José Antonio Pascual es vicedirector de la Real Academia Española. En su casa no tiene televisor. Considera que este aparato le distrae de su cometido, que normalmente es la lectura. Sus costumbres decimonónicas le inclinan a atender a la palabra hablada en persona. Quizá por este motivo pertenece a la pequeña franja de la población que en España ignora quién es exactamente Belén Esteban o qué cosas dice José Mourinho. "Lo vi un día", recuerda el profesor Pascual, como evocando una experiencia extraña ante un televisor ajeno, tal vez en un bar. "No escuché lo que decía, pero me llamó la atención esa mirada fija. Ahí había material para un análisis semiótico".
Cada rueda de prensa es una representación dramática. Su tono siempre es despreciativo. Gana 10 millones al año
La mirada es un signo. José Mourinho, el entrenador del Real Madrid, emplea la mirada para generar un clima de desafío. Una atmósfera inestable, un poco exótica, que es el preludio al despliegue teatral que convierte a este portugués de 48 años en una figura única en la historia del fútbol y del marketing.
Las conferencias de prensa son un formato barato de autopublicidad. Quien sabe emplear la retórica como un arma puede sacar buen provecho de estos espacios. Mourinho es un maestro en el tema. Como dicen en el Madrid: "¡Un talento de la comunicación!".
El rito, como observa el profesor Pascual, comienza por su mirada. Desde que se abre la puerta y aparece con la cabeza gacha, con aire melancólico, hasta que se sienta y dirige su mirada al infinito, insinuando en su expresión situaciones tormentosas, como en los cuadros románticos. Entonces lanza sus mensajes, y los salpica de formulismos proféticos y reiteraciones. "La tensión no es mi tensión. Cuando dices la verdad, la gente no lo entiende. ¡Cuando dices la verdad! Pero a mí no me preocupa".
Mourinho nunca se desprende de su Biblia. Es su fuente de inspiración. La necesita. Hace un mes y medio que en el Real Madrid ningún jugador ofrece conferencias de prensa. Esta tradición secular en la que los futbolistas se comunicaban con la afición fue interrumpida por Mourinho. "Yo soy el equipo", dijo, a modo de proclamación de un nuevo orden.
El equipo de fútbol, que antes se manifestaba con muchas voces, desde hace meses solo habla por boca de su entrenador, resuelto a ejercer un estricto control, y único intermediario entre la plantilla y el exterior. Mourinho cree que el fútbol se ha convertido en una industria demasiado importante como para dejarla en manos de los futbolistas. Controlar la comunicación es un paso decisivo. Las conferencias de prensa son su instrumento.
Se suele mostrar conturbado. Forzado: "Si fuese por mí, no hablaría nunca". Es parte de un ritual que repite antes y después de los partidos de su equipo. La puesta en escena es siempre la misma, y el guión, en líneas generales, se repite como la buena propaganda.
Gran parte de lo que dice está preparado de antemano, pero también hay espacio para la improvisación. La pérdida del control en el escenario, casi siempre violenta, está generalmente prevista y su efecto es causar un impacto.
"¡Tú ves muchos fantasmas! ¡Muchas películas de suspense!", les espeta a los periodistas. La apariencia de caos infunde el desconcierto en la audiencia, bombardeada con sentencias rotundas que intentan justificar el tono agresivo del discurso: "Yo soy honesto. No me gusta la hipocresía".
Mourinho ha repetido estas conferencias en 67 ocasiones desde que empezó la temporada. Suman casi 1.000 minutos. Más de 16 horas. Una representación dramática que es parte fundamental de su trabajo de entrenador. Para Mourinho, organizar al equipo en el campo no es la parte más importante de su labor. Hay precedentes, como el del italiano Fabio Capello o el del inglés Brian Clough. Pero el caso del entrenador del Madrid es el más extremo.
Nunca ha habido un técnico más consciente del poder de la palabra hablada para ejercer el liderazgo, la persuasión y la propaganda. Su audiencia es variada: los directivos, a quienes intimida; los jugadores, ante los que pretende ofrecer una imagen paternalista, y la hinchada. Mourinho es especialmente admirado por los jóvenes, fascinados ante la aparición de un hombre que se presenta a sí mismo como un rebelde, alguien que rompe con el sistema y se atreve a decir las cosas por su nombre, por políticamente costoso que le resulte.
Mourinho se ofrece a iluminar al pueblo frente a instituciones como el Comité de Disciplina Deportiva; dirigentes como su propio presidente, Florentino Pérez, u organismos como la UEFA: "Cuando escuchas una cosa que quieres escuchar, la gente lo coge como una verdad. Y una mentira repetida muchas veces se convierte en una verdad (...). ¡Yo soy honesto!".
Miguel Ángel Lotina, el entrenador del Deportivo, observa a su colega con la mirada resignada de la vieja escuela: "En la sociedad en la que vivimos, ser actor es fundamental. Vivimos en el mundo de la media verdad y la media mentira. Vale todo. Los valores eran mucho más claros hace 20 años. Ahora lees un periódico y sospechas. En el fútbol, dirigir a la opinión pública es bastante sencillo, y Mourinho para esto es el número uno.
Eso, y no la táctica, es lo que lo distingue como entrenador. Todo lo que dice lo dice por alguna razón. Dirige el pensamiento de mucha gente. Su audiencia es la masa. Los que antes se dejan influir. La que más ruido hace en los estadios. Porque el que sabe pensar y escuchar no pita, ni grita, ni saca los pañuelos".
