miércoles, 3 de noviembre de 2010

Barack Obama, acosado.

Lo que está sucediendo ahora mismo en los Estados Unidos, es algo que debe llevar a la reflexión, el asalto al poder por parte de los conservadores puede ser un signo ominoso y el anticipo a la aprobación o rechazo de leyes fundamentales, de acuerdo a los estrechos criterios de la derecha.

Pero aparte, yo advierto un tono racista en todo esto, la derecha no soporta tener un presidente negro, y también se han ido en contra de los senadores negros, de los cuales cada vez quedan menos en las cámaras de representantes.

La victoria de los republicanos en las elecciones legislativas estadounidenses dejará maniatado al presidente demócrata Barack Obama en los dos años que quedan de legislatura. La Cámara de Representantes pasa a manos de los conservadores y el Senado se mantiene bajo control de los demócratas, pero la toma de decisiones en cuanto a las reformas y a las leyes que quiera impulsar Obama deberá negociarlas con sus adversarios políticos.

Los republicanos han obtenido ya 239 escaños -la mayoría se sitúa en 218- por los 183de los demócratas, que pierden los 60 puestos que van a parar al partido del elefante. Faltan aún 13 asientos por asignar, pero ya tienen asegurada una ventaja superior a la de 54 escaños que obtuvieron en 1994, durante el mandato de Bill Clinton, la última ocasión en la que se produjo un vuelco electoral semejante.

Pasada la medianoche se sabía que Obama había llamado al que será el nuevo líder de la mayoría en relevo de Nancy Pelosi, John Boehner, para expresarle su deseo de "trabajar con él y los republicanos para encontrar terreno común, hacer avanzar el país y conseguir hacer cosas para los ciudadanos estadounidenses".

En su discurso de victoria, Boehner había recordado sus objetivos: recorte de gasto, reducción de las dimensiones del gobierno y reforma del Congreso para "devolver el gobierno a los ciudadanos y reducir el preocupante déficit público".

Algunos analistas ya están aludiendo a que el "efecto Obama" de 2008, el primer negro que asumía la presidencia después de una disputada campaña contra el republicano John MacCain, se ha desgastado tras las elecciones, pero todavía falta por ver si en 2012 los ciudadanos derrocarán ese efecto y si Obama modificará sus planteamientos para no perder el poder.

El mayor consuelo para los demócratas (que no han conseguido repetir la movilización de voto de las presidenciales del 2008) es que han podido mantener el control del Senado, aunque hayan visto reducida su mayoría.

Estos suponen una condena a la política adoptada por el presidente Barack Obama en sus primeros dos años de mandato. El presidente que llegó a la Casa Blanca el 20 de enero de 2009 con una popularidad del 70 por ciento y con la promesa de "Yes We Can" (Sí Podemos), no ha podido responder a las expectativas, a veces contradictorias y a todas luces desmesuradas, que había despertado entre quienes le votaron entonces.

Le han pasado factura medidas como la reforma del sistema sanitario, que pese a lo que esperaban los demócratas no ha ganado popularidad tras empezar a ponerse en marcha, o el fuerte crecimiento del déficit presupuestario al que se vio obligado para estimular la economía tras la crisis financiera de 2008.

Pero su gran "adversario", a pesar de que Estados Unidos está en fase inicial de crecimiento, ha sido la economía, que prometió que sería la gran prioridad de su mandato para reducir el desempleo y dar ánimos a una clase baja y media norteamericana que había visto cómo se esfumaban sus ahorros con la crisis y como miles de ciudadanos no pudieron pagar la hipoteca por el aumento de desempleo en sectores clave como la automoción y el sector industrial.

Con la Cámara de Representantes en manos de los republicanos, tendrá que cambiar también su estrategia política, que hasta ahora había hecho gran uso de las amplias mayorías demócratas en el Congreso. Obama también tendrá que solucionar la comunicación con el público, a la hora de transmitir sus logros, reales o percibidos

Obama y su gabinete la tienen muy complicada de aquí en adelante, siempre bajo el acoso feroz de una derecha peleonera.

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