miércoles, 2 de marzo de 2011

Ante la pobreza, elegancia.

La rebelión contra el destino puede adoptar muchas formas. En la República del Congo los hombres han recuperado una actitud quizá contradictoria, pero con ánimo de afirmación. De orgullo. Se trata de la Sociedad de Ambientadores y Personas Elegantes, conocida como Sape. Aunque la pobreza los rodee por todos lados, aunque hayan crecido en la miseria y sus familias sigan en situación precaria, ellos han decidido escapar de esa opresión por vía de la estética.

Vestidos con trajes a la medida de colores estridentes y orginales combinaciones, los sapeurs se mueven entre las calles de tierra, los perros flacos y las destartaladas chabolas como habitantes de un mundo de color, prosperidad y alegría. Una exposición en Casa África, en Las Palmas de Gran Canaria, presenta 80 fotografías sobre este fenómeno realizadas por el congolés Baudoin Mouanda y el español Héctor Mediavila.

La Sape tiene su origen en la historia del congoleño André Grenard Matsoua, que volvió de París en 1922 vestido como un dandy. Causó sensación y surgieron seguidores de inmediato que continuaron con esta "religion del vestido" durante décadas. Entre los más fieles está el músico Papa Wemba. La insistencia en esta actitud por parte de él y los de su generación no era simplemente frívola, surgió como oposición a la imposición de una supuesta vuelta a las raíces culturales del dictador Mobutu Sese Seko. Luego, con las guerras, cayó en desuso.

Hoy se les ve por las calles de Brazzaville y también por las de Kinshasa, capital de la vecina República Democrática del Congo, con sus bastones y los puros en la boca, dos de sus signos de distinción. La exposición en Canarias, comisariada por Mónica Santos y Sandra Maunac, se titula Un sueño de ida y vuelta. La Sape congolesa, y pretende abarcar dos puntos de vista sobre este movimiento. Mouanda lo retrata desde dentro, destacando el lado más exhibicionista de estos personajes, sus poses, su extravagancia.

Mediavila es el observador llegado de fuera que contempla extasiado este desfile teatral y lo enmarca en el medio social del que brota. Entre los dos consiguen un interesante contraste que deja al espectador la tarea de desentrañar la psicología de estas personas que no se resignan a vivir la vida que les ha tocado y que al menos encuentran el escape soñado en el culto a la elegancia. Dar una imagen de prosperidad y riqueza, a pesar de la situación de la que parten los ha convertido en un fenómeno que empieza a interesar a diseñadores internacionales.

Por Fietta Jarque.

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