domingo, 5 de mayo de 2013

Verdes y fósiles

Es hora de que los Grandes Verdes se vuelvan libres de fósiles
Naomi Klein *
Foto
Planta de Encana Oil & Gas en Colorado, Estados UnidosFoto Ap
El movimiento que demanda que las instituciones de interés público desinviertan en combustibles fósiles está en plena actividad. La última vez que las contaron había campañas activas de desinversión en 305 campus en más de 100 ciudades estadunidenses. La demanda también llegó a Canadá, Australia, Holanda y Gran Bretaña.
Y a pesar de que oficialmente se lanzó hace seis meses, el movimiento ya cuenta con algunas victorias: cuatro colegios estadunidenses anunciaron su intención de desinvertir lo que poseen en acciones y bonos en combustibles fósiles, y a finales de abril 10 ciudades estadunidenses hicieron promesas parecidas, incluyendo a San Francisco (Seattle se unió hace meses).
Aún hay muchos detalles que tienen que ser trabajados para afianzar estos compromisos, pero la velocidad con la cual esta idea se ha esparcido deja claro que había mucha demanda contenida. Cito la declaración de la misión del movimiento Libre de Fósiles: Si está mal arruinar el clima, entonces está mal lucrar con esos destrozos. Creemos que las instituciones religiosas y educativas, los gobiernos locales y estatales, y otras instituciones que sirven al interés público, deberían desinvertir de los combustibles fósiles. Estoy orgullosa de haber sido parte del grupo 350.org (http://350.org/) que trabajó con estudiantes y otros compañeros para desarrollar la campaña Libre de Fósiles. Pero ahora me doy cuenta de que falta una meta importante en la lista: las propias organizaciones defensoras del medio ambiente.
La omisión es comprensible. Los grupos verdes recaudan montones de dinero cada año, bajo el compromiso de que los fondos se destinarán a intentar prevenir un calentamiento global catastrófico. En cambio, las compañías de combustibles fósiles hacen todo lo posible para que sea inevitable la catástrofe. Uno pensaría que los grupos verdes querrían estar seguros de que el dinero que recaudan para salvar el planeta no es invertido en las compañías cuyo modelo de negocios requiere cocinar dicho planeta y que han saboteado todos los intentos por realizar una seria acción climática durante más de dos décadas.
Pero al menos en algunos casos esa es una suposición falsa. Quizá no debería ser una completa sorpresa, ya que algunas de las más poderosas y ricas organizaciones ambientalistas se han comportado durante mucho tiempo como si tuvieran intereses en la industria petrolera y del gas. Llevaron al movimiento climático a varios callejones sin salida: mercado del carbono, mecanismos de compensación de carbono, el gas natural como combustible que sirva de puente. Lo que todas estas políticas tenían en común es que creaban la ilusión de progreso mientras permitían que las compañías de combustibles fósiles siguieran minando, taladrando y fracking sin control. Siempre supimos que los grupos que más promovían estas soluciones falsas recibían donaciones de y formaban sociedades empresariales con los grandes emisores. Pero argumentaban que era un intento, un compromiso constructivo, por usar el poder del mercado para corregir las fallas del mercado.
Ahora resulta que algunos de estos grupos hacen más que sólo tomar dinero de los combustibles fósiles. Son, literalmente, dueños parciales de la industria que provoca la crisis que supuestamente intentan resolver. Y el dinero que los grupos verdes tienen es cosa seria. The Nature Conservancy, por ejemplo, tiene 1.4 mil millones de dólares en títulos que cotizan en la bolsa y presume que su cochinito contiene uno de los 100 mayores fondos de donaciones en el país. The Wildlife Conservation Society tiene un fondo por 377 millones de dólares, y el del World Wildlife Fund-US (WWF-US) vale 195 millones de dólares.
