“Emigró mi hija”
El exilio económico de los jóvenes, su emigración, se denomina ahora “movilidad exterior”
Lo peor de un político no es su ignorancia o su sectarismo, que son
tan malos. Lo peor es su insensibilidad al sufrimiento ajeno y la
tomadura de pelo a los ciudadanos. Una ministra del actual Gobierno dijo
la pasada semana en sede parlamentaria que es verdad que hay muchos
jóvenes que han salido de España en busca de oportunidades y que a eso
se le llama “movilidad exterior”. En otro momento utilizó el concepto de
“talento huido por la crisis”.
“Movilidad exterior”, “talento huido”, no exilio económico, fuga de cerebros o emigración de los mejores preparados. Otra vez el neolenguaje que intenta acolchar los efectos más lacerantes de lo que está ocurriendo en nuestro país, en buena parte como resultado de la práctica política. En este caso viene a la memoria un artículo publicado hace unos meses por El Huffington Post, miles de veces circulado por las redes sociales, de uno de nuestros mejores científicos, el oceanógrafo Carlos Duarte, titulado “Ayer emigró mi hija”.
En él Duarte dice que acostumbrados a comulgar con ruedas de molino (el objeto de ese neolenguaje adormecedor en el que no existen las palabras privatización de la sanidad o subida de los impuestos), ya no nos da escalofríos saber que la cifra de desempleo entre nuestros jóvenes supera el 50%. El artículo es de octubre pasado; hoy, medio año después, ese porcentaje ha avanzado tres o cuatro puntos más.
Duarte hace una reflexión que desborda lo personal: como muchos jóvenes de su generación, su hija buscó un trabajo “a ser posible” en lo suyo, pero las condiciones siempre eran abusivas: salario de becario, 400 euros al mes, para una persona con una licenciatura, un máster, cuatro idiomas y con experiencia laboral en el extranjero. “Esos sueldos no le darían ni para comer, ni para alquilar una habitación en las ciudades donde ofertaban estos empleos”.
El exilio económico, la fuga de cerebros, la emigración no son fenómenos nuevos en este país, pero pensábamos que los habíamos dejado atrás con el cambio de siglo, en un país que aspiraba, todavía hace menos de un lustro, a formar parte del G-8, con los países más ricos del mundo. Dice nuestro científico: “Todo eso era una ilusión, un escenario de cartón piedra”. Y concluye Duarte con la pregunta que tanta gente se hace ahora en España: “¿Qué futuro espera a una sociedad en la que sus jóvenes tienen la opción de desaparecer o amoldarse a condiciones laborales las más de las veces abusivas y requiriendo del subsidio de sus padres?”.
Dado que nadie ha rectificado a la ministra en cuestión, se supone que el Gobierno en su conjunto asume sus palabras. Esto es un ejemplo de “movilidad exterior”, y como el Humpty Dumpty de Alicia ante el espejo, piensan que “cuando yo digo una palabra, la palabra significa exactamente lo que yo decidí que signifique (...). El asunto es saber quién manda. Eso es todo”.
“Movilidad exterior”, “talento huido”, no exilio económico, fuga de cerebros o emigración de los mejores preparados. Otra vez el neolenguaje que intenta acolchar los efectos más lacerantes de lo que está ocurriendo en nuestro país, en buena parte como resultado de la práctica política. En este caso viene a la memoria un artículo publicado hace unos meses por El Huffington Post, miles de veces circulado por las redes sociales, de uno de nuestros mejores científicos, el oceanógrafo Carlos Duarte, titulado “Ayer emigró mi hija”.
En él Duarte dice que acostumbrados a comulgar con ruedas de molino (el objeto de ese neolenguaje adormecedor en el que no existen las palabras privatización de la sanidad o subida de los impuestos), ya no nos da escalofríos saber que la cifra de desempleo entre nuestros jóvenes supera el 50%. El artículo es de octubre pasado; hoy, medio año después, ese porcentaje ha avanzado tres o cuatro puntos más.
Duarte hace una reflexión que desborda lo personal: como muchos jóvenes de su generación, su hija buscó un trabajo “a ser posible” en lo suyo, pero las condiciones siempre eran abusivas: salario de becario, 400 euros al mes, para una persona con una licenciatura, un máster, cuatro idiomas y con experiencia laboral en el extranjero. “Esos sueldos no le darían ni para comer, ni para alquilar una habitación en las ciudades donde ofertaban estos empleos”.
El exilio económico, la fuga de cerebros, la emigración no son fenómenos nuevos en este país, pero pensábamos que los habíamos dejado atrás con el cambio de siglo, en un país que aspiraba, todavía hace menos de un lustro, a formar parte del G-8, con los países más ricos del mundo. Dice nuestro científico: “Todo eso era una ilusión, un escenario de cartón piedra”. Y concluye Duarte con la pregunta que tanta gente se hace ahora en España: “¿Qué futuro espera a una sociedad en la que sus jóvenes tienen la opción de desaparecer o amoldarse a condiciones laborales las más de las veces abusivas y requiriendo del subsidio de sus padres?”.
Dado que nadie ha rectificado a la ministra en cuestión, se supone que el Gobierno en su conjunto asume sus palabras. Esto es un ejemplo de “movilidad exterior”, y como el Humpty Dumpty de Alicia ante el espejo, piensan que “cuando yo digo una palabra, la palabra significa exactamente lo que yo decidí que signifique (...). El asunto es saber quién manda. Eso es todo”.
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