Beppe Grillo moviliza a sus seguidores contra la elección de Napolitano
“Temo un levantamiento, esto es una bomba”, advierte el líder populista italiano
Beppe Grillo
hizo este domingo un papelón. Para empezar, el líder del Movimiento 5
Estrellas (M5S) rebajó de “golpe de Estado” a “pequeño golpe de
listillos” su análisis sobre la reelección de Giorgio Napolitano al
frente de la presidencia de la República. Luego, ofreció una larguísima
rueda de prensa, donde a gritos y sudoroso acusó a los periodistas de
dar una imagen de él gritona y sudorosa. Y, para redondear la actuación,
dejó plantados en una céntrica plaza de Roma a los cientos de
seguidores que lo esperaban para gritar juntos contra el pasteleo sin
fin de los partidos italianos. Después de dos horas de espera, Grillo
apareció por una esquina, se subió al pescante de un coche, saludó y se
fue por donde había venido. Según dijo, su espantada era un intento de
calmar los ánimos: “Temo un levantamiento popular. Estamos sentados
sobre una bomba”.
Por lo demás, Italia vivió con tranquilidad la resaca de la extraña reelección de Napolitano —nunca antes se había dado el caso—, a la espera de que el presidente, de 87 años, explique cuáles son sus planes para sacar a Italia del caos. Se sigue especulando con la posibilidad de que, a cambio de quedarse otro septenio más en el palacio del Quirinal, Napolitano haya forzado a los principales partidos a aceptar el acuerdo al que se han venido negando hasta ahora. Se trataría de un Gobierno de unidad, guiado por políticos capaces de tender puentes entre el centroizquierda y el centroderecha, y que al menos sea capaz de sacar adelante las reformas necesarias —sobre todo una ley electoral decente— antes de ir a unas nuevas elecciones.
Ese hipotético Gobierno estaría dirigido por Giuliano Amato, de 74 años, presidente del Gobierno de Italia en dos ocasiones —ambas por un solo año—, ministro de casi todo desde 1987 a 2008, profesor de Derecho Constitucional y, como resaltan los medios italianos, jubilado de lujo con una pensión superior a los 30.000 euros. Estaría auxiliado en las bandas por un hombre del centroizquierda, tal vez Enrico Letta, y otro del centroderecha, quizá Angelino Alfano. Letta y Alfano son, respectivamente, los escuderos de Pier Luigi Bersani, el líder del Partido Democrático (PD) caído en desgracia después de no haber sido capaz de sacar provecho de su exigua victoria electoral, y de Silvio Berlusconi, el incombustible dueño del Pueblo de la Libertad (PDL), un hombre feliz al contemplar en vivo y en directo la autodestrucción de sus rivales políticos. En cualquier caso, la última y decisiva palabra la tendrá Napolitano, quien al poder institucional que le otorga la Constitución podrá unir ahora el poder político que, de facto, le han conferido unos partidos incapaces por sí solos de sacar a Italia del caos.
Pero, volviendo a Beppe Grillo, no fue definitivamente su mejor día. Su llamada, mediante el grito “todos a Roma”, a marchar sobre la capital para protestar por “los chanchullos de La Casta” se quedó en agua de borrajas. El líder del M5S no encabezó la protesta ante el palacio de Montecitorio —sede del Parlamento— la noche del sábado y tampoco ayer quiso marchar al frente de los suyos desde la plaza de Venecia hasta el Coliseo. Se limitó a una rueda de prensa —la primera en la que acepta preguntas— en la que, usando la ironía, dijo: “Pier Luigi Bersani, Silvio Berlusconi, Mario Monti y Giorgio Napolitano se reunieron con la máxima transparencia para decidir el futuro del país”. Grillo aseguró que el acuerdo es “un intercambio de favores” que deja a todos contentos: “Han elegido a un presidente que garantiza el control sobre el poder judicial para salvar el culo a Berlusconi y para que a Bersani no le salpique el escándalo del [banco] Monte dei Paschi di Siena”. Luego se defendió de las voces que le achacan cierta responsabilidad de la situación del país por haberse negado en redondo a pactar con el centroizquierda de Bersani: “Es muy injusto acusarnos a nosotros de todo este lío”.
Beppe Grillo justificó su ausencia al frente de las manifestaciones en un intento de calmar los ánimos: “La gente quiere marchar a Roma con los fusiles. Nos tendrían que agradecer que somos nosotros los que mantenemos la calma. En Francia o en Grecia surgen los partidos nazis. Menos mal que aquí están los grillini”.
