Día de luto para estudiantes, para profesores, para lectores, para quienes pensaran el país y la literatura: ayer a la noche, en el Sanatorio Güemes, murió David Viñas. Complicaciones derivadas de una neumonía, dirá el parte. Una neumonía a los 83 años de una vida intensa.
“Un maestro que te hacía pasar la literatura por el cuerpo, que te pasaba la pasión por el cuerpo”, definió ayer Renata Rocco Cuzzi, alumna, compañera y amiga de Viñas. Y advierte: “Espero que no lo traten como a un santo, no le gustaría nada...”. “Fue el hombre que inventó la idea de la literatura como un cuerpo sudoroso”, dijo esta madrugada, desde la esquina del Güemes, Horacio González, director de la Biblioteca Nacional.
Es que la historia le pasó por el cuerpo a Viñas.
Un relato: David Viñas había vuelto del exilio hacía pocos años y alquilaba el departamento en el que vivía cuando le concedieron la Beca Guggenheim, que entregaba unos 25 mil dólares. Renunció. No la quiso. El campo intelectual apenas se dividió: los menos aplaudieron el gesto; la gran mayoría se preguntaba si Viñas había enloquecido. Mucho después, el escritor contó lo que le había dicho a un periodista que le cuestionó la renuncia: “Resolví tirar 25 mil dólares por la ventana. Y si me apurás un poco, mirá, fue un homenaje a mis hijos. Me costó 25 mil dólares”.
Viñas tuvo dos hijos: María Adelaida, de 22 años, fue secuestrada y desaparecida en 1976, en el Zoológico de Buenos Aires. Lorenzo Ismael, de 25, fue detenido por la dictadura en el cruce de Paso de los Libres-Uruguayana. “Se me cantó renunciar porque mataron a mis hijos”, casi gritó Viñas que sí, era gritón, aunque él decía que era su tono de voz. Y a no confundirse.
Viñas inició el camino de la lectura política de la literatura argentina, con la que marcó a varias generaciones de lectores y de estudiantes y docentes de la Facultad de Filosofía y Letras. Escribió novelas, teatro, ensayos. Había nacido el 28 de julio de 1927 en Talcahuano y Corrientes, hijo de un padre que le hablaba de la Patagonia fusiladora, del tango y de teatro, y de una madre que evocaba los pogroms y la huída de Odessa, en Ucrania.
En uno de los capítulos de La historia de la literatura argentina, que publicó en los 80 el Centro Editor de América Latina, Viñas contaba: “Se llamaba Esther Porter. Por parte de ella, el acorazado Potemkin (...) pero sobre todo el pelo rojo de Simón. Digo: de Simón Radowitzky. Que había venido con ellos, 18 años, aire bíblico, brazos demasiado largos, ojos transparentes. Y cargarse a Falcón. En un ángulo de la sala había un foto de Simón con uniforme de penado... Ese era el clima. La temperatura. La salsa”. La madre, que murió a los 33 años, decía Viñas, le legó “un componente anárquico”.
Una familia con problemas económicos. Así que Viñas se consigue una beca en el Liceo Militar. Eran los años de la Segunda Guerra Mundial y el escritor contó, años después, haber visto saludos nazis en el patio del Liceo. El estaba más fascinado con la figura del general británico Bernard Montgomery que con la temática alemana que circulaba por esos pasillos. Se hizo echar en quinto año (“concretamente, mandé a la puta madre a un teniente primero”, dijo) y se anotó en Filosofía y Letras. Entre otros intelectuales, en esos otros pasillos conoció a Adelaida Gigli, con la que después de un tiempo se casó y tuvo a sus dos hijos.
Viñas fue presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) y años más tarde fundó, junto con Gigli y su hermano Ismael, la mítica revista Contorno, en la que convivieron el marxismo y el existencialismo, intelectuales como León Rozitchner, Noé Jitrik, Carlos Correas, Oscar Masotta, Ramón Alcalde y Rodolfo Kutsch.
