños constituyen uno de los principales objetivos por el miedo de los violadores a contraer el SIDA.

Este vídeo de Oxfam America cuenta la historia de Justine Masika, directora de la Red de Mujeres Víctimas de Violencia Sexual, una de las organizaciones congoleñas que arriesgan sus recursos y su reputación en defensa de las mujeres afectadas. La violación de una vecina de 80 años le llevó a crear en 2003 una ONG que hoy ayuda a más de 7.000 víctimas a sobrevivir a su trauma y encontrar medios para salir adelante.

Sabemos lo que Masika y otras muchas mujeres congoleñas están haciendo por sí mismas, pero ¿qué hace la comunidad internacional para apoyarlas? A pesar de la envergadura devastadora de este problema, pocos de nosotros situaríamos las violaciones masivas en nuestra lista de prioridades para los países pobres, lo que significa que aún existe un largo camino por recorrer.

Irónicamente, el informe de la UNESCO sugiere utilizar herramientas muy similares a las que permitieron a Roger Casement destapar los abusos del Congo: una comisión internacional liderada por Michelle Bachellet, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, que saque a la luz las atrocidades que se cometen contra las mujeres en estos países y proponga un plan de acción para los gobiernos, los donantes y la Corte Penal Internacional. Le deseamos al menos la misma suerte que tuvo su antecesor hace un siglo.

Por Gonzalo Fanjul.

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