Una vez que el líder del Movimiento 5 Estrellas hizo mutis por el foro, los cientos de simpatizantes que lo habían esperado en la plaza de los Santos Apóstoles improvisaron una manifestación que, ante la imposibilidad de llegar hasta el palacio del Quirinal, tomó la dirección del Coliseo. En algunas de las pancartas se podía leer: “Napolitano, no te queremos”.
Por lo demás, Italia vivió con tranquilidad la resaca de la extraña reelección de Napolitano —nunca antes se había dado el caso—, a la espera de que el presidente, de 87 años, explique cuáles son sus planes para sacar a Italia del caos. Se sigue especulando con la posibilidad de que, a cambio de quedarse otro septenio más en el palacio del Quirinal, Napolitano haya forzado a los principales partidos a aceptar el acuerdo al que se han venido negando hasta ahora. Se trataría de un Gobierno de unidad, guiado por políticos capaces de tender puentes entre el centroizquierda y el centroderecha, y que al menos sea capaz de sacar adelante las reformas necesarias —sobre todo una ley electoral decente— antes de ir a unas nuevas elecciones.
Ese hipotético Gobierno estaría dirigido por Giuliano Amato, de 74 años, presidente del Gobierno de Italia en dos ocasiones —ambas por un solo año—, ministro de casi todo desde 1987 a 2008, profesor de Derecho Constitucional y, como resaltan los medios italianos, jubilado de lujo con una pensión superior a los 30.000 euros. Estaría auxiliado en las bandas por un hombre del centroizquierda, tal vez Enrico Letta, y otro del centroderecha, quizá Angelino Alfano. Letta y Alfano son, respectivamente, los escuderos de Pier Luigi Bersani, el líder del Partido Democrático (PD) caído en desgracia después de no haber sido capaz de sacar provecho de su exigua victoria electoral, y de Silvio Berlusconi, el incombustible dueño del Pueblo de la Libertad (PDL), un hombre feliz al contemplar en vivo y en directo la autodestrucción de sus rivales políticos. En cualquier caso, la última y decisiva palabra la tendrá Napolitano, quien al poder institucional que le otorga la Constitución podrá unir ahora el poder político que, de facto, le han conferido unos partidos incapaces por sí solos de sacar a Italia del caos.
Pero, volviendo a Beppe Grillo, no fue definitivamente su mejor día. Su llamada, mediante el grito “todos a Roma”, a marchar sobre la capital para protestar por “los chanchullos de La Casta” se quedó en agua de borrajas. El líder del M5S no encabezó la protesta ante el palacio de Montecitorio —sede del Parlamento— la noche del sábado y tampoco ayer quiso marchar al frente de los suyos desde la plaza de Venecia hasta el Coliseo. Se limitó a una rueda de prensa —la primera en la que acepta preguntas— en la que, usando la ironía, dijo: “Pier Luigi Bersani, Silvio Berlusconi, Mario Monti y Giorgio Napolitano se reunieron con la máxima transparencia para decidir el futuro del país”. Grillo aseguró que el acuerdo es “un intercambio de favores” que deja a todos contentos: “Han elegido a un presidente que garantiza el control sobre el poder judicial para salvar el culo a Berlusconi y para que a Bersani no le salpique el escándalo del [banco] Monte dei Paschi di Siena”. Luego se defendió de las voces que le achacan cierta responsabilidad de la situación del país por haberse negado en redondo a pactar con el centroizquierda de Bersani: “Es muy injusto acusarnos a nosotros de todo este lío”.
Beppe Grillo justificó su ausencia al frente de las manifestaciones en un intento de calmar los ánimos: “La gente quiere marchar a Roma con los fusiles. Nos tendrían que agradecer que somos nosotros los que mantenemos la calma. En Francia o en Grecia surgen los partidos nazis. Menos mal que aquí están los grillini”.
Una vez que el líder del Movimiento 5 Estrellas hizo mutis por el foro, los cientos de simpatizantes que lo habían esperado en la plaza de los Santos Apóstoles improvisaron una manifestación que, ante la imposibilidad de llegar hasta el palacio del Quirinal, tomó la dirección del Coliseo. En algunas de las pancartas se podía leer: “Napolitano, no te queremos”.
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