Margaret Thatcher también supo amar
La única biografía autorizada revela las complejas relaciones sentimentales de la ex primera ministra británica
De Margaret Thatcher
siempre se ha dicho que rehuía la compañía de las mujeres y que siempre
prefirió la de los hombres. Pero se conoce muy poco de su pasado
sentimental, salvo el hecho de que nunca se ha puesto en duda el papel crucial que jugó su marido Denis en su carrera política
y su equilibrio personal. Desde hoy, los británicos van a conocer un
poco más sobre la compleja personalidad de la única mujer que ha
conseguido ser primera ministra de Reino Unido, porque se pone a la
venta la primera parte de Margaret Thatcher. La biografía autorizada, del periodista Charles Moore.
Se trata de la única biografía de Thatcher en la que el autor ha contado con la plena colaboración de la ex primera ministra. Más aún: es una idea de ella misma, que en 1997 eligió como autor a este ex director del muy conservador diario The Telegraph. Le dio todas las facilidades posibles: entrevistas con ella, acceso a sus papales personales y acceso apadrinado por ella a sus amigos y familiares. Con dos condiciones clave: la obra no se publicaría hasta que ella hubiera fallecido y la propia Thatcher jamás la leería. Eso le daba libertad no solo a ella a la hora de hablar, sino a sus familiares y amigos (o rivales), que al hablar con Moore sabían que Thatcher nunca sabría lo que habían dicho sobre ella.
El primero de los dos volúmenes empezó a imprimirse el pasado miércoles por la noche, a las pocas horas del funeral de Thatcher celebrado en la catedral de San Pablo. Esta primera entrega, con el subtítulo de Nor for turning, en alusión a la famosa frase pronunciada por Margaret Thatcher para dejar claro que no iba a cambiar de política a pesar de su impopularidad, aborda la infancia y juventud de Thatcher. Retrata su vida familiar y personal; la influencia de su padre, Alfred Roberts, el austero y muy religioso tendero metodista de Dartford; su entrada en política; su vida amorosa; su escalada en el partido; su llegada al Gobierno; sus difíciles primeros años en Downing Street; sus relaciones con Ronald Reagan y con Mijáil Gorbachov; hasta acabar con el triunfo en la guerra de las Malvinas.
Se trata de más de 800 páginas en las que Moore reconstruye con minuciosidad la vida y la obra de la que fuera primera ministra, buscando mucho más el tono del historiador que la amenidad del periodista. Aunque habrá sin duda detalles novedosos en las cuestiones políticas y de Gobierno, lo verdaderamente nuevo para el público es cómo el autor se acerca por primera vez a las complejidades del carácter personal de Thatcher y, sobre todo, sus relaciones sentimentales. El amor no parece que estuviera entre las prioridades de la que llegaría a convertirse en la Dama de Hierro. Y, sin embargo, Thatcher no era completamente ajena a los vaivenes del romanticismo.
Moore ha explicado que lo que sabe de la vida privada de Thatcher no se lo ha contado ella, siempre reservada y evasiva en esos temas. Lo ha obtenido leyendo cartas y documentos y hablando con familiares amigos. Y, sobre todo, con su hermana mayor, Muriel, que fallecería en 2004 y con la que la joven Margaret mantuvo una intensa correspondencia en la que le relata a su hermana sus relaciones sentimentales. Las dos hermanas estuvieron siempre muy unidas.
Margaret suele decir que no hubo nadie antes de Denis Thatcher, pero el libro revela que su primer novio fue un joven cadete de origen burgués, “bajito y no especialmente agraciado” llamado Tony Bray al que el Ejército había enviado seis meses a estudiar a Oxford y al que ella define en una de sus cartas a Muriel como “un chico de aspecto extraño”. Se conocieron a finales de 1944, cuando Bray tenía 18 años y Margaret acaba de cumplir los 19.
En una de sus cartas a su hermana, la entonces Margaret Roberts describe con especial entusiasmo un día con Tony que empezó con almuerzo campestre y acabó con baile en el Hotel Randolph. “Nos lo pasamos de maravilla”, le explica a su hermana. “Tony alquiló un coche y nos fuimos a la campiña, a las afueras de Abingdon, al Crown and Thistle. Conseguí que me prestaran un abrigo azul que quedaba perfecto con mi vestido”, detalla.
Tony le había regalado unos claveles: “Me los había hecho enviar desde Londres y me los puse en el pelo. Jean y Mary dijeron que estaba simplemente fantástica. Me sentí en la cima del mundo mientras atravesábamos la sala del Crown and Thistle y todos se nos quedaban mirando”, le relata a Muriel con entusiasmo. “Fue una noche muy especial”, recordaba 60 años después Tony mientras se le llenaban los ojos de lágrimas al rememorar los claveles y el abrigo azul de Margaret Roberts.
