Con 426 euros al mes y de vuelta a la habitación de soltero”
Juan Martín y su mujer Cecilia viven solo con la prestación asistencial en L’Hospitalet de Llobregat
Clara Blanchar
Barcelona
25 ABR 2013 - 08:39 CET
Juan Martín (42 años) y su mujer Cecilia (39) están viviendo en casa
de los padres de él, en su habitación de soltero en L’Hospitalet de
Llobregat (Barcelona). Son dos del casi 1,4 millones de personas que
cobran una prestación de nivel asistencial, las que se cobran cuando se
ha agotado el subsidio del paro. Se instalaron en el cuarto de Juan tras
entregar el piso que no podían pagar al BBVA: dación en pago. El año
pasado se firmaron 11.441 de primeras vivienda en toda España.
Cómo llegaron a no poder pagar es una secuencia que se repite en miles de casos: un piso comprado en 2007 “cuando teníamos buenos empleos y buenas nóminas” (en una naviera él, dentista ella), una cuota que se dispara el primer año de mil y algo euros a casi dos mil, el azote del paro a partir de 2010 y dejar de pagar un par de años después. “La cuota no superaba un tercio de los ingresos, no gastamos por encima de nuestras posibilidades”, lamenta Martín hablando por teléfono rodeado de cajas en el cuarto donde creció.
“Ya ves, con 42 años, con la ayuda de los 426 euros, en la habitación de soltero, rodeado de cajas y sin trabajo ni perspectivas de tenerlo, estamos pensando en marcharnos”, asegura, y pide que la foto se haga en la calle en deferencia a sus padres, “que bastante hacen”. Los ingresos no les llegan ni para ahorrar un poco para pagarse billetes y sobrevivir un par de meses en el extranjero. “Lo que hacemos es comer y ayudar a mis padres en los gastos”, explica Juan.
Para evitar tener que volver a casa de los padres, la pareja intentó negociar con el banco que tras entregar el piso les dejaran quedarse pagando un alquiler, pero “el BBVA respondía que no lo contemplan”, asegura.
Cómo llegaron a no poder pagar es una secuencia que se repite en miles de casos: un piso comprado en 2007 “cuando teníamos buenos empleos y buenas nóminas” (en una naviera él, dentista ella), una cuota que se dispara el primer año de mil y algo euros a casi dos mil, el azote del paro a partir de 2010 y dejar de pagar un par de años después. “La cuota no superaba un tercio de los ingresos, no gastamos por encima de nuestras posibilidades”, lamenta Martín hablando por teléfono rodeado de cajas en el cuarto donde creció.
“Ya ves, con 42 años, con la ayuda de los 426 euros, en la habitación de soltero, rodeado de cajas y sin trabajo ni perspectivas de tenerlo, estamos pensando en marcharnos”, asegura, y pide que la foto se haga en la calle en deferencia a sus padres, “que bastante hacen”. Los ingresos no les llegan ni para ahorrar un poco para pagarse billetes y sobrevivir un par de meses en el extranjero. “Lo que hacemos es comer y ayudar a mis padres en los gastos”, explica Juan.
Para evitar tener que volver a casa de los padres, la pareja intentó negociar con el banco que tras entregar el piso les dejaran quedarse pagando un alquiler, pero “el BBVA respondía que no lo contemplan”, asegura.
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