Manolo Heredia, hombre del teatro independiente español, que aún sigue en esas premisas, les pasó a varios miembros del grupo teatral El Buho, allá por los años setenta, una traducción de Woyzeck. Se trata de un drama escrito en 1836 por el joven Georg Büchner, de 22 años, quien se inspiró en la vida de un barbero militar del mismo nombre, que asesinó a su esposa por lo que fue juzgado y condenado a muerte, levantando una gran expectación entre la sociedad de su época. Hoy sería un crimen más de violencia de género.
Pero Büchner bucea mucho más allá y realiza una profunda investigación del alma humana, desnudando la esencia de la misma, para mostrarnos la tragedia existencial de un paria.
Vera: "Está más emparentada con Sartre y Camus que con Brecht"
"Se disfruta desde una complejidad similar a Hamlet", dice el protagonista
El grupo El Buho, ya histórico, considerado heredero del popular Tábano y en el que estaba Gerardo Vera, montó la obra con dirección de Juan Margallo. Años después Vera abordó la misma obra, como responsable del espacio escénico, en un montaje memorable que hizo con el director José Carlos Plaza, de la ópera de Alban Berg.
Hoy, convertido Vera en el director del Centro Dramático Nacional, estrena en el teatro María Guerrero de Madrid, Woyzeck, donde permanecerá hasta el 22 de mayo. Esta vez lo hace como director, con una versión del dramaturgo Juan Mayorga, con Javier Gutiérrez y Lucía Quintana al frente del reparto y una austera e impactante escenografía de Max Glaenzel y Estel Cristià.
Y como el tiempo ha pasado, la percepción que de esta obra ha tenido Vera, también ha evolucionado. Si bien Woyzeck en su momento tuvo una lectura materialista, marxista, muy de lucha de clases, en este momento a él se le aparece como una obra sobre la tragedia del hombre: "Tiene ahora más que ver con Jean Paul Sastre y Albert Camus, que con Bertolt Brecht", apunta el director que no oculta que en su primer acercamiento quedó fascinó por la lectura materialista que se puede hacer de él: "El proletariado comprometido, un hombre maltratado por la sociedad y víctima de la sociedad autoritaria", señala.
Mayorga, que también está subyugado con este texto dice que en Woyzeck, Büchner logra que un paria alcance la envergadura trágica de los héroes griegos o de los reyes shakespeareanos: "El autor lleva al centro del escenario a un hombrecillo al que nadie prestaría atención, y nos obliga a mirarlo, en su fealdad, en su errático vagar, y a escucharlo, en su frágil decir, en sus silencios", sostiene.
Gerardo Vera ha esperado años para afrontar el montaje, porque que cree que abordarlo supone un nuevo punto de partida en la carrera de un creador: "Woyzeck trasforma, tiene esa sencillez y esa terrorífica complejidad que hace que no puedas dormir, que no puedas bajar la guardia; es la primera tragedia contemporánea en la que el hombre no es capaz de desarrollar un discurso que explique todo el proceso de lo que ocurre; porque Woyzeck no sabe, se desespera, se asombra, llora, se desgañita, pero dentro de la elementalidad.
Esta obra me ha descolocado mucho, me obsesiona, porque tiene una gran belleza a través de la sangre, del asesinato, de la oscuridad, de ese suburbio y es increíble ver cómo pudo encontrar tanta belleza en la podredumbre". También ha querido contar con un actor capaz de esa complejidad emocional y esa tosquedad a la hora de expresarla, como es Javier Gutiérrez, quien ya ha paseado con credibilidad por los más dispares registros, con su grupo teatral Animalario, entre otros montajes, y bajo la dirección de cineastas como Emilio Martínez-Lázaro, Alex de la Iglesia, Carlos Iglesias, David Serrano, y Santiago Segura, entre otros.
"Es uno de los grandes personajes del teatro mundial, posee una complejidad similar a la de Hamlet o el rey Lear, pero cuando se trata de crecer en este oficio, hay que aceptar estos retos", dice Gutiérrez que invita a los espectadores a que no se acomoden con la tradicional propuesta de presentación, nudo y desenlace. "Büchner se sumerge en la oscuridad, él mismo era un sueño; no podemos sentarnos a ver una comedia ligera cuando hurgamos en las zonas oscuras del alma; hoy Woyzeck podría estar en Libia, en cualquier lugar donde se da la lucha del hombre por sobrevivir en una sociedad que le es muy hostil, eso está a la orden del día", comenta el actor a la hora de hablar de esta extraña obra, que un siglo después de ser escrita seguía siendo de vanguardia, que fue precursora del teatro social alemán, que Antonin Artaud la incluyó en su selección del Teatro de la Crueldad y que cuenta con una estructura de 27 escenas breves, sin hilo argumental, ni final concreto.
