España ya no es El Dorado
La salida de extranjeros reduce el padrón a 47.059.788 habitantes
La población cae por primera vez desde que hay registros
Jaime Prats
Valencia
22 ABR 2013 - 22:31 CET625
Por vez primera desde que hay datos oficiales fiables, la población
que reside en España retrocede. El primer censo serio al que los
especialistas conceden rigor es de 1857, el año en el que nació Alfonso
XII. España tenía 15.464.310 habitantes. Desde entonces, todos los datos
estadísticos oficiales ya sean censos o padrones municipales (estos
comenzaron en 1996) han marcado un incremento sostenido de la población
(menos en los años de la guerra, pero no hubo censo entonces). Y así ha
sido hasta ayer, el día en el que el Instituto Nacional de Estadística
(INE) hizo públicos los datos —aún provisionales— del padrón a 1 de enero de 2013
que reflejan una circunstancia inédita: una caída de la población.
Detrás de este fenómeno está la desastrosa situación económica en la que
está sumida España, pero la responsabilidad no hay que atribuirla de
forma exclusiva a la crisis.
El avance estadístico del INE indica que en España hay 47.059.533 habitantes. El 11,7% son extranjeros (5.520.133), de los que la mayoría son no comunitarios (3.167.155). El padrón refleja un descenso de 205.788 personas respecto al año anterior, que se distribuye de forma muy desigual entre quienes tienen nacionalidad española y quienes no la tienen. Mientras el número neto de españoles empadronados experimenta un ligerísimo incremento del 0,02% respecto a enero de 2012 (10.337 personas), el de extranjeros cae notablemente un 3,8% (216.125 ciudadanos).
¿A qué responde esta caída de la población? “Al cambio de coyuntura económica”, responde sin dudar el investigador Albert Esteve, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. “España es menos atractiva y hay una salida del país de nacionales, de extranjeros y de personas de origen extranjero naturalizadas”, relata, “aunque con los datos existentes es difícil saber qué porcentaje corresponde a cada grupo”.
Esteve prefiere dar más peso al significado de las cifras que a los propios datos. “Yo no me centraría tanto en los números, sino en algo más relevante, el cambio de dinámica demográfica que está experimentando la población española, que se está estabilizando después de un crecimiento continuo de la población, y que obedece a que ha parado la inmigración”. “Era de esperar”, añade Teresa Castro, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) respecto a los datos estadísticos del INE. Castro explica que esta caída en la población se veía venir y que hubiera llegado mucho antes de no haber sido por el paréntesis que supuso a partir del año 2000 la llegada de inmigrantes. La caída del crecimiento natural (el número de nacimientos menos el de fallecidos) en la población española se hubiera plasmado hace ya algunos años en forma de caída demográfica de no ser por el espejismo que en cierta forma supuso el incremento de población extranjera. Ahora, con la salida de inmigrantes (y también de nacionales) en busca de un futuro mejor, y una vez cerrado el paréntesis al que alude Castro, emerge la realidad demográfica que muestra la caída de la población.
Tanto el investigador de la UAB como la demógrafa del CSIC advierten de que los datos no muestran necesariamente la cifra exacta de la población a principios de año. El padrón se elabora a partir de la información que remiten continuamente los Ayuntamientos al INE de los ciudadanos que se registran en el municipio. Uno de los datos más relevantes del padrón es el que hace referencia al comportamiento de la población extranjera, en especial la no comunitaria (la de mayor movilidad y la mayoritaria).
Estos ciudadanos han de renovar cada dos años su alta en el padrón para dejar constancia de que siguen habitando en la localidad donde se registraron. Esta circunstancia unida a que nadie que abandona el país se da de baja en el registro municipal implica que el reflejo de los movimientos de los extranjeros que dejan el país no es inmediato. Es decir, un número no determinado de las bajas del padrón de este año corresponden a gente que salió de España hace dos años, de lo que ahora se tiene constancia, al no haber renovado el empadronamiento. De igual forma, hay personas que se fueron el año pasado y de cuya salida solo se tendrá conocimiento el año que viene.
Pero estos condicionantes no restan valor a las conclusiones que se extraen de los datos del padrón. “Más allá de la fotografía real, la cifra nos indica una tendencia de que se reduce el número de habitantes”, insiste Teresa Castro. “En mi opinión, probablemente aún haya menos población de la que muestra el padrón”.
Los datos del INE revelan un ligero aumento de la población española de algo más de 10.000 personas, detrás del cual se encuentra el peso de los inmigrantes naturalizados. “Los datos rondan las 100.000 nacionalizaciones nuevas al año”, indica Teresa Castro, lo que compensaría la caída del crecimiento natural —“que si no es negativa, está cerca de serlo”— y la emigración nacional.
