Sigrid Nunez (sin eñe y sin acento) conoció a Susan Sontag en primavera de 1976, cuando tenía 25 años. La ensayista tenía 42, se reponía de un cáncer de pulmón y necesitaba una asistente que mecanografiara sus textos. Nunez llegó recomendada por sus anteriores jefes de 'The New York Review of Books'. Pronto se convirtió en la pareja de David, el hijo de Sontag y se instaló en el apartamento de Riverside Drive, 340 ('340', como lo llamaba todo el mundo) de la autora.
Su relación se despertó todo tipo de especulaciones, a menudo malintencionadas. Ahora, 35 años después, Nunez narra aquellos años en un relato llamado 'Sempre Susan; a memoir of Susan Sontag' (la edición en inglés de Atlas & Co llegará a las tiendas en abril). 'The New York Times' ha publicado un extracto de esas memorias.
"Antes de llegar allí, yo había oído que '340' era una especie de casa okupa. Mientras viví allí, siempre hubo alguien durmiendo en el sofá, siempre había gente de todo tipo que pasaba por allí. A Susan le encantaba salir, pero también le gustaba meter a gente en casa, aunque los acabara de conocer. Diría que me pasé todo el tiempo abriendo la puerta a desconocidos, encontrándome a gente que la esperaba en la cocina (a pesar de que era el cuarto más pequeño de la casa)". Escribe Nunez.
"David, por supuesto, estaba acostumbrado a ese modo de vida. [...] Tanto él como su madre desaprobaban que yo tuviera un sentido más monacal de la vida íntima. Los dos decían que eso representaba una carencia de vitalidad y de curiosidad bastante negativas para una aspirante a escritora. Para David, era una señal de debilidad y un presagio de aburrimiento. Para Susan, las personas introvertidas eran frías y egoístas. Yo debía cambiar".
"Susan odiaba estar sola. Hacer cosas como comer un filete sin compañía eran una especie de castigo. Hubiera preferido cenar con un desconocido o con alguien que no le importara nada antes que cenar sola. No le bastaba con haber pasado la noche con amigos. Cuando llegaba tarde y nosotros ya estábamos en la cama, llamaba a la puerta y nos decía: '¿puedo entrar?'. Lo decía con una timidez que te enternecía".
'¿Quién dice que tengamos que vivir como el resto de la gente? ¿Qué importa lo que digan los demás?', le decía Sontag a Nunez"Probablemente, nunca antes había tenido tanto miedo a la soledad. No sólo or el cáncer de pulmón; también porque, poco a poco, se estaba separando de la mujer que había sido su pareja. Susan no intentaba ocultar lo devastador que hubiese sido para ella que David y yo nos fuéramos a vivir juntos".
"'¡No seas tan convencional', decía ellla cuando yo expresaba mis dudas sobre el hecho de que compartiéramos el mismo techo. '¿Quién dice que tengamos que vivir como el resto de la gente? ¿Qué importa lo que digan los demás?'. Susan tenía razón, pero a mí me afectaba. La gente se sentía libre para decirme cosas que a Susan no le dirían nuca. Y de hecho, yo ya conocía la fama sexual de '340' antes de conocerla".
No hay comentarios:
Publicar un comentario