viernes, 25 de marzo de 2011

La Red le salvó la vida solitaria.

Lucía Martinak (69) perdió a su marido hace cuatro años; su tristeza y una sordera total la mantuvieron recluida en su hogar, pero su familia la convenció de aprender a usar una computadora y su vida cambió para bien

Por Martina Rua

En su casa de El Talar, en el partido de Tigre, Lucía Martinak se asoma ansiosa detrás de la puerta que la separa de los 35 grados impiadosos de la tarde veraniega. Con los labios pintados y el pelo arreglado, prepara café y sirve masitas en un living despojado para contar su historia.

Lucía está a punto de cumplir 70 años y es sorda. Utiliza un potente audífono con el que logra captar algunos sonidos si está en una habitación silenciosa. Por esta razón no ve televisión (quizás alguna película subtitulada de vez en cuando), ni tampoco escucha radio. Para responder a cada pregunta presiona su oreja, se hace hacia adelante y presta atención a los gestos de quien le habla.

Comienza haciendo memoria. Su mundo siempre se enmarcó dentro de las casas que compartió durante 42 años junto a su marido, tanto en Buenos Aires como en Córdoba. No recibían muchas visitas ni tampoco salían mucho. Él asumía las tareas que Lucía no podía hacer por su limitación auditiva como atender el teléfono o pedir turnos para el médico.

Entonces, hace cuatro años cuando falleció su compañero Lucía se sintió perdida. "Yo tenía 23 años cuando nos casamos, éramos muy unidos. Estuve muy mal anímicamente, pasaba días sin poder dormir", se anima a decir y para, porque su voz de afina aún más y los ojos celestes se ensombrecen y desdibujan la sonrisa pícara que más tarde sabremos acompaña su humor ácido y elocuente.

Pero su familia, su hija y nietos, percibieron rápido su padecimiento y tuvieron una idea que resultó ser mucho más que un parche para distraerla o mantenerla ocupada. La compra de una computadora fue el puntapié inicial de lo que hoy es una gran pasión en la vida de Lucía.

Video: Las redes sociales, una ventana para salir del dolor

Vida conectada. Fue su nieto el encargado de enseñarle lo más importante. Cómo navegar en Internet, cómo abrir cuentas de mail, cómo usar la red social de la que todos hablan. Lejos de encontrar sólo un pasatiempo en su conexión con el mundo on line, descubrió una pasión que hoy la hace brillar en su silla frente al monitor. "Mi hija y mi nieto me animaron con la computadora. Lo que ellos no imaginaban, y yo tampoco, es que me iba a interesar todo.

Ya perdí la cuenta de la cantidad de direcciones de mail que tengo, seis en Hotmail, siete de Yahoo y varias en Gmail. Las abría para poder responder en Yahoo! Respuestas que permitía una cantidad limitada por día y por cuenta. Las tengo vinculadas, salto de una a la otra en cuestión de segundos", explica para sorpresa de cualquiera y asegura pasar la mayor parte de su tiempo investigando a través de su PC.

También a través de distintas foros Lucía conversa con personas con su misma problemática y con otras enfermedades. Busca acompañar a quienes lo necesiten como a ella la acompañaron en su momento más difícil. "No me imaginé que podía encontrarme con gente tan buena de tantos lugares del mundo. La tecnología me abrió un mundo totalmente diferente, una amplitud de mirada. Yo vivía encerrada y conocía por lo que me contaba mi familia. Conocí el mundo como nunca podría haberlo conocido, todavía me emociono cuando me acuerdo lo que fue ver, por ejemplo, la biblioteca de Rusia o leer sobre mi enfermedad y entenderla más", explica.

Luego, llegó el turno de Facebook donde entabló amistad con un grupo de oyentes (sí, de oyentes) de un programa de radio y se animó a concretar un encuentro con ellos. También se contactó por esta red con el historiador Daniel Balmaceda con el que compartió un café para conversar sobre fotos de la Buenos Aires de hace 50 años. Dos encuentros que partieron de un contacto virtual. Algo que Lucía no creía posible hace unos pocos años.

Para entender un poco "su mundo" basta con mirar el muro de su perfil en la red social para adivinar a una mujer llena de vida, alegre, graciosa y con una mirada aguda. "A las personas de mi edad o personas con alguna limitación física como lo mía u otras les diría que traten de aprender. Si lo hacen los chicos de 3 o 4 años ¿cómo no vamos poder nosotros? Si no puedo en el primer intento o en el tercero podré dentro de 15 días", simplifica Lucía.

Ahora está cansada y sus ojos celestes hablan por ella y piden que el encuentro termine. Mientras posa en su computadora y muestra su habilidad para pasar niveles de juegos o para manejar varios programas a la vez avisa que su afán por aprender no termina. Acaba de abrir su cuenta en Twitter donde prometió en uno de sus primeros mensajes: "espero estar a la altura. Y si no, me subo a un banquito".

Protagonista: Lucía Martinak, (69)
Su historia: Perdió a su marido hace cuatro años. Su tristeza y una sordera total la mantuvieron alejada de la vida social recluida en su hogar. Pero su familia la convenció de aprender a usar una computadora, y a través de las redes sociales, hizo amigos, acompaña a personas que sufren distintos problemas y descubrió su pasión por aprender y descubrir el mundo detrás de su monitor

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