lunes, 1 de abril de 2013

El rumor

Internet, la nueva era del rumor

Hans Joachim Neubauer aborda la problemática de la habladuría a lo largo de los siglos

El rumor, representado con muchos ojos ante ciudadanos escandalizados / Paul Weber Museum

La información es una pieza clave en la vida de cualquier persona, ya sea para saber qué horario debe cumplir, cómo desempeñar una función o qué puede ser peligroso y cómo evitarlo. Por eso, Hans-Joachim Neubauer (Neuss, Alemania, 1960) se interesó por la rumorología para escribir Fama: Una historia del rumor (Siruela). "Es un agente histórico del que nadie habla, al que no se reconoce, pero que tiene fuerza sociológica. Es interesante ver cómo distintas sociedades han tratado el rumor y cómo reconocen su poder y peligro al mismo tiempo", explica al teléfono desde Berlín entre el alemán y el inglés.
Poder. Secreto. Seductor. La habladuría, escurridiza e incontrolable, no solo sigue existiendo, cuenta el alemán, sino que recobra fuerza ante las nuevas tecnologías. El ser humano no es capaz de escapar de la tentación del poder que confieren la información y el rumor.
Lejos de la idea de que una sociedad desarrollada y civilizada está a salvo del rumor, Neubauer advierte de que la habladuría ha encontrado cobijo en las nuevas formas de comunicación. Estas herramientas contribuyen a su difusión, entendido como una voz "tan relevante como imposible de corroborar" que se propaga de forma autónoma y rápida. Para ello, Internet y las nuevas tecnologías fomentan dos aspectos vitales: llegar a un grupo numeroso de personas y que se apele a sentimientos fuertes como el miedo, el odio o la incertidumbre –algo de actualidad ante el escenario de crisis–. "Internet es muy rápido y cualquier desmentido llega siempre tarde. Estamos ante una nueva era del rumor".
Neubauer: "El rumor permite a cualquiera formar parte de una discusión moral sin ser la persona que opina"
Gracias a esta arma de doble filo, el rumor y la propaganda que, afirma Neubauer, nunca han estado interesados en la verdad, podrían afectar incluso a los medios de comunicación. "Es importante citar bien y nombrar las fuentes. Lo mejor contra el rumor es la palabra escrita. Está ahí al día siguiente y puedes compararla con la realidad", receta el también periodista y profesor universitario. Este peligro puede, asimismo, verse incrementado si la información se ve presionada además por la inmediatez y prisa, como explica el sociólogo francés Pierre Bourdieu en Sobre la televisión (Anagrama).

Algunos ejemplos

Neubauer proporciona numerosos casos a lo largo del libro. Uno de ellos se remonta al comienzo de la I Guera Mundial en verano de 1914 al sur de Inglaterra, cuando se difundió que tropas rusas se desplazaban por la zona. El rumor aseguraba haberlos visto en trenes, estaciones y hasta destrozar una máquina en Carlisle. Así, el escritor muestra como la habladuría no es más que un reflejo de los miedos e inquietudes de una sociedad con los que, a través de su “interpretación, pueden aportar coherencia a situaciones de gran inseguridad”.
Pero los rumores encierran también un lado positivo. En el campo de concentración de Sachsenshausen al norte de Berlín, el preso polaco Jakob Heym presumía de tener una radio por la que escuchó el avance de las tropas soviéticas que vaticinaban la liberación inminente. La supuesta noticia real se propagó por todo el campo convirtiendo a la habladuría no confirmada en motivo de esperanza.
Más recientemente muchos recordarán aún el famoso rumor que protagonizó el programa Sorpresa sorpresa de Antena 3, un espacio de entretenimiento basado en ayudar a ver sueños cumpldos como conocer a un músico. En aquella ocasión, la habladuría aseguraba que en el momento en el que la presentadora Isabel Gemio conectó en directo con la casa de una chica a la que iban a presentar al cantante, la joven apareció practicando sexo con su perro. Todo el mundo lo oyó pero nadie lo vio. Eso sí, el rumor corrió como la pólvora.
Por ello Neubauer incluye en su libro un apartado a las desconocidas clínicas del rumor (rumour clinics), que empezó el psicólogo estadounidense Gordon Allport (1897-1967) en 1942. A través de la recopilación de habladurías y su estudio, un grupo de intelectuales trató de controlar la propagación e impacto de los rumores. "Publicaban artículos en periódicos para deconstruirlos. Explicaban por qué tendían a creérselos, de dónde venían, por qué eran peligrosos, etcétera". Sin embargo, el peligro no es nuevo aunque sí comenzó a ser lo suficientemente importante como para que gobiernos e instituciones prestaran atención de forma especial. "Llegó hasta el ejército. Se pusieron películas a los soldados para concienciarlos. De aquella época recuerdo un cartel: Zip your lips and save a ship (Cierra la boca y salva un barco). Era genial, genial, sencillamente genial", se maravilla el alemán.
A lo largo de los siglos, pheme –la personificación del rumor en la mitología griega– o fama, ha sido representada de diferentes maneras: como una mujer con una o dos trompetas, un hombre armado –por Cesare Ripa– o, incluso, como un monstruo de muchas cabezas. En un texto de Shakespeare que recoge Neubauer, el rumor es definido como "una flauta donde soplan las sospechas, los recelos, las conjeturas, y tan sencilla y fácil de toca, que ese monstruo sin arte, de cabezas innúmeras, la multitud eternamente discordante y bullidora, puede hacerla resonar".
¿Y por qué tanto interés por el rumor y el cotilleo? "Es una cuestión de poder, permite a cualquiera formar parte de una discusión moral sin ser la persona que opina", ríe Neubauer. "La habladuría se centra en el secreto, en lo escondido, que suele ser algo negativo. Las personas ocultan su lado oscuro de otros (...) Contar algo te mete en el papel de alguien que sabe lo que hay detrás, has descubierto algo. A los rumores les gusta descubrir algo, es sexy y todos quieren tenerlo".
*Fama: Una historia del rumor, de Hans-Joachim Neubauer.

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