viernes, 26 de abril de 2013

Vieja tuitera

A la vejez, tuitera

Como no tenía bastante con sudar tinta juntando letras por contrato, ahora pierdo el culo por juntarlas por vicio


¿Te quieres creer que después de soltar sapos y culebras contra los papanatas digitales, me he enganchado a Twitter como una pipiola? Coherente que es una. Como no tenía bastante con sudar tinta juntando letras por contrato, ahora pierdo el culo por juntarlas por vicio. Como que me llevo el smartphone al excusado. Sí, qué pasa, yo al menos tuiteo solo el tiempo de evacuación, no veo películas enteras sentada en el trono, como hace el 16% de la peña, según no sé qué estudio de no sé qué consultora, que digo yo que con el hambre que hay en el mundo no sé por qué se gastan tanta pasta en esas chorradas. Total, que estaba ya sopesando ingresarme en un centro de desintoxicación, como Sofía Cristo, pobre, que se hizo un Deluxe para confesarnos así, entre ella y nosotros, sus adiccciones y de paso pagarse el tratamiento, cuando caigo en que Carmen Lomana y Cristina Kirschner también tuitean como posesas. Así que yo, que soy cinco minutos más joven y más nativa digital que ellas, no voy a ser menos. Para cotorra, mi menda.
La cuenta Lomana —@Carmen_Lomana, con guión bajo, toda sencilla— es una oda a la buena vida que ni Petrarca.
La cuenta Lomana —@Carmen_Lomana, con guión bajo, toda sencilla— es una oda a la buena vida que ni Petrarca. Un no parar de eventos, veladas, amor y lujo. Y más autobombo que en la tamborrada de Calanda, aunque eso no es noticia en ese gallinero donde la cosa es darse pisto. Que si su blog, que si su web, que si su perfume, que si su libro. Por no hablar de las fotos. Ella, con un modelazo de Valentino de su fondo de armario, ella con un pedrusco rollo Felipe González al pescuezo, ella con Mario Vaquerizo colgado del bracete de complemento. Ella, ella, ella. Y una ristra de retuiteos de lisonjas de su parroquia que da risa, vergüenza, y pena, penita, pena. “Bedtime, queridos”, se despide la diosa cada noche, poliglotísima. Que corta el rollo, vamos, aunque queda muchísimo más ideal que decirles a tus 142.000 feligreses que te vas a la piltra.
La vieja Cristina —no lo digo yo, lo dice el presidente uruguayo José Mujica— es aún más cursi. @CFKArgentina, qué menos, se hace llamar la diva. Ella no teclea, ametralla. Tuitorrea aguda es lo que tiene, y yo la entiendo: 140 caracteres para un argentino es un monosílabo. Ciento dieciocho (118) tuits, uno detrás de otro, precisó para relatar al orbe su visita a la tumba de Hugo Chávez. Oye, yuyu del bueno da leerlos, ni con Edgar Allan Poe se te vienen tan arriba los vellos. “De algún lugar se oye a Hugo cantando bajito, como si flotara”, tuitea la proceresa ante los restos del prócer. Mira, solo de pensarlo me dan ganas de ir al baño, con o sin smartphone.
Cristina Kirchner no teclea, ametralla. Tuitorrea aguda es lo que tiene
Hablando de pijadas, me postro ante Tamara. La niña Falcó Preysler, que se sepa, no tiene Twitter. Se ve que escribir no es lo suyo, pero raja por los codos. “No sabía que había gente pasando hambre en España. O sea, en África sí, pero no aquí”, le confiesa al colega Luis Nemolato, en una entrevista antológica en Lecturas. Y eso que es de misa diaria, seguro que su párroco solo sermonea de cintura para abajo, como Rouco. Llámame Ada Colau, quincemera, lo que quieras, pero con la medalla de oro y brillantes de la Virgen de Lo Que Sea que llevas al cuello comía una familia una temporada, Sor Tamara de los Pobres.


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