domingo, 12 de mayo de 2013

Niño lector

Niño lector adulto
Bárbara Jacobs
El obituario que leí de E. L. Konigsburg (Elaine Lobl Konigsburg) me intrigó y me conmovió tanto que literalmente frenéticamente leí lo que encontré suyo de inmediato y encargué lo demás, incluyendo la primera versión de una película basada en una de sus novelas. Se trata de una autora muy conocida, según me enteré, entre los niños de hoy y los que lo fueron cuando ella empezó a publicar, que fue en los años 60 y en Estados Unidos, donde nació y murió (1930-2013), famosa y muy querida. Escribió literatura infantil y juvenil, ubicada en esa clasificación por intenciones y voluntad propias, textos que además ella misma ilustró. Ignoro si está traducida al español o a qué idiomas. Lo que pedí suyo es su título más conocido, From the Mixed-Up Files of Mrs. Basil E. Frankweiler (algo así como textualmente De los archivos revueltos de la señora Basil E. Frankweiler), que no sé con qué suerte correría, habrá corrido o corra en Hispanoamérica, no tanto por el título como por el tema, pues trata de una niña y su hermano menor que escapan de su casa para vivir en grande, aunque de polizones o de incógnitos, en el Metropolitan Museum of Art, en la ciudad de Nueva York. La autora ha contado que la inspiración para esta novela surgió de una ocasión en que sus hijos pequeños se quejaron porque en una excursión que ella les organizó echaron de menos las comodidades de su hogar, lo que a ella la llevó a pensar que, si un día sus niños dejaban la casa paterna, no se iban a conformar con nada que no compitiera con la elegancia del Metropolitan Museum of Art.
A mí se me antoja enormemente leerlo, pero mientras me llega por correo postal, leí su Talk Talk: A Children’s Book Author Speaks to Grown-Ups (que, aunque se pierda su sentido onomatopéyico de toc-toc, como hace quien llama a la puerta, y otros, como el de palabrería, podría traducirse formalmente como Plática tras plática: una autora para niños habla a los adultos o ... habla para adultos o ... se dirige a los adultos) que recibí electrónicamente en el acto. En efecto consiste en una reunión de pláticas más que de conferencias que la autora dio en diferentes lugares y ocasiones a lo largo de su muy fructífera y exitosa vida de escritora, pláticas que, por supuesto, trabajó sobre todo desde el punto de vista del estilo a la hora de reunirlas para su publicación.
El libro me fascinó, lo que se demuestra por la acaparadora y arrolladora manera que su lectura tuvo de atraparme durante un par de días, en que me vi forzada a interrumpir mis otras lecturas del momento, a pesar de que estas otras también me han tenido más que apasionada y exaltada. Pero si ahora me ocupo con énfasis en el texto de Konigsburg es por todo lo que me ha sugerido por lo que se refiere a reflexiones. Antes que otras, la del camino particular que llevó a la autora de la química, materia de la que se graduó y sobre la que hacía investigación, a la literatura infantil más ficticia posible, sin pasar por, ni dirigirse a, la ciencia ficción en lo absoluto. Aunque hay que decir que es más que probable que E. L. Konigsburg deba a su mente científica pura su entrenamiento en la práctica de investigar o, lo que es lo mismo, en la de no asentar un solo dato –y aún menos ante un niño– que no se pueda fundamentar. Valor este que, en manos de Konigsburg, presta toda la autoridad de la ciencia no sólo a la ficción, sino a la ficción infantil, que no es poco decir.
Talk Talk... es el trabajo de un autor literario y culto; no sólo imaginativo y ma-- o pa-- ternal; de un autor conocedor de su materia prima, que es el lenguaje. Lo conoce, lo analiza, lo ama al grado de jugar con él. Me llama particularmente la atención la proclividad innata que Konigsburg tuvo hacia la literatura y el arte, pues no nació en un medio que la alentaran en este sentido. De ahí que impresione más la energía con la que se volcó a estas ocupaciones, la determinación que mostró para decir cuanto quisiera, con la claridad, con la verdad, con la que hay que exponer cualquier tema a un niño para no perder su atención ni por un instante, para estimular su curiosidad.
Avivó las mías. Estoy a la espera ansiosa de leer las aventuras de esos hermanos fugitivos que se atrevieron a abandonar todo, incluso la seguridad de la casa paterna, donde les iba bien, con tal de arriesgarse a experimentar con lo imposible.

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