Los registros relativos a la población extranjera vuelven a caer, como ya sucedió el año pasado, pero a mucho mayor ritmo. Si en el padrón de 2012 los números reflejaban un retroceso respecto a 2011 de 15.229 personas (-0,26%), ahora es de 216.125 (-3,8%). El descenso muestra una cadencia similar en términos relativos entre la población comunitaria y la no comunitaria; pero es muy desigual en números absolutos.
Sorprende la disminución hasta de 15.558 alemanes (-7,9%) o los 14.799 británicos menos (-3,7%) empadronados. “Se puede explicar por el cambio de coyuntura y que España no sea un país tan atractivo para hacer negocios”, expone Andreu Domingo. También hay 28.568 rumanos menos (-3,2%) y 7.780 búlgaros menos (-4,4%).
Entre los no comunitarios, destaca la caída en el número de colombianos (24.984, -10%), argentinos (11.801, -10,8%) y bolivianos (13.606, -7,3%). Pero, por encima de cualquier otra nacionalidad, el INE muestra un gran descenso de ecuatorianos: 45.951 personas, el 15%.
Beatriz Amores, de 45 años, tiene billete de vuelta a Lima para el 5
de mayo. “Regreso a casa, a Cuenca, en la provincia de Azuay, en la
sierra”. Amores, que reside en Valencia, llegó a España en 1999, en las
primeras oleadas de inmigrantes, y estuvo trabajando hasta hace cuatro
años. “Era limpiadora, en oficinas, patios de casas, en hoteles...”,
explica. Desde el año 2009, cada vez le ha sido más difícil encontrar
trabajo. “Muchas empresas temporales de empleo ahora se deciden por
españolas que antes no trabajaban en la limpieza; y hasta cierto punto,
lo entiendo”, explica. Desde entonces no ha tenido más que empleos
informales. Y ha optado por el regreso. “En Ecuador, con la familia,
encontraré más ayuda, aquí no tengo trabajo para poder sobrevivir”,
comenta. “Me voy con una sensación agridulce, me alegra volver a ver a
mi padre, que no está bien, pero la situación del país no es fácil, es
volver a empezar de nuevo”.
El padrón muestra que durante 2012 el número de extranjeros ha caído en todas las comunidades autónomas, menos en Melilla. Como en años anteriores, las autonomías con mayor tasa de población foránea son Baleares (20,1%), la Comunidad Valenciana (16,8%) y Murcia (15,7%). En la cola se halla Extremadura (3,7%).
También Melilla, con un aumento del 3,5%, es la única excepción a la tónica generalizada de caída de población en todas las regiones. Quienes más habitantes pierden son Castilla y León y Castilla-La Mancha, ambas con un retroceso del 1,2%. “La explicación a esta situación habría que buscarla en el crecimiento natural negativo en estas regiones”, señala Teresa Castro. “Donde hay menos dinámicas ligadas a la emigración, la caída de la natalidad y su incapacidad de compensar la mortalidad se muestra con más evidencia”, apunta. “Asturias ya hace tiempo que tiene un crecimiento vegetativo negativo”. De hecho, el Principado es la tercera autonomía que más cae en población (-0,9%) por detrás de las dos castillas.
Es más que probable que desde 1857 haya habido años en los que la población española descendiera. Por ejemplo, durante o tras la Guerra Civil. O con las emigraciones masivas que se produjo en las décadas de 1950 y 1960, como apuntan desde el INE. Pero los registros oficiales de entonces, el censo, se elaboraba cada diez años. Y no se pudo dejar constancia oficial de estos movimientos demográficos. Por ejemplo, el censo de 1930 refleja una población de 23.677.794 mientras que en 1940 la cifra se elevó hasta los 26.015.907 habitantes. A partir de los años 1970, cambió la periodicidad de los registros. Además de los censos, cada año se publicaron actualizaciones censales que siempre reflejaron aumentos de la población. Y así ha sucedido también con los padrones, hasta ayer.
Paspuel explica que quienes han conseguido la doble nacionalidad ecuatoriana y española a lo largo de sus años de estancia en el país dirigen sus pasos hacia Inglaterra, Italia, Bélgica u Holanda. “Estamos en continuo contacto con asociaciones de inmigrantes en estos países que nos relatan cómo cada vez hay más ecuatorianos desplazados desde España”.
Hay quien no tiene la opción de buscar trabajo en Europa. Son aquellos que no consiguieron la doble nacionalidad. Perdieron su empleo en la construcción o en labores agrícolas y con ello su permiso de trabajo y de residencia. En estos momentos se encuentran en situación irregular, con el riesgo de ser identificados, detenidos y bajo la amenaza de una orden de expulsión, relata Paspuel.