En 1955 publicó Cayó sobre su rostro, su primera novela. Después vendrían otras, clásicos de la literatura argentina: Los años despiadados, Los dueños de la tierra (hace poco publicada como novela gráfica), Un dios cotidiano y Dar la cara, entre muchas otras. Fue Premio Nacional de Literatura dos veces: por Dar la cara y por Jauría.
Desde Literatura política y realidad argentina (1964) hasta Literatura argentina y realidad política: de Lugones a Walsh (1996), Viñas repasó la obra de Sarmiento, Cortázar, “el apogeo de la oligarquía” y “de los jacobinos porteños a la bohemia anarquista”. Algunos críticos llamaron “parricida” a la generación de escritores de la que Viñas formó parte, porque criticaban no sólo el presente, sino la historia escrita. Ellos siguieron adelante, especialmente desde la revista Contorno.
Según Ricardo Piglia, uno de los ejes de la obra de Viñas fue “la indagación sobre las formas de la violencia oligárquica... sobre todo, la dominación oligárquica, la persistencia de esa dominación y sus múltiples manifestaciones en distintos planos de la historia nacional”. Viñas dijo en una entrevista, más llanamente, que el hilo conductor de su vida, la palabra autobiográfica que más se le ajustaba era “injusticia”. Hizo mucho más: fue candidato a un cargo por una alianza de izquierda. Y perdió.
Se había ido al exilio en 1976. Dio clases, anduvo por España, México, Dinamarca, Berlín, California. Escribió, fundó revistas, supo de la desaparición de sus hijos. El habló de ese tiempo como “un cuerpo desmaterializado, distanciado”. Volvió en 1983 a pelear por un espacio, a dar examen. “Toda esa putada”, decía. Y entonces, en 1991, ganó –y rechazó– la beca Guggenheim.
De toda su obra, rescataba el teatro. “Con ‘Lisandro’ es suficiente”, dijo en una entrevista con Ñ. Y, por supuesto, su relectura de la literatura argentina, a partir de Literatura argentina y política. En ese diálogo se atrevió a más: “Yo creo que (Rodolfo) Walsh trasciende a Borges. Si usted me apura, hasta le diría: es mejor que Borges”. Viñas presentaba a Walsh como contrafigura de Borges. Decía que “no es tanto ya la producción de Borges, sino el borgismo que es una especie de sociedad anónima que se ha encargado de congelar, toda la producción literaria y cultural”.
Viñas contó, y dijo que nunca lo había escrito, que en 1951, la primera y única vez que Evita pudo votar, las autoridades de mesa le acercaron la urna a la cama del Policlínico donde estaba internada. Lo que Viñas no escribió, pero contó, es que él era uno de los fiscales de mesa.
No era peronista, dijo. Como dijo compartir ideas con intelectualeskirchneristas pero haber tomado distancia porque “un intelectual no puede ser oficialista”.
Se fue Viñas: un modo de leer más que literatura. Hasta esta madrugada no se sabía dónde lo iban a velar. Sí cuántos ya empezaron a extrañarlo.
Algunas obras
Novela
Cayó sobre su rostro
Los años despiadados
Los dueños de la tierra
Un Dios cotidiano
Dar la cara
En la semana trágica
Hombres de a caballo
Cosas concretas
Jauría
Cuerpo a cuerpo
Prontuario
Tartabul
Teatro
Sarah Goldmann
Maniobras
Dorrego
Lisandro
Tupac-Amaru
Ensayo
Literatura argentina y realidad política: de Sarmiento a Cortázar
De los montoneros a los anarquistas
Momentos de la novela en América Latina
Indios, ejército y fronteras
Los anarquistas en América Latina
Literatura argentina y política:De los jacobinos porteños a la bohemia anarquista
De Sarmiento a Dios: Viajeros argentinos a USA
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