Su compañera de reparto, y en la obra víctima igual que él, dice que Woyzeck toca algo muy oscuro que está dentro del ser humano: "Emana una poesía que te llega como un puñetazo. Conecta con esa zona rara que no hay que explicar, produce mucha compasión, y te hace ser mas compasivo, porque ellos, esa pareja, no piensan en una tercera vía, porque no tienen otra salida, es un matrimonio como el que podemos encontrar hoy en la Cañada Real, no lo pasan mal porque no puedan pagar la hipoteca, es que no tienen nada, ni a ellos mismos", sostiene Quintana.
Pedregal entiende que la obra es de una cruel actualidad: "Vivimos en un lugar en el que nos organizan y nos dejan muy poco espacio para ser libres; Woyzeck no es un enfermo, termina siéndolo porque el comportamiento social le lleva en esa dirección; se insiste en que es un hombre ignorante, pero si no lo fuera no cambiaría mucho la situación. La impotencia ante la inmoralidad de los poderes, de las fuerzas que nos organizan, puede volver a la gente violenta y agresiva. Una de las cosas que más me impresionan de esta función es la falta de pudor y de moral de los representantes sociales, militares, médicos, una falta de conciencia soberbia... y eso nos lleva a la realidad que vivimos".
"Sin un reparto como el que hemos tenido no hubiera podido abordar el montaje, los personajes están elegidos desde un conocimiento de la obra muy profundo, cuando los elegí ya sabía lo que quería contar; parecen una gran compañía estable; tienen algo de responsabilidad, de compromiso, con actores tan jovencísimos y la Ventura que aglutina muchísimo a un equipo, porque la respetan y la preguntan mucho".
Las obras de Büchner no se empezaron a representar hasta casi un siglo después de ser escritas y Woyzeck llegó a los escenarios en Munich en 1913. En España se ha montado pocas veces y siempre ha causado un gran impacto. En 1959 fue Julio Diamante quien la dio a conocer con una única representación que protagonizaron Francisco Merino y Lola Gaos. Antes el compositor alemán Alban Berg la convirtió en la bellísima ópera Wozzeck (1925), de la que en España José Carlos Plaza y el propio Vera hicieron un espectáculo excepcional, así como otro posterior de Calixto Bieito.
En 1979 el alemán Werner Herzog llevó la llevó al cine y Robert Wilson y Tom Waits crearon un musical basado en esta obra. En España en las últimas décadas se ha visto montada por José Luis Gómez, Àlex Rigola, Juan Margallo, Eusebio Lázaro, Nuno Cardoso, Teatro Margen, Caracoisteatro, entre otros, además de la versión coreografiadas de Josef Nadj.
Gerardo Vera en esta ocasión no ha recurrido en la puesta en escena a proyecciones o audiovisuales, ya que ha querido que la obra se desarrolle en espacio neutro, un espacio mental y no real. Para lograrlo ha contado con la escenografía de Max Gaenzel y Estel Cristià, que han recreado una ciénaga húmeda y lúgubre, vacía, con muy pocos elementos.
"He apostado directamente por el trabajo de actor", señala Vera que, eso sí, ha seleccionado primorosamente el reparto en el que también intervienen Jesús Noguero, Jon Bermúdez, Críspulo Cabezas, Helena Castañeda, Andoni Larrabeiti, Markos Marín, Chani Martín, Sergio Sánchez Shaw, Marina Seresesky, las niñas Sara Sierra, Marita Zafra y la veterana y gran actriz Ana María Ventura.
Además ha cuidado especialmente el resto del equipo artístico, formado por el iluminador Juan Gómez-Cornejo, el vestuarista Alejandro Andújar, el movimiento escénico y coreográfico de Chevi Muraday y el entrenamiento de clowns de Pepe Viyuela.
