miércoles, 2 de marzo de 2011

Tenemos miedo al abandono.

Cuando la pregunta latente en la cabeza del niño se materializa, todo toma otra dimensión. El asunto tiene que ver con el indescifrable motivo de un abandono. Ahí es cuando la vida, especialmente la de un hijo adoptado, empieza a centrifugar sobre una dura incógnita casi imposible de despejar. Ese es también el punto de partida de la escritora Nuria Barrios (Madrid, 1962) para construir El alfabeto de los pájaros (Seix Barral), un enjambre de fábulas con las que una mujer trata de cicatrizar la herida que Nix, su hija china de seis años, padece desde que salió del orfanato.

"Hay una opinión de que el niño es feliz solo con el nuevo cariño que recibe después de ser arrancado de un lugar terrible, pero no es tan sencillo. Los niños también tienen que adoptar a los padres. Es un proceso de filiación doble", explica.

"Los niños también tienen que adoptar a los padres", explica la autora
La novela surgió del contacto de Barrios con los hijos adoptados de sus amigas, de una observación de su desarrollo dentro de la nueva vida que les sobrevino un día. "Comienzan con el procedimiento simple de preguntar de qué barriga salieron... y en algún momento siempre acaban preguntando por qué les abandonaron". Y ahí es donde entra la imaginación para afrontar el vacío. Pero ¿conviene inventar historias para explicarles asuntos reales? "Los cuentos que le explica la madre no son mentira, son fantasía. Es imposible contar las cosas o vivir sin fantasía. La realidad es demasiado abrumadora".

Barrios tardó dos años en escribir un libro que empezó a gestar mientras disfrutaba de una beca para escritores en el Estado de Nueva York. Aquel otoño, bandadas de pájaros atravesaban el cielo trazando un dibujo que sirvió de inspiración para parte de la trama, el título y algunos de los caligramas que pueblan las páginas de una novela que no ha querido, en absoluto, reflexionar de forma sociológica sobre la adopción o analizar la situación de los chicos en origen. "No me he querido meter ahí. No siempre los padres pueden ir a los orfanatos. Los niños son muy pequeños, y el olvido es un mecanismo de supervivencia muy poderoso. La novela empieza justo ahí".

Y así, entre la ira de una niña desconcertada y la paciencia de la madre para ir abriéndose paso entre los matorrales de unos recuerdos difusos que se transforman a cada rato en extraño malestar, Nix se convierte en la heroína de su propia historia; como en los cuentos de la literatura infantil, donde el protagonista siempre pasa de huérfano a abandonado. Pero Barrios no lo ha concebido para estar a los dos lados de la frontera entre jóvenes y adultos. "No lo creo, sobre todo por el lenguaje. Pero si pasa, pues estupendo".

Este libro va más allá de la historia que narra y describe con sutileza un inventario de sentimientos emparentados: la soledad de levantarse una mañana en la cuneta de la vida de alguien que dejó de querernos. "Todos tenemos miedo al abandono. Lo mismo cuando estás enamorado. Siempre ha sido así".

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