Permítanme dejar algo claro: muchos de los grupos verdes han logrado evitar este desastre. Greenpeace, 350.org, Friends of the Earth, Rainforest Action Network y muchas otras organizaciones más pequeñas, como Oil Change International y Climate Reality Project, no invierten en el mercado bursátil. Además, no reciben donaciones de empresas o imponen tantas restricciones que las industrias de la extracción fácilmente quedan fuera. Algunos de estos grupos tienen unas cuantas acciones en combustibles fósiles, pero sólo para poder causar problemas en las reuniones de los accionistas.
El National Resources Defense Council está a la mitad del camino. Tiene un fondo por 118 millones de dólares y, según su equipo de contabilidad, para inversiones directas sacamos a las industrias de la extracción, los combustibles fósiles y otras áreas del sector energético. Sin embargo, el NRDC continúa teniendo acciones en fondos de inversión que no revisan que no haya combustibles fósiles.
Los puristas dirán que ningún grupo verde está limpio, debido a que prácticamente todos aceptan dinero de fundaciones construidas sobre imperios de combustibles fósiles. Buen punto. Piensen en la mayor fundación de todas: la de Bill y Melinda Gates. En diciembre de 2012 tenía al menos 958.6 millones de dólares –casi mil millones de dólares– invertidos en sólo dos petroleras gigantes: ExxonMobil y BP. La hipocresía es impresionante: una importante prioridad de la Fundación Gates ha sido apoyar la investigación sobre la malaria, enfermedad íntimamente ligada al clima. Los mosquitos y los parásitos de la malaria pueden prosperar en un clima más cálido, y cada vez hay más. ¿Tiene sentido luchar contra la malaria mientras alimentas una de las razones por las cuales puede estarse propagando con mayor ferocidad en algunas zonas?
Por supuesto que no. Y tiene aún menos sentido recaudar dinero en nombre de la lucha contra el cambio climático sólo para luego invertirlo en, digamos, acciones de ExxonMobil. Sin embargo, eso es lo que parece que algunos grupos están haciendo.
Conservation International, tristemente célebre por sus sociedades con compañías petroleras y otros malos actores, tiene cerca de 22 millones de dólares invertidos en títulos que cotizan en la bolsa y, según un portavoz, no tenemos una política explícita que prohíba invertir en compañías energéticas. Lo mismo sucede con Ocean Conservancy, que tiene 14.4 millones de dólares invertidos en títulos que cotizan en la bolsa, incluyendo cientos de miles en holdings de energía, materiales y empresas de servicios públicos. Un portavoz confirmó por escrito que la organización no tiene una política de inversión que pase por un filtro ambiental o social.
Ninguna de las organizaciones quiso informar cuánto de lo que poseen está en compañías de combustibles fósiles. Tampoco quisieron dar a conocer una lista de sus inversiones. Pero según Dan Apfel, director ejecutivo de Responsible Endowments Coalition, a menos de que una institución diga a sus directores de inversión que no inviertan en combustibles fósiles, es casi seguro que tendrán algunas acciones, simplemente porque éstas representan cerca de 13 por ciento del mercado estadunidense, según un índice estándar. Todos los inversionistas invierten fundamentalmente en combustibles fósiles, afirma Apfel.
Otro grupo que parece estar lejos de desinvertir es el Wildlife Conservation Society. Su declaración financiera para el año fiscal 2012 describe una subcategoría de inversiones que incluye energía, minería, perforación petrolera y negocios agrícolas. ¿Cuánto del fondo por 377 millones de dólares del WCS está en las compañías energéticas y de perforación? No dio esa información, a pesar de que se le pidió en reiteradas ocasiones.
El WWF-US me dijo que no invierte directamente en corporaciones, pero se rehusó a responder preguntas acerca de si aplica filtros ambientales a sus cuantiosos fondos. El National Wildlife Federation Endowment antes aplicaba filtros ambientales a sus 25.7 millones de dólares invertidos en títulos que cotizan en la bolsa, pero ahora, según una vocera, le dice a sus directores de inversiones que busque las compañías mejores en su-clase que lleven a cabo prácticas ambientalistas, de conservación y sustentables. En otras palabras, no hay una política de desinversión de combustibles fósiles.
