sábado, 13 de noviembre de 2010

Odiar mata.

La televisión, en general, me parece detestable inclusive la europea, en particular la italiana, destilan vulgaridad y ofensas al publico inteligente, al por mayor.

En Guatemala, los programas televisivos son una auténtica basura, particularmente los que se dedican a las entrevistas.

Sale a cuadro un señor haciendo entrevistas amañandas, que nos las quiere
hacer pasar por entrevistas espontáneas. Vi una que le hizo al alcalde actual y decidí no ver una más. El entrevistador zalamero en exceso, queriendo quedar bien y llamándole "Señor presidente" al alcalde, cuando sí lo fue pero no viene al caso llamarlo de esa forma, cuando ya no lo es.

Otro entrevistador, éste dueño del canal televisivo, multimillonario, que tuvo su programa de entrevistas por casi 20 años, y eso que eran detestables casi todas sus entrevistas. El señor se acaba de largar del país, alegando ¡censura!

En España, escribe Llátzer Moix acerca de ese tipo de entrevistas en TV.

Crecí en una época en la que TVE advertía sobre la audacia de sus contenidos colocando dos rombos en una esquina de la pantalla. La aparición de las figuritas geométricas sugería a los padres que el programa en curso no era recomendable para los hijos moralmente inmaduros. Esta práctica era una versión light de las calificaciones que atribuía la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia a las películas de estreno: 1, 2, 3, 3-R (solamente aptas "para mayores, con reparos") y 4 ("gravemente peligrosas").

Tan pacata tutela moral me hizo refractario a la idea de limitar o desaconsejar. Sin embargo, creo que eso es lo que habría que hacer ahora con algunas tertulias televisivas en las que el concepto de debate ha sido suplantado por el de linchamiento; en las que se ofende a la víctima elegida ese día en particular y a la inteligencia en general. Estos espacios, que se escudan en la libertad de expresión para envilecerla, hallarían mejor acomodo en un canal pornográfico, y merecerían una advertencia similar a la de los paquetes de tabaco. Por ejemplo: este programa daña su buen juicio y sus modales.

El esquema es bien conocido. Un presunto moderador, que, lejos de moderar, azuza a los contertulios como un perrero a su jauría, apunta a un político y luego da la orden de fuego para que le disparen (verbalmente), sin escatimar munición. En la mesa puede haber también un invitado especial, en funciones de testigo de cargo. Y, a veces, un opinador discrepante, mártir del pluralismo, que se expone a ser arrollado por el matonismo imperante.

La última pantomima de este orden que vi tenía por objeto machacar a un ausente Alfredo Pérez Rubalcaba, vicepresidente del Gobierno y objetivo prioritario de la política de acoso y derribo de la derecha cerril. El testigo de cargo que debía acreditar las insidias contra Rubalcaba era el ex policía Amedo, de turbio, indecoroso e invalidante pasado, con quien no quisiera toparme en una comisaría a la hora del interrogatorio. Les ahorraré los detalles groseros que nos deparó este programa, salvo uno aportado por el público del plató.

Uno de sus miembros fue invitado a opinar e, inspirado por el verbo corrosivo de los tertulianos, balbució un análisis de la política exterior española coronado con esta perla: "Si con Moratinos España se bajaba los pantalones, con Trinidad Jiménez se va a bajar las bragas". Su cara de satisfacción tras soltar tal lindeza lo decía todo. Había aprendido de sus maestros y los había superado.

Programas como este quizás no siempre logren el objetivo de triturar a su víctima, ni dignifiquen jamás a quienes vociferan en pos de ella. Pero sí demuestran su capacidad para malear a los espectadores, sacando lo peor de ellos. Por este motivo, insisto en que deberían emitirse con la correspondiente advertencia al consumidor, ya sea la antes sugerida u otra más explícita. Por ejemplo: odiar mata.

1 comentario:

  1. Debe ser ese señor que se ha ido del país, el del monólogo, el que pregunta y contesta, que no deja hablar, el prepotente. No sé como se podía llamar a ello entrevistas. Ni falta que hace.

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