Hispanos: el liderazgo que viene
Los 50 millones de latinos de EE UU tienen una influencia global creciente
Huntington estaba equivocado. Parece una obviedad volver a repetirlo,
pero ahora son los hechos los que han venido a desmentir una hipótesis
que hace aguas: lejos de suponer una amenaza, los hispanos constituyen
una fuerza viva en el seno de la sociedad estadounidense, cuya
contribución a su prosperidad —históricamente acreditada— es más
evidente que nunca.
En este sentido, la clave se encuentra en un rasgo decisivo que descubrimos detrás de los 50 millones de hispanos registrados en el último censo: su juventud. En estos momentos la nueva generación de millennials hispanos está influyendo positivamente sobre la vida política, social y artística de Estados Unidos, definiendo sus hábitos de consumo y, por tanto, condicionando las estrategias empresariales, la evolución de la economía y el crecimiento estadounidense.
En una época de cambios profundos, en la que el porvenir de las naciones occidentales reclama una sociedad civil enérgica y resuelta, es difícil concebir un colectivo más adecuado para estimular el progreso que el hispano-estadounidense.
Un colectivo con más de dos millones de estudiantes formándose en las universidades del país y con un prestigio profesional en auge, cuyo acceso a las nuevas tecnologías se sitúa en niveles similares al de la media nacional, igual por cierto que su poder adquisitivo —lo que ha dado lugar a la eclosión de un mercado emergente— y cuya capacidad de interlocución con el continente americano es inmejorable, como también lo es, y cada vez más, con el asiático.
De ello deriva su creciente influencia global, que además se beneficia de la irradiación que Estados Unidos proyecta en todo el mundo y que resulta incuestionable en el terreno de la cultura: así, cuando se afirma que lo hispano ha conquistado Hollywood, lo que inmediatamente viene detrás es su propagación universal. Así sucedió hace poco cuando el poeta Richard Blanco intervino en la toma de posesión del presidente Barack Obama y su imagen y sus palabras aparecieron reproducidas, en tiempo real, en todos los medios del mundo.
Tal ensanchamiento hispano es esencial para reforzar la visibilidad exterior española, siempre que se proceda a una aproximación inteligente, en clave de invitación a un proyecto compartido. Un proyecto que, de forma análoga a la “anglosfera” de la Commonwealth, parta de una idea de “hispanosfera” que aglutine nuestro potencial simbólico y abra un espacio en el que los hispanos estadounidenses sean la vanguardia que recoja al tiempo su doble legado democrático y cultural.
Ciertamente, son muchos los matices que se han de introducir, empezando por el del reconocimiento de la pluralidad de orígenes de los que proceden. Sería torpe subestimar los lazos íntimos que conectan a los hispanos con México, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y demás países iberoamericanos. Sin embargo, no creo que hablar de una comunidad hispana “transnacional”, aun involuntaria —y plenamente estadounidense— constituya una invención. Tampoco se me oculta la condición prioritariamente norteamericana de los hispanos. En esta línea, la única forma de apuntalar nuestros vínculos es mediante una mayor y más estrecha relación con Estados Unidos, nación que tiene en España a un socio estratégico de primer orden, serio y fiable. De este modo, la “hispanosfera” no trataría en absoluto de rivalizar con el inglés o con el estilo de vida anglo-americano, lo cual resultaría absurdo, sino de robustecer el horizonte de los valores comunes aprovechando el empuje hispano.
Miami ilustra fantásticamente esta pujanza hispana como epicentro del comercio interamericano y centro de gravedad de sus industrias culturales: una ciudad cuyo dinamismo plasma, quizá como ninguna otra en el mundo, toda la riqueza y diversidad de la música, la literatura y las artes plásticas y escénicas latinas. Se trata de una geopolis hispana en miniatura, con casi un 70% de hispanohablantes, que además de reflejar bajo la bandera estadounidense el crisol latinoamericano y ser parada obligatoria para lanzar al estrellato a tantos talentos artísticos, se ha convertido en un importantísimo enclave económico para España.
Qué mejor ciudad que esta capital latina para acoger la V Convención de los Jóvenes Líderes Hispanos, coincidiendo con el Quinto Centenario del Descubrimiento de la Florida por Ponce de León. Impulsado por la Fundación Carolina, el encuentro pulsa las oportunidades que el mundo hispano suscita, sin perder de vista la apuesta última de renovar, desde sus propias raíces, la fibra de Occidente. Una apuesta sin duda ganadora.