Militante liberal
Büchner, en sus pocos años de actividad, ya que murió a los 23 años víctima de una epidemia de tifus, tuvo tiempo de escribir varios artículos científicos, traducir dos obras de Víctor Hugo y escribir cuatro libros: dos dramas, La muerte de Dantón (1835) y Woyzeck (1836), una comedia, Leonce y Lena (1836) y un relato, Lenz (1835). Parece ser que sus coetáneos lamentaron su desaparición no tanto como una pérdida para el mundo de las letras, sino para la ciencia, ya que además de su tesis Memoria del sistema nervioso de barbo, escribió numerosos textos que sirvieron al mundo de la medicina de su época.
A ello también contribuyó que su familia y su prometida ocultaron sus obras literarias durante años para que no se supiera que Büchner había militado en los movimientos intelectuales contra la Restauración que quería volver al Antiguo Régimen y en diferentes grupos políticos liberales.
No obstante cuando se conoció su literatura se convirtió, sobre todo en el siglo XX, en uno de los grandes dramaturgos europeos, precursor del teatro del absurdo y del expresionismo. El protagonista de Woyzeck es un antihéroe, un personaje humillado por sus superiores en el ejército, traicionado por su esposa; un pobre hombre víctima de su destino.
Sin cultura y sin dinero, es moralmente un hombre íntegro. El continuo trato vejatorio al que está sometido, la traición de su esposa precisamente con uno de los hombres que le humilla y su propia tendencia a la paranoia, aumentada por el experimento médico que el doctor está llevando a cabo con él, hace que se le considere mucho más víctima que verdugo. Además Büchner utilizó sus conocimientos en medicina para presentar a Woyzeck como un hombre con problemas psiquiátricos y considerar su crimen como consecuencia de su personalidad enferma. Este tema une los aspectos médicos con los jurídicos y se adelanta a su tiempo, al considerar la enfermedad como un atenuante.
La obra, situada en la confluencia del romanticismo y del realismo social, es también un manifiesto en forma teatral que aún hoy continúa identificando las estrategias de perversión de la dignidad humana, en las cuales se asienta parte del sistema capitalista en que vivimos. Lo cierto es que con una escritura casi terrorista, Büchner obliga a reflexionar sobre la miseria y el dolor como núcleos fundadores, pero ocultos, de las llamadas sociedades democráticas.
Aunque existen muchas versiones de Woyzeck, el adaptador Juan Mayorga señala que ha partido de la edición crítica de Lehmann, aunque ha tenido en cuenta otras versiones, algo que le ha facilitado su conocimiento de la lengua alemana.
"Creo que Woyzeck, así como su alma gemela Marie, otra paria, y en general, cada personaje de la obra, sufren una honda incapacidad para comunicarse con otros y consigo mismos. En mi trabajo ha sido fundamental el esfuerzo por recoger esa menesterosidad del lenguaje, que, al mismo tiempo, paradójicamente, está cargado de poesía: la propia de personajes que, por frágiles que sean, aspiran a la dignidad, a la felicidad y a la belleza", apunta el dramaturgo que considera que hay varias razones por la que esta obra es muy importante.
Para Mayorga una de esas razones que convierte a un paria, un marginal, en protagonista, llevándolo al centro del escenario: "Ese marginal está construido con una coherencia que no se observa, me parece, en la literatura dramática anterior.
Los criados del teatro del Siglo de Oro, por ejemplo, personajes asimismo de clase baja, son individuos con una plena conciencia de si y de su posición, si bien no pueden manifestarla ante sus señores. En Woyzeck, en cambio, nos encontramos con un personaje que está atravesado por la marginalidad", y añade, "sin Georg Büchner la historia del teatro en los últimos dos siglos hubiera sido mucho menos rica. Le tengo por un genio y a su Woyzeck por una obra maestra y siento que es un privilegio compartir con Gerardo Vera esta aventura".
El director ha metido música en directo con Mariano Marín tocando el piano y Trinidad Iglesias cantando. "Hemos prescindido de referencias musicales de la ópera de Alan Berg y la música está basada en composiciones de Béla Bartók, un autor que me gusta por su emocionalidad, por su violencia y también porque como Büchner está en la encrucijada entre el pasado y el futuro; la música de Bartók es desestructurada y descontextualizada. Tiene mucho que ver con la puesta en escena que también es muy esencial y muy desestructurada".
No hay comentarios:
Publicar un comentario