La relación no duró mucho. A él le bastó un austero fin de semana en casa de los Roberts en Dartford para darse cuenta de que quizás no era el ambiente vital que necesitaba en ese momento. En todo caso, entre ellos nunca llegaron a hablar de matrimonio.
Quien sí parecía querer casarse con ella era un granjero escocés que conoció en 1949 y “que no me acuerdo cómo se llama aunque me lo han presentado dos veces”, le escribe a Muriel. Ella nunca estuvo demasiado interesada en él pero pensó que podía ser un buen marido para su hermana. Y al final logró que su pretendiente, Willie Cullen, acabara casándose con Muriel.
El autor conjetura que Margaret se dio cuenta que nunca podría casarse con Willie cuando, cenando en su casa por primera vez, vio que todas las mujeres de sus amigos se habían convertido eran amas de casa. Y ella quería tener una carrera profesional. Y entrar en política. La ruptura con Cullen se precipitó con la aparición de un médico llamado Robert Henderson que tenía 47 años, casi el doble que Margaret, y era muy famoso por sus éxitos profesionales. “En las cartas de Margaret a Muriel, Robert Henderson es el único novio al que siempre se refiere de forma respetuosa, a veces incluso con ternura”, subraya el autor. El romance fue intenso y duró hasta mediados de 1951.
Casi al mismo tiempo que al doctor Henderson, Margaret había conocido en una reunión para darse a conocer como aspirante a candidata del Partido Conservador a un hombre de negocios local al que en un a carta a Muriel describe como “un tal comandante Thatcher (36 años de edad, cargado de dinero), una criatura no demasiado atractiva, muy reservado pero bastante agradable”. Era, claro está, Denis, su futuro marido.
Moore cree que no había habido amor a primera vista entre Denis y Margaret, sino que fue una relación que fue creciendo. Él, que había sufrido mucho con el fracaso de su primer matrimonio, se tomaba las cosas con mucha calma. Y ella aún esperaba que el doctor Henderson la pidiera en matrimonio. Pero al final fue Denis quien lo hizo.
Ella no dijo que sí de entrada. “No dio saltos de alegría”, explicaría Denis casi 50 años después. “La propuesta de Denis fue una sorpresa y llegó en un momento en que los sentimientos de ella hacia Robert Henderson probablemente aún no estaban resueltos del todo”, escribe Moore. “Ella admiraba a Denis como ex soldado, ‘obviamente, alguien que ha conocido la autoridad’, y le agradaba tener a alguien que compartía sus intereses políticos y opiniones y, para decirlo con toda claridad, alguien que tenía un buen trabajo y podía pagar un buen piso en Chelsea”, añade. “Quería la seguridad del matrimonio y tener hijos; le gustaba la diferencia de edad de siete años que se llevaban. Le aceptó”, sintetiza Moore.
Se trata de la única biografía de Thatcher en la que el autor ha contado con la plena colaboración de la ex primera ministra. Más aún: es una idea de ella misma, que en 1997 eligió como autor a este ex director del muy conservador diario The Telegraph. Le dio todas las facilidades posibles: entrevistas con ella, acceso a sus papales personales y acceso apadrinado por ella a sus amigos y familiares. Con dos condiciones clave: la obra no se publicaría hasta que ella hubiera fallecido y la propia Thatcher jamás la leería. Eso le daba libertad no solo a ella a la hora de hablar, sino a sus familiares y amigos (o rivales), que al hablar con Moore sabían que Thatcher nunca sabría lo que habían dicho sobre ella.
El primero de los dos volúmenes empezó a imprimirse el pasado miércoles por la noche, a las pocas horas del funeral de Thatcher celebrado en la catedral de San Pablo. Esta primera entrega, con el subtítulo de Nor for turning, en alusión a la famosa frase pronunciada por Margaret Thatcher para dejar claro que no iba a cambiar de política a pesar de su impopularidad, aborda la infancia y juventud de Thatcher. Retrata su vida familiar y personal; la influencia de su padre, Alfred Roberts, el austero y muy religioso tendero metodista de Dartford; su entrada en política; su vida amorosa; su escalada en el partido; su llegada al Gobierno; sus difíciles primeros años en Downing Street; sus relaciones con Ronald Reagan y con Mijáil Gorbachov; hasta acabar con el triunfo en la guerra de las Malvinas.
Se trata de más de 800 páginas en las que Moore reconstruye con minuciosidad la vida y la obra de la que fuera primera ministra, buscando mucho más el tono del historiador que la amenidad del periodista. Aunque habrá sin duda detalles novedosos en las cuestiones políticas y de Gobierno, lo verdaderamente nuevo para el público es cómo el autor se acerca por primera vez a las complejidades del carácter personal de Thatcher y, sobre todo, sus relaciones sentimentales. El amor no parece que estuviera entre las prioridades de la que llegaría a convertirse en la Dama de Hierro. Y, sin embargo, Thatcher no era completamente ajena a los vaivenes del romanticismo.
