miércoles, 3 de noviembre de 2010

Confieso que he llorado.

He tomado en préstamo la frase original de Pablo Neruda, "Confieso que he vivido", título acertado de sus Memorias, para transfigurarla y decir, confieso que he llorado.

Fui educado y formado dentro de una cultura machista, como millones de individuos de muchas partes del mundo, a los cuales se nos dio la consigna de "Los hombres no lloran", y eso nos lo dejaron marcado en la piel con hierro candente.

El llanto de los hombres, incluso siendo niños todavía, se reprime por los adultos hasta por la madre de los pequeños, porque es algo propio de mujeres o de maricones.

Entonces aprendemos un cierto tipo de estoicísmo que nos impide llorar libremente cuando la situación lo amerita. Nos tragamos litros de lágrimas a través de los años, siempre reprimidos y avergonzados de derramar esas emociones acuosas.

Yo soporté 60 años sin llorar ni siquiera en privado, mucho menos en público, y no me explico aún cómo pude hacer ese acto tan estúpido de contención de algo que por ser sensible me dolía más no poder expresarlo libremente.

Tuvo que ocurrir lo inevitable, que no me refiero a la muerte de mis padres, sino a la llegada de un cáncer en mi cuerpo, cuyo tratamiento violento y agresivo me hacía llorar en público, al grado que las enfermeras que me atendían en el hospital se desconcertaban mucho de ver a un señor con canas llorando como un niño. Y luego, lloraba de nuevo en el taxi que me conducía a mi residencia, y el chofer se hacía el disimulado. No estamos acostubrados culturalmente al llanto de los hombres en público, no sabemos qué decir en eseos momentos, se nos traban las palabras en la garganta.

Confieso que he llorado, pero como una Magdalena, a mares. Y me siento feliz de poder hacerlo cuando me venga en gana, soy libre al fin. Espero que entiendan esto, es la mayor alegría en la vida poder expresar todas las emociones del espíritu.

Las madres y los padres de familia deben cambiar el estigma de que los hombre no lloran, y deberían propiciar las expresiones sentimentales de los hombres, que no por eso perdemos la virilidad que tanto importa sostener y demostrar a cada rato.

Recuerdo que para la filmación de una película del neorrealismo italiano, "Ladrón de bicicletas", allá por los años cincuenta, en una escena donde el niño protagonista debería llorar, no lo podía hacer y retrasaba la filmación y el equipo de rodaje muy enfadado con el chiquillo, optaron por pellizcarlo fuertemente en los brazos hasta que el niño soltó el llanto pero de rabia por la agresión de esos adultos.

A propósito del llanto en los hombres una fotógrafa se dispuso a exponer las fotos de hombres famoso llorando, como si fuera un acto antinatural, ficticio, ajeno a la virilidad, no lo puedo creer.

La fotógrafa británica Sam Taylor-Wood, que acaba de presentar en el London Film Festival su biopic de Lennon, Nowhere boy, llevó a cabo hace seis años un proyecto titulado Crying men.

La exposición aún sigue dando vueltas por todo el mundo. Veintisiete retratos de conocidos actores, como Robin Williams, Ed Harris, Jude Law o Gabriel Byrne, a los que les propuso que lloraran frente a su cámara con la mayor sinceridad posible, conocedora de que el llanto es uno de los más viejos trucos en el arte de la interpretación pero también de los más difíciles.

Una auténtica vara de medir la calidad de los actores. Los elegidos por Taylor-Wood lo bordan. Ni ahuecan el corazón ni producen vergüenza ajena. Algunos se esconden armando un caparazón con su cuerpo, otros se exponen con los ojos húmedos haciendo apología de su llanto. Claro que llorar humaniza, pero también potencia el desapego y modifica la percepción del otro, tradicionalmente de su autoridad cuando se trata del género masculino, aunque desde Marlon Brando en su papel de Vito Corleone, en la ficción, ya es válido hacerlo públicamente.

Lo llamativo que resulta el llanto entre los hombres se difumina y alcanza un grado de heroicidad en otros ámbitos, como esa escena en la que deportistas lloran al lograr la victoria. Bañados en un triunfo febril que sirve de catarsis. El éxito en el deporte se asocia con superación, adrenalina y sueños. Y al subirse al podio emerge la lágrima proustiana ante el recuerdo en moviola, esa suma de sacrificios y dificultades que los han llevado hasta allí.

Los protocolos de la corrección han acabado uniformizando las relaciones humanas, y las han blindado con un barniz estético. Para algunos, llorar en público es sinónimo de desnudez. Pero tanto el llorar como el no hacerlo se ha utilizado a menudo como manipulación: algunas mujeres lo hacían para atraer la atención de los hombres, mientras que ellos se aguantaban el llanto a fin de esconder sus verdaderos sentimientos, y acaso con una equívoca idea del respeto. Hoy, ni ellas son tan débiles ni ellos tan inseguros.

No existe uniformidad en la reacción de las mujeres cuando ven llorar a un hombre. Para empezar, depende del grado de intimidad que se dispensen. No sorprende que el hombre que se emociona fácilmente y moquea produzca un sentimiento descorazonador.

Algo más cercano a la impotencia y a la debilidad que a la emotividad. Pero hoy, en plena era de la inteligencia emocional y de la neuropolítica, aquel que se muestra pétreo y hierático, imperturbable e impecable, produce desconfianza.

Cómo le dijo el padre judío a su hijo que lloraba, "David no llores porque eso no te deja nada($)".

2 comentarios:

  1. La sensibiidad y el mostrarla nos humaniza indistintamente del género. Puede ser verdad que para algunas mujeres el llanto en los hombres sea descorazonador, muestra de debilidad. Para mi no. Me enternecía mucho cuando veía a mi hijo emocionarse y llorar al ver a Topo Gigio triste porque no tenía a su mamá; tendría entonces unos 8 años. Supe que tenía en él esa empatía que nos hace tan comprensivos antes el dolor ajeno. El ambiente escolar parece que le hizo reprimir su llanto y hoy en día siendo ya un hombre cuando se emociona sus ojos se inundan pero no gotean más. Lástima a él como y a tantos otros el medio ambiente les robó esa libertad de sentir y expresar con el llanto.
    Pongo un enlace con algunas de las conmovedoras fotografías de Sam Tayor Woods.
    http://disembedded.wordpress.com/2008/04/12/sam-taylor-wood-portraits-of-moments-with-crying-men/
    Gracias por darme a conocer su arte.

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  2. A mi me conmueve en lo mas profundo ver a un hombre llorar. Nos han pintado, hecho un cuadro reprentando al hombre como un ser fuerte. Tan solo es fuerte de contener el llanto porque lo que yo he visto a través del tiempo es que son mas sensibles que muchísimas mujeres.
    Solo tengo hijos hombres, somos una familia de llorones al ver películas tristes, unos lo tratan de disimular pero los kleenex al lado lo delatan.
    Mi madre tenía un dicho: no hay que llorar tanto porque las lágrimas se terminan. No se terminan nunca, solamente se aprende, como muchos hombres, a cerrar la llave para que no salgan.

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