jueves, 25 de abril de 2013

El Barsa, Messi...

De la transición con Messi a gobernar con Neymar

El 4-0 de Múnich obliga al Barça, víctima de la autogestión y con un liderazgo indefinido, a tomar las decisiones aplazadas


Messi Xavi y Alexis, tras encajar uno de los goles ante el Bayern. / ANDREAS GEBERT (EFE)

Guardiola abandonó el Barça el año pasado muy fatigado, sin energía para intervenir en un equipo que ya por entonces exigía cambios, incluso después de ganar la Copa. Aunque pareció extraviado, más que nada porque era difícil descifrar las últimas alineaciones, el técnico que a partir de junio entrenará al Bayern dejó un mensaje preocupante: “Si me quedara aquí, pendríem mal [acabaríamos mal] porque llevamos mucho tiempo juntos”. La goleada de Múnich obliga a recuperar la advertencia de Guardiola.
No se trata de menospreciar la faena de Tito Vilanova, cómplice en su día de Guardiola y sabedor de los motivos de su renuncia, sino todo lo contrario, porque ha cumplido de sobras en la Liga, el trofeo que cuando se consiga avalará el trabajo a corto plazo del Barça en unas condiciones muy difíciles, tanto por la partida del anterior entrenador como por la enfermedad de su sustituto, mal agravado por la recaída de Abidal. El Barça ha combatido la adversidad de forma admirable y convirtió cada partido en una final, como si le fuera la vida. Así consiguió la Liga y a cambio perdió la Copa y puede que la Champions.
Los futbolistas han huido de la derrota para mantener su estatus, puede que excesivamente confiados en su calidad, demasiado selectivos, convencidos de que podían ganar al peor de los rivales simplemente con calentar un poco, calzarse las botas y encomendarse a Messi. Ningún resultado les ha confundido más que el 4-0 contra el Milan. “A este equipo le falta una remontada”, anunció Xavi a la salida de San Siro, como si en juego estuviera un título, y al día siguiente le cayó un saco de goles al equipo de Berlusconi. Ahora difícilmente se puede apelar ya a una nueva heroicidad.
Queda saber si Tito tiene la energía suficiente para combatir la parálisis
Al Barcelona le conviene recuperar la capacidad de jugar y de competir, cosa que no consiguió en el Allianz Arena, para afrontar con garantías el futuro inmediato. Aunque su proyecto es único por singular y complejo, le conviene tomar como referencia la trayectoria del Bayern porque si no corre el riesgo de acabar como el Ajax. Los alemanes abanderan la modernidad. Tienen un estadio extraordinario, un club saneado y un equipo admirable. Incluso en una situación de máxima bonanza han optado por contratar a Guardiola para que le ponga alma a un plantel científicamente perfecto. Aprendió de la goleada del 2009 en el Camp Nou y no parará hasta ser la evolución del Barcelona del propio Guardiola.
No desesperó el Bayern en la derrota, ni al ser eliminado por el Barcelona ni cuando perdió las finales ante el Inter y el Chelsea, sino que ha evolucionado. Hoy tiene la mayoría de rasgos que convirtieron en campeón al Barça. Apuesta por fichajes selectivos como el de Javi Martínez, recurre a la cantera para identificar su vínculo con Baviera y le mueve tal ambición que hasta Robben y Ribéry se esfuerzan más que Alexis y Pedro. No ganaron los azulgrana ni un balón dividido, solo los centrales remataron y tomaron cuatro goles cantados por su incapacidad para defender los córners y cortar las transiciones.
Se impone el fichaje de un portero, un central y un delantero compatible con Leo
No solo el campeón alemán ha sabido corregirse sino que también supo enmendarse en su día el propio Barça cuando eligió como entrenador a Guardiola. Ahora mismo parece prematuro aventurar un fin de ciclo para un equipo que en una época de instantaneidad ha prolongado como ninguno su reinado. El liderazgo comenzó con Ronaldinho y continuó con Guardiola. El problema es que ahora no se sabe en manos de quién está. No parece que Messi tenga casta de cabecilla ni carisma en la cancha porque se remite al juego y sus tics autoritarios se sitúan en al vestuario. Basta con observar su currículo con Argentina. Los azulgrana han ejercido a fin de cuentas una capitanía colegiada, acorde con un ideario que prima el estilo, el ADN y La Masia. Ocurre que hay momentos en que se impone personalizar los valores, sobre todo cuando se ha perdido el paradigma de ser el mejor equipo. Necesita recomponerse el Barcelona para volver a competir con los grandes rivales ante los que ha perdido en sus duelos directos: el Madrid y el Bayern.
La coyuntura obliga a tomar decisiones aplazadas con el tiempo hasta provocar la goleada de Múnich. Aunque la plantilla es amplia —en junio puede llegar a 30 jugadores y solo acaban contrato Abidal y Muniesa—, se impone el fichaje de un portero —Valdés ha anunciado que no renovará en 2014— un central, un delantero y puede que un medio. La pregunta es qué acompañante necesita Messi después de las salidas de Ronaldinho, Eto’o e Ibrahimovic, respuesta que pasa por decidir antes si ha finalizado ya el recorrido del 10 como falso nueve y se impone un regreso a la banda o que ejerza de enganche por detrás de un ariete. La apuesta es Neymar.
El brasileño será la apuesta del presidente Rosell como lo fue Ronaldinho cuando era vicepresidente con Laporta. Parece resuelto el consejo a tomar la iniciativa. Ya no ha lugar a más excusas ni coartadas. Los fichajes son una partida agradecida para los directivos de la misma manera que para el entrenador resulta dolorosa la concesión de las bajas y la gestión del plantel. Queda la incógnita de constatar si el entrenador tiene la energía suficiente para aplicar las medidas oportunas, combatir la parálisis que sufrió en Múnich y ampliar un trabajo de campo que a veces remitía a la inercia, la rutina y la previsibilidad.
Algunos futbolistas se felicitaron cuando se fue Guardiola y se abrazaron a Vilanova. La descompresión sustituyó a la tensión dramática y se impuso una autogestión consentida que ha permitido completar la transición con la conquista de la Liga. El once titular, sin embargo, ha quedado exprimido para la Champions. Ahora, una vez que los fichajes no cuajan y a los jóvenes les cuesta encontrar un puesto por la falta de rotaciones y ante renovaciones de por vida, se impone renovar al equipo para recuperar el trono.
Quiere actuar la junta, Vilanova hablará mañana sobre su continuidad y los jugadores piden revancha. Al director deportivo Zubizarreta le tocará escuchar a unos y otros, coordinar esfuerzos y trazar el plan: hay que despertar de nuevo el hambre del club, de técnicos y jugadores, para evitar la decadencia. Ya lo anunció Guardiola antes de partir: el secreto está en que Messi corra como el que más, y hoy anda cojo.