Para este grupo, cuyo número no se atreve a calcular el presidente de Rumiñahui, la principal salida consiste en acogerse al programa de retorno voluntario que financian el Estado y la Unión Europea, limitado a los sin papeles. “Son los más vulnerables, un grupo formado mayoritariamente por hombres que llevan de dos a tres años en el paro y que han agotado su prestación”.
En función de si proyectan poner en marcha un trabajo de vuelta a su país o si simplemente desean regresar, las ayudas suelen oscilar entre los 1.450 euros más el billete o 450 euros además del pasaje.
“Sin embargo, lo que se encuentran no es en muchas de las ocasiones lo que esperaban; conozco el caso de cientos de personas que se han encontrado con grandes dificultades al regresar a casa”, sostiene Paspuel. “Hay que tener en cuenta que el país ha cambiado desde que lo dejaron atrás, los salarios son bajos y muy por debajo de lo que se puede ganar en España, las ofertas de empleo no son abundantes...”.
El avance estadístico del INE indica que en España hay 47.059.533 habitantes. El 11,7% son extranjeros (5.520.133), de los que la mayoría son no comunitarios (3.167.155). El padrón refleja un descenso de 205.788 personas respecto al año anterior, que se distribuye de forma muy desigual entre quienes tienen nacionalidad española y quienes no la tienen. Mientras el número neto de españoles empadronados experimenta un ligerísimo incremento del 0,02% respecto a enero de 2012 (10.337 personas), el de extranjeros cae notablemente un 3,8% (216.125 ciudadanos).
¿A qué responde esta caída de la población? “Al cambio de coyuntura económica”, responde sin dudar el investigador Albert Esteve, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. “España es menos atractiva y hay una salida del país de nacionales, de extranjeros y de personas de origen extranjero naturalizadas”, relata, “aunque con los datos existentes es difícil saber qué porcentaje corresponde a cada grupo”.
Esteve prefiere dar más peso al significado de las cifras que a los propios datos. “Yo no me centraría tanto en los números, sino en algo más relevante, el cambio de dinámica demográfica que está experimentando la población española, que se está estabilizando después de un crecimiento continuo de la población, y que obedece a que ha parado la inmigración”. “Era de esperar”, añade Teresa Castro, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) respecto a los datos estadísticos del INE. Castro explica que esta caída en la población se veía venir y que hubiera llegado mucho antes de no haber sido por el paréntesis que supuso a partir del año 2000 la llegada de inmigrantes. La caída del crecimiento natural (el número de nacimientos menos el de fallecidos) en la población española se hubiera plasmado hace ya algunos años en forma de caída demográfica de no ser por el espejismo que en cierta forma supuso el incremento de población extranjera. Ahora, con la salida de inmigrantes (y también de nacionales) en busca de un futuro mejor, y una vez cerrado el paréntesis al que alude Castro, emerge la realidad demográfica que muestra la caída de la población.
Tanto el investigador de la UAB como la demógrafa del CSIC advierten de que los datos no muestran necesariamente la cifra exacta de la población a principios de año. El padrón se elabora a partir de la información que remiten continuamente los Ayuntamientos al INE de los ciudadanos que se registran en el municipio. Uno de los datos más relevantes del padrón es el que hace referencia al comportamiento de la población extranjera, en especial la no comunitaria (la de mayor movilidad y la mayoritaria).
Estos ciudadanos han de renovar cada dos años su alta en el padrón para dejar constancia de que siguen habitando en la localidad donde se registraron. Esta circunstancia unida a que nadie que abandona el país se da de baja en el registro municipal implica que el reflejo de los movimientos de los extranjeros que dejan el país no es inmediato. Es decir, un número no determinado de las bajas del padrón de este año corresponden a gente que salió de España hace dos años, de lo que ahora se tiene constancia, al no haber renovado el empadronamiento. De igual forma, hay personas que se fueron el año pasado y de cuya salida solo se tendrá conocimiento el año que viene.
Pero estos condicionantes no restan valor a las conclusiones que se extraen de los datos del padrón. “Más allá de la fotografía real, la cifra nos indica una tendencia de que se reduce el número de habitantes”, insiste Teresa Castro. “En mi opinión, probablemente aún haya menos población de la que muestra el padrón”.
Los datos del INE revelan un ligero aumento de la población española de algo más de 10.000 personas, detrás del cual se encuentra el peso de los inmigrantes naturalizados. “Los datos rondan las 100.000 nacionalizaciones nuevas al año”, indica Teresa Castro, lo que compensaría la caída del crecimiento natural —“que si no es negativa, está cerca de serlo”— y la emigración nacional.
Los registros relativos a la población extranjera vuelven a caer, como ya sucedió el año pasado, pero a mucho mayor ritmo. Si en el padrón de 2012 los números reflejaban un retroceso respecto a 2011 de 15.229 personas (-0,26%), ahora es de 216.125 (-3,8%). El descenso muestra una cadencia similar en términos relativos entre la población comunitaria y la no comunitaria; pero es muy desigual en números absolutos.
