"El material humano", secuelas de la dictadura en Guatemala
El escritor guatemalteco Rodrigo
Rey Rosa describe en esta novela el clima de temor y persecución que, ya
en el siglo XXI, aún persiste en el país centroamericano.
Eduardo Gálvez
Publicado: 18/05/2013 13:19
Publicado: 18/05/2013 13:19
Castillo Román Jorge. Nace en 1920.
Fichado en 1955 por comunista; Sarceño O. Juan. Nace en 1925.
Jardinero. Fichado en 1945 por bailar tango en la cervecería “El
Gaucho”, donde es prohibido; Galindo Méndez Francisco. Pintor.
Fichado en 1937 por vago e incorregible; uno más, Serrano E.
Vicente. Nace en 1926. Fichado en 1937 por lustrar botas sin tener
licencia.
La lista podría continuar y llenar páginas con los nombres de miles de personas vigiladas por los diferentes regímenes de gobierno de Guatemala a lo largo del siglo XX.
Sin embargo, con algunas decenas de ejemplos es suficiente para mostrar “la índole arbitraria y muchas veces perversa de nuestro típico y original sistema de justicia, que sentó las bases para la violencia generalizada que se desencadenó en el país (Guatemala) en los años ochenta y cuyas secuelas vivimos todavía”.
Las fichas corresponden al archivo del Gabinete de Identificación, creado en 1922. En 1969, por voluntad de la Embajada de Estados Unidos, el sistema se modificó para que los investigadores estadunidenses pudieran interpretar las fichas sin dificultad: a partir de ese año sólo se registraron el nombre, la edad y las huellas dactilares.
“Después de 1966, en Guatemala no se registran más presos políticos; comienza la era de las desapariciones forzadas, cárceles clandestinas y ejecuciones extrajudiciales… Dictadura guatemalteca: 45 mil desaparecidos (y 150 mil ejecuciones) en treinta y seis años”.
Con estos antecedentes de fondo, y en un clima de temor y sentimiento de persecución que aún persiste, el escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa escribió la novela El material humano (Anagrama, 2009), en la que narra el capítulo de la vida de un escritor -tal vez él mismo-, en el que decide dedicarse, ahora entrado el siglo XXI, a investigar el contenido y la historia del mencionado Gabinete de Identificación.
“Aunque no lo parezca, aunque no quiera parecerlo, ésta es una obra de ficción”, dice en la primera página de su novela Rodrigo Rey Rosa. La cita no es fortuita, y menos cuando el pasado viernes 11 de mayo, la justicia de Guatemala sentenció a 80 años de prisión al general Efraín Ríos Montt (http://www.jornada.unam.mx/2013/05/11/mundo/020n1mun), “por haber ordenado, supervisado y permitido” la masacre, a manos del Ejército, de mil 771 indígenas del pueblo Ixil, durante los 17 meses que gobernó de facto en 1982 y 1983.
En El material humano, su protagonista también parece estar en la búsqueda de justicia, y es que su madre también fue víctima del secuestro. En esa búsqueda, el escritor consigue entrevistar al hijo del general que creó el Gabinete de Identificación, Benedicto Tun.
Sin embargo, las secuelas de la dictadura perviven: le prohíben, después de un tiempo, el acceso al archivo; comienza a recibir llamadas anónimas, sufre de insomnio y pesadillas, el temor de que le ocurra algo a su familia no se disipa con el paso de los años.
Su vida como escritor continúa. Presentaciones, lecturas de cuentos, viajes a otros países. Pero los recuerdos oscuros, las miles de personas fichadas en tarjetas, el contacto con la gente que fue partícipe de los regímenes del siglo anterior, parecen no dejarlo en paz.
La lista podría continuar y llenar páginas con los nombres de miles de personas vigiladas por los diferentes regímenes de gobierno de Guatemala a lo largo del siglo XX.
Sin embargo, con algunas decenas de ejemplos es suficiente para mostrar “la índole arbitraria y muchas veces perversa de nuestro típico y original sistema de justicia, que sentó las bases para la violencia generalizada que se desencadenó en el país (Guatemala) en los años ochenta y cuyas secuelas vivimos todavía”.
Las fichas corresponden al archivo del Gabinete de Identificación, creado en 1922. En 1969, por voluntad de la Embajada de Estados Unidos, el sistema se modificó para que los investigadores estadunidenses pudieran interpretar las fichas sin dificultad: a partir de ese año sólo se registraron el nombre, la edad y las huellas dactilares.
“Después de 1966, en Guatemala no se registran más presos políticos; comienza la era de las desapariciones forzadas, cárceles clandestinas y ejecuciones extrajudiciales… Dictadura guatemalteca: 45 mil desaparecidos (y 150 mil ejecuciones) en treinta y seis años”.
Con estos antecedentes de fondo, y en un clima de temor y sentimiento de persecución que aún persiste, el escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa escribió la novela El material humano (Anagrama, 2009), en la que narra el capítulo de la vida de un escritor -tal vez él mismo-, en el que decide dedicarse, ahora entrado el siglo XXI, a investigar el contenido y la historia del mencionado Gabinete de Identificación.
“Aunque no lo parezca, aunque no quiera parecerlo, ésta es una obra de ficción”, dice en la primera página de su novela Rodrigo Rey Rosa. La cita no es fortuita, y menos cuando el pasado viernes 11 de mayo, la justicia de Guatemala sentenció a 80 años de prisión al general Efraín Ríos Montt (http://www.jornada.unam.mx/2013/05/11/mundo/020n1mun), “por haber ordenado, supervisado y permitido” la masacre, a manos del Ejército, de mil 771 indígenas del pueblo Ixil, durante los 17 meses que gobernó de facto en 1982 y 1983.
En El material humano, su protagonista también parece estar en la búsqueda de justicia, y es que su madre también fue víctima del secuestro. En esa búsqueda, el escritor consigue entrevistar al hijo del general que creó el Gabinete de Identificación, Benedicto Tun.
Sin embargo, las secuelas de la dictadura perviven: le prohíben, después de un tiempo, el acceso al archivo; comienza a recibir llamadas anónimas, sufre de insomnio y pesadillas, el temor de que le ocurra algo a su familia no se disipa con el paso de los años.
Su vida como escritor continúa. Presentaciones, lecturas de cuentos, viajes a otros países. Pero los recuerdos oscuros, las miles de personas fichadas en tarjetas, el contacto con la gente que fue partícipe de los regímenes del siglo anterior, parecen no dejarlo en paz.
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