lunes, 7 de marzo de 2011

Una pareja que no se habla, pero se aman.

Norberto y Olga llevan años de casados, muchos; sin embargo no se hablan, no se dirijen la palabra.

Desde que se conocieron sabían que ellos eran uno para el otro, sin duda alguna.

Un flechazo los atrapó en una pasión desbordada que las familias desaprobaron. Todos se opusieron a ese loco amor, no solo porque Norberto era bastante mayor que ella, si no porque tenía otros hijos. Ella en cambio era virgen, jovencita y soñadora.

Una mañana, muy de madrugada, Olga salió sigilosamente del hogar paterno para nunca volver; se fue directo a los brazos de Norberto. Casi de inmediato ella resultó embarazada y él se puso muy feliz. Y desde ese primer niño no han parado de procrear bellos chiquillos.

Pero no se hablan.

Cuando las criaturas más pequeñas lloran porque tiene hambre o están mojados, el niño grande va a buscar a mami y le jala con fuerza el brazo o la mano, para indicarle que necesitan de su presencia en el cuarto de los chicos. Ella se levanta de la cama de un salto, ágil y sonriente; es muy amorosa con su prole.

Norberto y Olga son sordos de nacimiento.

Pero sí se comunican con los ojos y las manos.

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