En este sentido, la clave se encuentra en un rasgo decisivo que descubrimos detrás de los 50 millones de hispanos registrados en el último censo: su juventud. En estos momentos la nueva generación de millennials hispanos está influyendo positivamente sobre la vida política, social y artística de Estados Unidos, definiendo sus hábitos de consumo y, por tanto, condicionando las estrategias empresariales, la evolución de la economía y el crecimiento estadounidense.
En una época de cambios profundos, en la que el porvenir de las naciones occidentales reclama una sociedad civil enérgica y resuelta, es difícil concebir un colectivo más adecuado para estimular el progreso que el hispano-estadounidense.
Un colectivo con más de dos millones de estudiantes formándose en las universidades del país y con un prestigio profesional en auge, cuyo acceso a las nuevas tecnologías se sitúa en niveles similares al de la media nacional, igual por cierto que su poder adquisitivo —lo que ha dado lugar a la eclosión de un mercado emergente— y cuya capacidad de interlocución con el continente americano es inmejorable, como también lo es, y cada vez más, con el asiático.
De ello deriva su creciente influencia global, que además se beneficia de la irradiación que Estados Unidos proyecta en todo el mundo y que resulta incuestionable en el terreno de la cultura: así, cuando se afirma que lo hispano ha conquistado Hollywood, lo que inmediatamente viene detrás es su propagación universal. Así sucedió hace poco cuando el poeta Richard Blanco intervino en la toma de posesión del presidente Barack Obama y su imagen y sus palabras aparecieron reproducidas, en tiempo real, en todos los medios del mundo.
Tal ensanchamiento hispano es esencial para reforzar la visibilidad exterior española, siempre que se proceda a una aproximación inteligente, en clave de invitación a un proyecto compartido. Un proyecto que, de forma análoga a la “anglosfera” de la Commonwealth, parta de una idea de “hispanosfera” que aglutine nuestro potencial simbólico y abra un espacio en el que los hispanos estadounidenses sean la vanguardia que recoja al tiempo su doble legado democrático y cultural.
Ciertamente, son muchos los matices que se han de introducir, empezando por el del reconocimiento de la pluralidad de orígenes de los que proceden. Sería torpe subestimar los lazos íntimos que conectan a los hispanos con México, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y demás países iberoamericanos. Sin embargo, no creo que hablar de una comunidad hispana “transnacional”, aun involuntaria —y plenamente estadounidense— constituya una invención. Tampoco se me oculta la condición prioritariamente norteamericana de los hispanos. En esta línea, la única forma de apuntalar nuestros vínculos es mediante una mayor y más estrecha relación con Estados Unidos, nación que tiene en España a un socio estratégico de primer orden, serio y fiable. De este modo, la “hispanosfera” no trataría en absoluto de rivalizar con el inglés o con el estilo de vida anglo-americano, lo cual resultaría absurdo, sino de robustecer el horizonte de los valores comunes aprovechando el empuje hispano.
Miami ilustra fantásticamente esta pujanza hispana como epicentro del comercio interamericano y centro de gravedad de sus industrias culturales: una ciudad cuyo dinamismo plasma, quizá como ninguna otra en el mundo, toda la riqueza y diversidad de la música, la literatura y las artes plásticas y escénicas latinas. Se trata de una geopolis hispana en miniatura, con casi un 70% de hispanohablantes, que además de reflejar bajo la bandera estadounidense el crisol latinoamericano y ser parada obligatoria para lanzar al estrellato a tantos talentos artísticos, se ha convertido en un importantísimo enclave económico para España.
Qué mejor ciudad que esta capital latina para acoger la V Convención de los Jóvenes Líderes Hispanos, coincidiendo con el Quinto Centenario del Descubrimiento de la Florida por Ponce de León. Impulsado por la Fundación Carolina, el encuentro pulsa las oportunidades que el mundo hispano suscita, sin perder de vista la apuesta última de renovar, desde sus propias raíces, la fibra de Occidente. Una apuesta sin duda ganadora.
Jesús Andreu es Director de la Fundación Carolina
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