Punto final del ‘dream team’ en Atenas

Zubizarreta lamenta la derrota en la final ante el Milan. / reuters
  • “Ellos iban a 100 por hora y a 300 si hacía falta. Y nosotros, en cambio, no”. Las declaraciones de Johan Cruyff después de la final del 18 de mayo de 1994 en Atenas (4-0) se asemejan a las que casi 19 años después pronunció Piqué en Múnich, que admitió que los azulgrana sufrieron “un repaso” ante el Bayern.
  • El Barça llegó a la final de Atenas en una situación similar a la actual: se había proclamado campeón de Liga el fin de semana anterior [ahora puede serlo este sábado]. Lo hizo con una autoridad aplastante: 28 de los 30 puntos posibles en el último tramo del campeonato y 91 goles. Unas cifras que, para Cruyff, le otorgaban la vitola de favorito a su equipo: “El Milan no es nada del otro mundo futbolísticamente”.
  •  El técnico holandés alineó a Zubizarreta; Ferrer, Nadal, Koeman, Sergi; Guardiola; Amor, Bakero, Begiristain; Stoichkov y Romario. Cruyff no movió el banquillo hasta el minuto 51, cuando Eusebio sustituyó a Begiristain. El Barça ya había encajado tres goles. En Múnich, Tito Vilanova hizo el primer y único cambio en el minuto 83: Villa salió por Pedro cuando el equipo ya perdía por 4-0.
  • Laudrup, que no entró en la convocatoria para la final —solo se podía contar con tres extracomunitarios, que fueron Koeman, Stoichkov y Romario— abandonó el Barcelona al término de aquella temporada. No fue la única baja significativa. Después de caer ante el Milan, el presidente Núñez comunicó a Zubizarreta que no iba a continuar en el club azulgrana. El guardameta puso rumbo al Valencia.
  • La siguiente temporada el Barça puso fin a su racha dominante también en la Liga y terminó en la cuarta posición. Romario abandonó el club mediada la temporada. Un año después, en mayo de 1996, Johan Cruyff fue destituido como técnico azulgrana.
  • El 4-0 en Múnich igualó la peor derrota europea del Barça, junto a la de Atenas y al 0-4 del Dinamo Kiev en 1997.

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