martes, 21 de mayo de 2013

Ministra sin par

Mucho más que la “ministra florero” de François Hollande

Fleur Pellerin se consolida como un pilar del Gobierno francés

Es responsable de la Economía Digital y las Pymes

Abandonada al nacer en las calles de Seúl, fue adoptada por una pareja francesa en un orfanato

Fleur Pellerin, ministra de Hollande. / AFP

“Salido/a de la diversidad”. Es uno de los eufemismos al uso en la jerga política de Francia. Su periodo de uso suele estar ligado a los cambios de Gobierno o cuando aparecen en escena políticos con rasgos, apellidos, clase social o sexo distintos de los mayoritarios en las clases dirigentes. La expresión podría ser aplicada a Fleur Pellerin, integrante del Gobierno de François Hollande, que fue abandonada en la calle, recién nacida, en las calles de Seúl y adoptada seis meses después por una pareja francesa en un orfanato. Los Pellerin decidieron obviar el nombre asignado en el hospicio —Kim Jong-suk— y llamarla Fleur (flor, en francés). El resto de su vida iba a estar ligado desde entonces a su país de adopción.
 Según declaró recientemente al diario The Sunday Times (en perfecto inglés), ella se considera “totalmente francesa” y atribuye su éxito a la educación recibida. Además de asistir a una prestigiosa escuela secundaria francoalemana, la ahora ministra pasó por la Escuela Nacional de la Administración, o ENA, que ha dado a Francia tres presidentes de la República y siete primeros ministros, y por el reputado Instituto de Estudios Políticos de París.
Pese a ser la ministra delegada —de menor rango que una ministra, equiparable a una secretaria de Estado—, de la Economía Digital y las Pymes, su perfil no pasa inadvertido en los medios. También ayuda el hecho de que su cartera dependa del ministro de Industria, Arnaud Montebourg, un actor clave en la ansiada “recuperación productiva” del país.
En ese cóctel de factores que han aumentado la curiosidad por Fleur Pellerin entran también su carisma y asertividad, sin despreciar su historia personal y, en menor medida, su físico, a pesar de la apreciable diversidad étnica del país vecino; una nación que tiene entre su Gobierno a una ministra portavoz de origen marroquí, a una titular de Justicia de la Guayana y un ministro del Interior catalán.
Su forma de vestir también ha sido objeto de comentario en los cenáculos políticos, como ella misma refiere. Un periodista de la emisora de radio Europe 1 llegó a preguntarla en una entrevista si no había sido nombrada por ser “una mujer bella salida de la diversidad”.
Pellerin, de 40 años, está casada con Laurent Olléon, que trabaja en el Consejo de Estado de Francia y presta asesoramiento jurídico al Gobierno.
Que Pellerin no está en el Gobierno galo por su supuesto exotismo o por su condición de mujer lo demuestra, además de su experiencia como magistrada del Tribunal de Cuentas o como auditora de la ONU en Irak, Nueva York y Ginebra, el hecho de que fue una de las personas en las que el presidente francés François Hollande confió para preparar su asalto al Elíseo durante la histórica campaña presidencial de 2012. En una disputada elección donde estaba en juego el retorno de la izquierda a la Jefatura del Estado desde 1995, el líder socialista le encargó la gestión del área de Sociedad y Economía Digital de la campaña y luego ratificó su confianza en ella al incluirla en su primer Gabinete.
Desde entonces, ha demostrado no ser una “ministra florero” —como la llamó un diputado conservador— a la hora de combatir “la nueva piratería fiscal” de las corporaciones, en particular de las multinacionales que hacen negocio en Internet. Su papel en la negativa del Gobierno a autorizar la compra de Dailymotion —el YouTube francés— por Yahoo! y en la negociación con Google, así como su empeño en impulsar la implantación del llamado gran ancho de banda en el acceso a Internet son algunas de las ocasiones en las que Fleur Pellerin ha demostrado que, además de un perfil inusual, tiene una voz propia y las ideas bastante claras.
Y el reto añadido de combatir los prejuicios de sus compatriotas.

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