Mientras tanto, The Nature Conservancy –el más rico de todos los grupos verdes– tiene al menos 22.8 millones de dólares invertidos en el sector energético, según sus declaraciones financieras de 2012. Al igual que WCS, TNC también rehusó responder mis preguntas u ofrecer más detalles sobre lo que posee o sus políticas.
Será un poco sorprendente que TNC no invirtiera en combustibles fósiles, dados sus otros enredos en el sector. Un pequeño ejemplo: en 2010, The Washington Post reportó que TNC aceptó casi 10 millones de dólares en efectivo y en contribuciones de terrenos de BP y empresas afiliadas; tiene a BP, Chevron, ExxonMobil y Shell entre los miembros de su consejo de negocios.
El asunto sobre la desinversión toma por sorpresa a estos grupos, porque durante décadas pudieron hacer este tipo de negocios con empresas contaminantes sin bronca alguna. Pero ahora, al parecer, las personas se hartaron de que les digan que la mejor manera de luchar contra el cambio climático es cambiando sus focos y participando en el mercado de carbono, mientras nadie molesta a los grandes contaminantes. Y están ansiosos por llevar la batalla directamente contra la industria más responsable de la crisis climática.
No parece que sea demasiado pedir. Si la ciudad de Seattle desinvierte, ¿no lo debería de hacer también WWF? ¿Las organizaciones ambientales no deberían estar más preocupadas acerca de los riesgos humanos y ecológicos que plantean las compañías de combustibles fósiles en vez de por algún imaginario riesgo en su portafolio de inversiones? Lo cual lleva a otra pregunta: estos grupos, ¿para qué están acumulando tanto dinero en primer lugar? Si le creen a sus propios científicos, ésta es la década crucial para revertir la tendencia, en lo que respecta al clima. ¿Acaso TNC planea construir un arca de mil millones de dólares?
Algunos grupos, afortunadamente, están tomando el reto. Un pequeño pero creciente movimiento dentro del mundo de los fondos empuja a las grandes fundaciones liberales a que sus inversiones sean congruentes con sus misiones, lo cual implica no más combustibles fósiles. Es hora de que las fundaciones se responsabilicen de lo que son dueñas, dice Ellen Dorsey, directora ejecutiva de Wallace Global Fund. Según ella, su fundación, ahora está 99 por ciento libre de fósiles y habrá desinvertido por completo en 2014.
Pero convencer a las más grandes fundaciones de desinvertir es un proceso lento y los grupos verdes –que al menos en teoría rinden cuentas a sus integrantes– deberían ser los primeros. Algunos ya comenzaron. Sierra Club, por ejemplo, tiene ahora una clara política contra invertir en o tomar dinero de las empresas de combustibles fósiles (antes no, lo cual causó mucha controversia). Esta es una buena noticia para los 15 millones de dólares en inversión en títulos que cotizan en la bolsa, de Sierra Club. Sin embargo, su organización afiliada, la Fundación Sierra Club, tiene un portafolio mucho mayor –61.7 millones de dólares invertidos– y aún está en el proceso de redactar una política de desinversión completa, según el director ejecutivo de Sierra Club, Michael Brune.
Durante mucho tiempo, formar sociedades con contaminadores fue como los grupos verdes demostraban que la cosa iba en serio. Pero los jóvenes que demandan desinversión –así como los grupos de base que luchan contra los combustibles fósiles en el lugar donde se minan, taladran, sacan mediante fracturación hidráulica, queman, entuban o embarcan– tienen una diferente definición de lo serio. Para ellos, va en serio ganar. El mensaje para los Grandes Verdes está claro: corta tus vínculos con los fósiles o conviértete en uno de ellos.
Traducción: Tania Molina Ramírez
* Es autora de La doctrina del shock y No logo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario