Como ya he afirmado con anterioridad y respecto a otras administraciones, el Centro Universitario de Teatro (CUT), desde hace ya un tiempo bajo la dirección de Mario Espinosa, procura tender a los alumnos que terminan el diplomado y, por lo tanto dejan de ser estudiantes para seguir un camino profesional, un puente para que accedan al mundo teatral.
El CUT no sólo los arropa con un montaje que tenga los ingredientes de una escenificación seria, sino que además, y esto es lo más importante, invita a un director de prestigio que no pertenezca a su planta docente, para que los actores obtengan desde sus inicios el encuentro con alguien diferente a sus maestros, lo que sin duda redundará en una mayor comprensión futura de lo que pueden solicitarles diversos creadores escénicos.
En esta ocasión fue invitado el reconocido teatrista argentino Rubén Szuchmacher para que les dirigiera Historias abominables basada en algunas de las escenas de Terror y miserias del Tercer Reich de Bertolt Brecht, en una dramaturgia del director y de Lautaro Vilo que disecciona y mezcla fragmentos de estas historias para ofrecerlas de manera entrecortada.
Las escenas elegidas por ambos teatristas argentinos nunca muestran una violencia física implícita, sino esa violencia soterrada de los regímenes dictatoriales capaces de la mayor brutalidad que ensombrecen la vida cotidiana e insuflan el miedo en todas las capas sociales.
Szuchmacher –que dedica esta escenificación a su hermana, la entrañable Perla– corre cierto riesgo al proponer su espectáculo a actrices y actores incipientes que deben doblar papeles, cambiando a cada momento no sólo de atuendos, sino de personajes con todo lo que eso significa, y entrar a cada escena en el momento en que la habían dejado para interpretar otro fragmento de otra historia.
Se antoja difícil y evidentemente lo es, me imagino que hasta para elencos más experimentados, pero hay que tomar en cuenta la trayectoria del director y que esta generación 2007-2011 (Ana Belén Aguilar, Itzel Aparicio, Emiliano Yánez de la Mora, Pedro de Tavira Egurrola, Axel García, Rodrigo León, Carlos Alejandro Tavera, Adryana Marroquín, Génesis Orgaz, Elizabeth Pedroza, Sergio Rüed, José Juan Sánchez, Sofía Sylwin y Édgar Valadez) es muy brillante y cumple el reto de su director de manera disciplinada y sin remilgos.
Algunos tocan el piano que queda al fondo como parte de la escenografía, dos actrices cantan rivalizando, todos cantan y bailan en coreografía de Szuchmacher –la música y el baile son dos de sus profesiones estudiadas– e Irma Montero.
Las mismas dificultades de este montaje, que incluye escenas cómicas como las de los físicos o las de los panaderos y otras que apenas dejan entender pasiones y temores, en un ritmo vertiginoso, ofrecen a los que ya se convierten en profesionales instrumentos para su futuro desempeño, que espero que sea exitoso, como espero ver más trabajos mexicanos de Rubén, también traductor en este caso de la obra de Brecht.
A reserva de omitir alguna, y por si algún espectador tiene curiosidad, daré la lista de historias seleccionadas: El gran desfile alemán, La cruz de tiza, La búsqueda del derecho, Los físicos, La mujer judía, El soplón, Socorro de invierno, Los dos panaderos, El liberado, La consigna, La hora del obrero. La escenografía es diseño del maestro José de Santiago Silva, tan íntimamente ligado al CUT y a la difusión cultural universitaria, y consiste en algunos muebles –uno un sofá con mesa del centro unida, otro, el escritorio del juez o los de la cocina del encuentro con el SS, por mencionar algunos– y unas proyecciones, que contrasta en su parquedad con un excelente y apropiado vestuario, en alguna ocasión chistoso como el de los panaderos, también debido al maestro De Santiago, mientras la iluminación corresponde a Francisco Álvarez, el maquillaje a Mario Zarazuga y los peinados a Maricela Estrada, que contribuyen a ubicar la época.
La versión mexicana del texto corresponde a la actriz Micaela Gramajo, mientras la banda sonora es de Jacobo Lieberman sobre temas de Friedrich Hollaender en esta escenificación que vale la pena ver más allá del interés por los estudiantes del CUT.
Por Olga Harmony.
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