viernes, 18 de marzo de 2011

Tokio, desierta y a oscuras.

Andenes abarrotados de gente en muchas estaciones a la salida del trabajo, oficinistas caminando por las calles con paso nervioso y mascarilla sobre la boca para protegerse de la potencial radiactividad, hoteles casi al completo cuando el miércoles estaban semivacíos por la falta de turistas porque muchos trabajadores no pudieron regresar a sus domicilios, empresas con la calefacción a medio gas.

De las 54 centrales atómicas de Japón, 11 están paralizadas desde el terremoto

Desde hace días, las pantallas gigantes de la capital están apagadas
Estos fueron algunos de los efectos ayer de la decisión de las autoridades japonesas de reducir el servicio de metro y trenes de cercanías en Tokio para ahorrar energía y del anuncio realizado a media tarde de que llevarían a cabo un gran apagón en esta ciudad de 13 millones de habitantes si los niveles de consumo de electricidad superaban los que se habían registrado por la mañana.

Al final no hubo un apagón generalizado porque, según dijo el Gobierno japonés, no hizo falta, pero sí se produjo el corte del suministro en algunos distritos, que se sumieron en la oscuridad en esta metrópolis habitualmente enaltecida por las luces de neón. Se prevé que las restricciones continúen al menos durante seis meses.

Desde hace varios días, las pantallas gigantes del barrio de negocios de Shibuya -uno de los puntos de referencia de Tokio, debido a su famoso cruce en X, que detiene todo tráfico rodado y permite a los peatones cruzar en todas las direcciones sobre sus bandas de cebra- están apagadas; un duro símbolo de la crisis más grave que vive Japón desde la II Guerra Mundial.

La compañía eléctrica Tokyo Electric Power (Tepco) dijo que la pérdida de la central nuclear de Fukushima y otros daños causados por el terremoto y el tsunami ocurridos el viernes de la semana pasada situaron su capacidad de suministro de energía un 25% por debajo de la demanda. Japón paralizó 11 de sus 54 plantas atómicas después del temblor de tierra. La energía nuclear representa el 30% del total de la capacidad de generación eléctrica de Japón. Según algunas estimaciones, el país perdió por la catástrofe, al menos temporalmente, entre el 10% y el 40% de los 240 gigavatios con que cuenta.

Tokio es ahora mismo una ciudad herida, en su funcionamiento diario y en su orgullo, en la que se están produciendo situaciones que encajan perfectamente con sus películas de animación futuristas.

Aunque las autoridades afirman que la subida de los niveles de radiactividad en la capital, debido al desastre en Fukushima -central situada 240 kilómetros al norte de Tokio-, no supone una amenaza para la salud, muchos residentes en la capital han huido. Otros se han recluido en sus casas, con la despensa repleta. En la tienda Newdays, situada bajo el viaducto de la estación de metro de Yurakucho, las estanterías de la sección de bollería y alimentos frescos están vacías.

Calles normalmente inundadas de gente ahora están semidesiertas, muchos negocios han cerrado y otros como los restaurantes del lujoso barrio de Ginza han perdido una buena parte del negocio. Además, han comenzado a producirse problemas de desabastecimiento de combustible, con colas hasta de dos horas para echar gasolina y cupos de 20 litros por coche en algunas estaciones de servicio. En la ciudad, flota un estado de ansiedad.

A las cinco de la tarde, centenares de personas salen de la torre de oficinas Harumi Island Triton Square, donde se encuentra la sede del grupo de importación y exportación Sumitomo. Los oficinistas dejan el lugar con paso rápido.

Dos niños caminan cubiertos con una capucha que les cubre hasta los hombros para protegerse de la potencial radiactividad. La misma imagen se reproduce en la escuela elemental Tsukishima Dai-San, cerca de Ginza. Tokio hace frente a la amenaza nuclear.

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