Sorprende la disminución hasta de 15.558 alemanes (-7,9%) o los 14.799 británicos menos (-3,7%) empadronados. “Se puede explicar por el cambio de coyuntura y que España no sea un país tan atractivo para hacer negocios”, expone Andreu Domingo. También hay 28.568 rumanos menos (-3,2%) y 7.780 búlgaros menos (-4,4%).
Entre los no comunitarios, destaca la caída en el número de colombianos (24.984, -10%), argentinos (11.801, -10,8%) y bolivianos (13.606, -7,3%). Pero, por encima de cualquier otra nacionalidad, el INE muestra un gran descenso de ecuatorianos: 45.951 personas, el 15%.
Me alegra volver a ver a mi padre, pero tendré que empezar de nuevo
Beatriz Amores, inmigrante ecuatoriana que regresará a su país el 5 de mayo
El padrón muestra que durante 2012 el número de extranjeros ha caído en todas las comunidades autónomas, menos en Melilla. Como en años anteriores, las autonomías con mayor tasa de población foránea son Baleares (20,1%), la Comunidad Valenciana (16,8%) y Murcia (15,7%). En la cola se halla Extremadura (3,7%).
También Melilla, con un aumento del 3,5%, es la única excepción a la tónica generalizada de caída de población en todas las regiones. Quienes más habitantes pierden son Castilla y León y Castilla-La Mancha, ambas con un retroceso del 1,2%. “La explicación a esta situación habría que buscarla en el crecimiento natural negativo en estas regiones”, señala Teresa Castro. “Donde hay menos dinámicas ligadas a la emigración, la caída de la natalidad y su incapacidad de compensar la mortalidad se muestra con más evidencia”, apunta. “Asturias ya hace tiempo que tiene un crecimiento vegetativo negativo”. De hecho, el Principado es la tercera autonomía que más cae en población (-0,9%) por detrás de las dos castillas.
Es más que probable que desde 1857 haya habido años en los que la población española descendiera. Por ejemplo, durante o tras la Guerra Civil. O con las emigraciones masivas que se produjo en las décadas de 1950 y 1960, como apuntan desde el INE. Pero los registros oficiales de entonces, el censo, se elaboraba cada diez años. Y no se pudo dejar constancia oficial de estos movimientos demográficos. Por ejemplo, el censo de 1930 refleja una población de 23.677.794 mientras que en 1940 la cifra se elevó hasta los 26.015.907 habitantes. A partir de los años 1970, cambió la periodicidad de los registros. Además de los censos, cada año se publicaron actualizaciones censales que siempre reflejaron aumentos de la población. Y así ha sucedido también con los padrones, hasta ayer.
“Cientos de retornados a Ecuador tienen mucha dificultad”
Desde la presidencia de la asociación de residentes ecuatorianos Rumiñahui, Vladimir Paspuel es un testigo privilegiado del éxodo de compatriotas tanto de vuelta a su país como a otros destinos europeos en busca de las oportunidades que no encuentran en España.Paspuel explica que quienes han conseguido la doble nacionalidad ecuatoriana y española a lo largo de sus años de estancia en el país dirigen sus pasos hacia Inglaterra, Italia, Bélgica u Holanda. “Estamos en continuo contacto con asociaciones de inmigrantes en estos países que nos relatan cómo cada vez hay más ecuatorianos desplazados desde España”.
Hay quien no tiene la opción de buscar trabajo en Europa. Son aquellos que no consiguieron la doble nacionalidad. Perdieron su empleo en la construcción o en labores agrícolas y con ello su permiso de trabajo y de residencia. En estos momentos se encuentran en situación irregular, con el riesgo de ser identificados, detenidos y bajo la amenaza de una orden de expulsión, relata Paspuel.
Para este grupo, cuyo número no se atreve a calcular el presidente de Rumiñahui, la principal salida consiste en acogerse al programa de retorno voluntario que financian el Estado y la Unión Europea, limitado a los sin papeles. “Son los más vulnerables, un grupo formado mayoritariamente por hombres que llevan de dos a tres años en el paro y que han agotado su prestación”.
En función de si proyectan poner en marcha un trabajo de vuelta a su país o si simplemente desean regresar, las ayudas suelen oscilar entre los 1.450 euros más el billete o 450 euros además del pasaje.
“Sin embargo, lo que se encuentran no es en muchas de las ocasiones lo que esperaban; conozco el caso de cientos de personas que se han encontrado con grandes dificultades al regresar a casa”, sostiene Paspuel. “Hay que tener en cuenta que el país ha cambiado desde que lo dejaron atrás, los salarios son bajos y muy por debajo de lo que se puede ganar en España, las ofertas de empleo no son abundantes...”.
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