Moore ha explicado que lo que sabe de la vida privada de Thatcher no se lo ha contado ella, siempre reservada y evasiva en esos temas. Lo ha obtenido leyendo cartas y documentos y hablando con familiares amigos. Y, sobre todo, con su hermana mayor, Muriel, que fallecería en 2004 y con la que la joven Margaret mantuvo una intensa correspondencia en la que le relata a su hermana sus relaciones sentimentales. Las dos hermanas estuvieron siempre muy unidas.
Margaret suele decir que no hubo nadie antes de Denis Thatcher, pero el libro revela que su primer novio fue un joven cadete de origen burgués, “bajito y no especialmente agraciado” llamado Tony Bray al que el Ejército había enviado seis meses a estudiar a Oxford y al que ella define en una de sus cartas a Muriel como “un chico de aspecto extraño”. Se conocieron a finales de 1944, cuando Bray tenía 18 años y Margaret acaba de cumplir los 19.
En una de sus cartas a su hermana, la entonces Margaret Roberts describe con especial entusiasmo un día con Tony que empezó con almuerzo campestre y acabó con baile en el Hotel Randolph. “Nos lo pasamos de maravilla”, le explica a su hermana. “Tony alquiló un coche y nos fuimos a la campiña, a las afueras de Abingdon, al Crown and Thistle. Conseguí que me prestaran un abrigo azul que quedaba perfecto con mi vestido”, detalla.
Tony le había regalado unos claveles: “Me los había hecho enviar desde Londres y me los puse en el pelo. Jean y Mary dijeron que estaba simplemente fantástica. Me sentí en la cima del mundo mientras atravesábamos la sala del Crown and Thistle y todos se nos quedaban mirando”, le relata a Muriel con entusiasmo. “Fue una noche muy especial”, recordaba 60 años después Tony mientras se le llenaban los ojos de lágrimas al rememorar los claveles y el abrigo azul de Margaret Roberts.
La relación no duró mucho. A él le bastó un austero fin de semana en casa de los Roberts en Dartford para darse cuenta de que quizás no era el ambiente vital que necesitaba en ese momento. En todo caso, entre ellos nunca llegaron a hablar de matrimonio.
Quien sí parecía querer casarse con ella era un granjero escocés que conoció en 1949 y “que no me acuerdo cómo se llama aunque me lo han presentado dos veces”, le escribe a Muriel. Ella nunca estuvo demasiado interesada en él pero pensó que podía ser un buen marido para su hermana. Y al final logró que su pretendiente, Willie Cullen, acabara casándose con Muriel.
El autor conjetura que Margaret se dio cuenta que nunca podría casarse con Willie cuando, cenando en su casa por primera vez, vio que todas las mujeres de sus amigos se habían convertido eran amas de casa. Y ella quería tener una carrera profesional. Y entrar en política. La ruptura con Cullen se precipitó con la aparición de un médico llamado Robert Henderson que tenía 47 años, casi el doble que Margaret, y era muy famoso por sus éxitos profesionales. “En las cartas de Margaret a Muriel, Robert Henderson es el único novio al que siempre se refiere de forma respetuosa, a veces incluso con ternura”, subraya el autor. El romance fue intenso y duró hasta mediados de 1951.
Casi al mismo tiempo que al doctor Henderson, Margaret había conocido en una reunión para darse a conocer como aspirante a candidata del Partido Conservador a un hombre de negocios local al que en un a carta a Muriel describe como “un tal comandante Thatcher (36 años de edad, cargado de dinero), una criatura no demasiado atractiva, muy reservado pero bastante agradable”. Era, claro está, Denis, su futuro marido.
Moore cree que no había habido amor a primera vista entre Denis y Margaret, sino que fue una relación que fue creciendo. Él, que había sufrido mucho con el fracaso de su primer matrimonio, se tomaba las cosas con mucha calma. Y ella aún esperaba que el doctor Henderson la pidiera en matrimonio. Pero al final fue Denis quien lo hizo.
Ella no dijo que sí de entrada. “No dio saltos de alegría”, explicaría Denis casi 50 años después. “La propuesta de Denis fue una sorpresa y llegó en un momento en que los sentimientos de ella hacia Robert Henderson probablemente aún no estaban resueltos del todo”, escribe Moore. “Ella admiraba a Denis como ex soldado, ‘obviamente, alguien que ha conocido la autoridad’, y le agradaba tener a alguien que compartía sus intereses políticos y opiniones y, para decirlo con toda claridad, alguien que tenía un buen trabajo y podía pagar un buen piso en Chelsea”, añade. “Quería la seguridad del matrimonio y tener hijos; le gustaba la diferencia de edad de siete años que se llevaban. Le aceptó”, sintetiza Moore.
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