sábado, 13 de noviembre de 2010

La Brenda y el mar.

Uno de los primeros viajes que hicimos juntos La Brenda y yo, al poco tiempo de habernos conocido, fue al mar.

Yo le propuse visitar las costa de Oaxaca, específicamente a Punta Zicatela, muy próximo a Puerto Escondido, a unos 5 kilómetros de distancia.

Durante muchos años fui en las vacaciones de diciembre a la playa, ya fuera en las costas del Pacífico de los Estados de Jalisco (Barra de Navidad), Michoacán (Playa Azul), Guerrero (Zihuatanejo e Ixtapa) y Oaxaca (Puerto Escondido y Punta Zicatela), siempre acompañado de mi tribu de hijos y esposa en turno. Conozco bien el mar y me agrada contemplarlo por horas, con un libro entre mis manos. Ante tal inmensidad marina no me queda más que reflexionar acerca de la vida misma.

Por qué cuento esto ahora, pues por el motivo siguiente: por un paquete que recibí hoy en mi domicilio de Guatemala, que La Brenda quiso enviarme con carácter de urgente. De nuevo la enorme camioneta amarilla de DHL, se estacionó frente al garage de mi casa y el empleado perfectamente uniformado, me entregó el paquete y le tuve que firmar de recibido.

El paquete era relativamente pequeño, como si fuera una caja de cartón para empacar jabones.

Abrí de inmediato el envío de La Brenda, siempre pensando en encontrar alguna sorpresa, como es su costumbre para sorprenderme. Ahora no venía en su interior alguna prenda de lencería, ni fotos.

Este paquete extraño contenía varios videos que filmamos en los diversos viajes que hicimos al mar, a Punta Zicatela, Oaxaca. Ya no me acordaba de esos videos, porque nunca los vimos después de los viajes. Si me decía la memoria que habíamos filmado horas con una cámara profesional que acababa de adquirir La Brenda, en uno de esos viajes relámpagos que hace a Nueva York.

Yo le propuse que fuéramos a Punta Zicatela, porque ahí mi amigo el arquitecto Luis Santamaría había diseñado y construido unos bellos chalets en una colina con vista al mar, preciosos. A mi amigo arquitecto le pagaban la obra, su trabajo, no con dinero sino con chalets, le habían otorgado dos de esos.

Así que siempre me prestaba uno de esos chalets de la playa, durante todo diciembre, ahí paraba yo con mis hijos para disfrutar del encanto marino, ellos salían temprano y volvían por la noche, sin salir del mar por horas, volvían negros, quemados, tostados.

Su madre les acercaba alimentos y bebidas a la hora de la comida, y vigilaba que las altas olas no los arrastraran mar adentro. Este es uno de los sitios preferidos por los chicos y chicas que practican Surf en muchas costas del mundo (Australia, Hawai, Africa, México).

El asunto es que La Brenda y yo fuimos a parar a Punta de Zicatela a una casa de mi amigo el arquitecto, por espacio de un mes completo.

Como siempre cargué con muchos libros y música cubana. Ella no llevó ningún libro y eso no me sorprendió, ya me había dicho que odiaba leer, y que era una pérdida de tiempo. El caso fue que no me dejó leer agusto, quería demasiada atención, cosa que hice de más o menos buen modo.

Viajamos en avión a esa playa, La Brenda llevaba muchas maletas enormes, que tuve que cargar y empujar varias veces. Estaban repletas de ropa para playa, bikinis al por mayor, todos nuevos, lencería francesa, zapatillas especiales para caminar en la arena, accesorios para combinar con todo lo que traía, docenas de "pareos" esas telas sutiles que envuelven las caderas y las piernas de las mujeres elegantes en el mar.

La rutina era previsible, ella dormía hasta las 11 de la mañana, mientras yo corría unos 10 kilómetros por las arenas calientes de la playa. Después íbamos a comer algo, siempre a buenos restaurantes de Puerto Escondido, ella desayunaba y yo almorzaba, siempre acompañados de cervezas muy heladas o cubas libres que es lo que ella disfruta más en la vida. Luego una siesta para "reponer" energías, siempre en las hamacas matrimoniales del chalet del arquitecto. Después hacíamos el amor frenéticamente y nos provocaba hambre de inmediato y ganas de beber más cervezas bien frías.

La Brenda siempre aparecía en forma espectacular, bien vestida para la ocasión, con cambios de vestuario varias veces al día, para la noche que era fiesta obligada en algún bar o discoteca del rumbo, esas exclusivas dónde un hombre feo y fornido en la puerta discrimina a los "feos" que se asoman por ahí y no les permite la entrada.

La Brenda siempre elegante y muy llamativa, ella llamaba la atención con su estatura y sus ojos verdes, y esa cabellera negra hasta la cintura. Yo feliz con ella, todos los hombre me envidiaban por ese "mujeron" que me conseguí sin querer.

Bailabamos todos los ritmos de la discoteca, hasta el amanecer, ya bebidos y excitados por la cercanía de los cuerpos sudados toda la noche, nos íbamos al chalet y no podíamos dormir, el amor nos consumía las pocas horas antes del amanecer.

Al salir el sol, yo ya me encontraba en la playa observando esa maravilla de todos los días, ese prodigio de energía vital que necesito para cargar mi pila interna.

Y así pasaron los días, los 30 días de estancia en la playa, solo diversión y charlas interascendentes y divertidas con La Brenda. Nunca me permitió tocar un libro, siempre me besaba para distraerme y me acariciaba, y así quién puede hacer otra cosa que no fuera amarla.

Los videos que acabo de terminar de revisar me causaron una gran sorpresa. La mayoría de ellos, lo había olvidado, fueron grabados en una playa nudista que se llama Cipolite y que es mundialmente conocida entre los jóvenes hippies. Aparte de andar desnudos, todos sin excepción, se podía fumar marihuana en cantidades industriales.

Pues los videos muestran el cuerpo escultural de La Brenda, que yo filmé, desnudo, solo con una cinta de colores alrededor de su cabellera negra. Y claro, los infaltables aretes enormes que usa, esas arracadas de plata.

Yo me opuse a que me filmara encuerado, no es mi estilo, soy un honmbre pudoroso a pesar de que soy de mente abierta.

"Negrito: fílmame todo lo que quieras, y ¿dime sí soy guapa?"

La verdad que si, es muy guapa; pero no me arrepiento de haberla soltado para siempre, no eramos compatibles en casi nada. Sólo en el gusto por la vida, claro cada quien a su modo, el de ella me impresionó siempre, el mio es más espiritual, ni modo.

Y la pregunta que me formulo ahora es: ¿Qué hago ahora con 20 videos de La Brenda completamente desnuda de cuerpo y alma?

Sería un crímen de lesa humanidad botar a la basura esos videos de una mujer extraordinaria: Lo primero que tengo que hacer es comentar este incidente con mi amada Aura Marina, ella habrá de comprender que lo que no fue en su año, no es su daño...

1 comentario:

  1. Ja ja ja. Que pregunta mas difícil.
    Que mas que guardarlos y verlos cuando te entre cierta nostalgia por la Brenda. Tu sabrás si en algún momento de la vida se siente nostalgia por alguien con quien compartiste buenos momentos.
    Una actitud de desechar los vídeos solamente se da cuando hay sentimientos negativos como rencor y odio.

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