La masa es la que más grita y la que más paga. Lo sabe Mourinho y lo saben los grandes talentos del marketing, como Damien Hirst, que sin saber dibujar ni pintar se convirtió en el artista mejor cotizado de la pasada década después de vender un tiburón blanco sumergido en formol por 12 millones de dólares. La obra, titulada La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien que vive, marcó una época. Hirst explica que su obra es atractiva porque, cuando la retórica es buena, no hay consumidor que se resista: "Creo que hay un puñado de gente con ojos y miles de millones de gente con oídos.
Algunas personas van, lo miran y dicen que les gusta y lo compran. Y luego está toda esa gente que escucha que lo han comprado, así que también lo compra".
José Mourinho tiene tantas dificultades como sus predecesores para darle al Real Madrid un funcionamiento colectivo. Como entrenador de fútbol no ha inventado un sistema nuevo, ni ha conseguido identificarse con un estilo, ni ha ganado más títulos que otros. Pero es el entrenador mejor pagado de la historia. Gana 10 millones de euros netos al año y la FIFA le ha galardonado como al mejor del mundo.
El portugués, que conoce su mercado, sabe como Hirst que no hay como una buena retórica para elevar su poder de influencia. Está tan convencido del valor económico de su palabra que de vez en cuando despacha a sus detractores con discuros sobre el precio de la publicidad. "Ya he hablado bastante de Manuel Preciado", dijo una vez, en referencia al entrenador del Sporting. "Le he hecho demasiada publicidad gratis".
En otra ocasión le dedicó un discurso análogo al director general del Catania, Pietro Lo Monaco, jugando con el doble sentido del vocablo monaco, monje en italiano. "¿Qué Mónaco? ¿De Tíbet? Yo conozco Mónaco de Tíbet, Mónaco de Baviera, Mónaco de Montecarlo, Gran Premio de Mónaco... Si algún Mónaco quiere ser conocido porque habla de mí, debería pagarme. Por ejemplo: Adidas me paga por hablar de ellos como sponsor. Si él quiere que yo hable de él, me debe pagar mucho".
El lingüista José Antonio Millán, como el profesor Ponce, nunca le prestó atención a Mourinho hasta esta semana. El jueves, tras estudiar sus conferencias, Millán ofreció un análisis específico: "Él habla bastante bien el español, como muchos portugueses. Pero a veces no se le entiende muy bien. Incurre en imprecisiones y ambigüedades que creo que él usa cuando quiere oscurecer el mensaje".
"Su tono general es despreciativo siempre", prosigue Millán. "En la locución es frío, con pocos tonos emocionales. Incluso cuando dice enunciados emocionales en su contenido no lo son en su forma. Usa elementos emocionales: 'Estoy triste, estoy triste', repite, cuando descubre que el Madrid no le dejará ser seleccionador de Portugal. Sin embargo, él nunca es emocional. Habla como un robot".
"Lo dice todo con soberbia. Casi siempre se sitúa por encima de todos, en una posición privilegiada, excepto cuando le interesa, que lo hace por debajo", apunta Millán. "Por ejemplo, cuando dice: 'No tengo nada que justificar'. Él no responde ante nadie. Es como el personaje de Winston Wolf en Pulp fiction: 'Yo solo arreglo problemas".
Millán destaca la manera sutil en que Mourinho lanza sus mensajes políticos: "Dice: 'Soy el entrenador del Madrid. Yo no puedo hablar con el presidente'. Ahí se pone por debajo. Hace una yuxtaposición y deja que la contradicción absorba la mente de quien lo oye. Repite mensajes por activa y por pasiva. Es machacón con variaciones".
A diferencia de Hirst, ese otro fenómeno contemporáneo de la retórica del marketing, el entrenador del Madrid se ríe de sí mismo con mucha dificultad. Lo dejó claro desde que se presentó en su primera conferencia oficial, imperturbable y monocorde como un autómata: "Yo soy José Mourinho. No puedo hacer promesas. Solo prometo que no cambio. Yo soy José Mourinho, uno que ha venido aquí con todas sus cualidades y todos sus defectos".
Contra todos
» Contra el Madrid. "No entiendo que en el Madrid no me dejen entrenar a Portugal cuando en Madrid no tengo casi nada que hacer. Pasaré nueve días de vacaciones mientras se juegan los partidos de las selecciones".
» Contra Preciado. "Si los equipos que juegan contra el Barça regalan los partidos poniendo al segundo equipo, necesitaremos muchos puntos para ganar la Liga".
» Contra Manzano. "¿Quién? ¿Quién es Gregorio Manzano? No le conozco".
» Contra Pedro León y la prensa. "En vez de preguntarme por el once titular, estáis aquí preguntándome por qué no he convocado a Pedro León y habláis de él como si fuera Zidane o Maradona. Dos días atrás jugaba en el Getafe".
» Contra Villa. "Se habla mucho de Benzema... hay otros equipos que tienen jugadores que han costado mucho dinero como Karim y no le hacen un gol a nadie".
» Contra Guardiola. "A lo mejor Guardiola no necesita hablar de Mourinho porque ya lo hacen sus jugadores a diario".
» Contra la UEFA. "La sanción que me han puesto para mí es una medalla. Es algo normal porque hay un reglamento para mí y uno para el resto".
» Victimismo. "Todo lo que hago es negativo. He ido a celebrar el gol en la zona técnica del Villarreal porque mi hijo tiene un abono ahí detrás".
» Contra sus obligaciones. "Salgo a la sala de prensa cuando quiero yo, no cuando queréis vosotros".
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