martes, 9 de abril de 2013

Qué crueldad !!

La derrota más cruel

El Borussia destruye (3-2) la gran obra del Málaga con dos goles en dos minutos del descuento ● Eliseu y Santana marcaron en fuera de juego el segundo tanto visitante y el tercero local, respectivamente ● El Madrid llega a semifinales tras caer 3-2 frente al Galatasary, al que Cristiano golpea dos veces para lograr su 20º tanto en los últimos 17 encuentros de 'Champions'


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Que el fútbol tiene mucho de surrealista lo pudo confirmar el Málaga en la noche más triste de su historia. Después de un partido glorioso en Dortmund, dominado de principio a fin, lo echó todo por la borda en el tiempo de descuento. Se aflojó, se relajó porque lo creía todo hecho y el Borussia, siempre ambicioso, con la energía que le contagia su indomable entrenador, remontó con dos tantos de esos de puro empuje, con los centrales en el área contraria para marcar como fuera. Primero Reus y después Santana, en posiciones dudosas de fuera de juego, apuntillaron a un Málaga preso de una pesadilla. Todo lo demás queda borrado por ese mal sueño. El orgullo de sus 2.000 aficionados, el esfuerzo inhumano de sus jugadores, la personalidad de su entrenador, Manuel Pellegrini, recién aterrizado en Alemania tras enterrar a su padre. Fue la derrota más cruel.

B. DORTMUND, 3 - MÁLAGA, 2

Borussia Dortmund: Weidenfeller; Piszczek, Subotic, Felipe Santana, Schmelzer; Bender (Schieber, m. 71), Gündogan (Hummels, m. 84); Blaszzykowski (Sahin, m. 71), Götze, Reus; y Lewandowski. No utilizados: Langerak, Leitner, Kehl, Grosskreutz.
Málaga: Caballero; Gámez, Demichelis, Sergio Sánchez, Antunes; Toulalan, Camacho; Joaquín (Portillo, m. 85), Isco, Duda (Eliseu, m. 73); y Baptista. No utilizados: Kameni, Lugano, Saviola, Piazón, Santa Cruz.
Goles: 0-1. M. 24. Joaquín. 1-1. M. 39. Lewandowski. 1-2. M. 81. Eliseu. 2-2. M. 92. Reus. 3-2. M. 94. Santana.
Árbitro: Craig Thompson. Amonestó a Bender, Schmelzer, Gámez, Toulalan.
75.829 espectadores en Iduna Park.
Al saltar los jugadores de Pellegrini al campo antes del encuentro, Gámez miró a la grada de sus seguidores y les lanzó un gesto lleno de rabia. Tantos años y tantas penurias después, allí estaban ellos, juntos, en el centro de Europa, sin dejarse intimidar por el poderoso ambiente del Westfalenstadion, al grito del “sí se puede, sí se puede”. Los 2.000 blanquiazules frente a los 75.000 germanos en una atmósfera siempre cordial y festiva. Al final del choque acabarían unos y otros entonando el “sí se puede”, en español.
El Dortmund no salió a arrollar, como acostumbra, disuadido por la táctica de la hormiga del Málaga, cuya intención inicial era aguantar los arranques de cada parte. Pellegrini dirigió el encuentro con su tranquilidad habitual. Lo que más pedía a sus jugadores era adelantar sus posiciones, pues le gusta defender atacando la pelota. Había prescindido del único delantero de la ida (Saviola) a fin de sorprender con un falso nueve (Baptista o Joaquín). En realidad era el territorio ideal para el gaditano, un maestro del engaño: la enseña por aquí y se va por allá. Como en el gol, cuando amagó disparar con la derecha, tumbó al defensa y tiró con la zurda raso y ajustado al palo de Weidenfeller. Gloria bendita para el Málaga, que estaba defendiendo con mucha personalidad, liderado por un Demichelis imperial, achicando espacios. El Westfalestadion quedó mudo. Salvo por los 2.000 malaguistas que cantaron el gol desde el corazón, agitando cientos de bufandas al cielo de Dortmund.
Entre los jóvenes jugadores de Klopp cundió cierto nerviosismo. No están acostumbrados a que un grupo de vejestorios, con una media de edad de 29 años, les lleve la contraria. Pero reaccionaron antes del descanso. El Borussia es intimidatorio por la banda derecha, allí donde se juntan los polacos Piszczek y Blaszczykowski: atacan con fiereza. Todavía más en caso de que el lateral izquierdo rival, Antunes, acabara de subir, fiel a la ambiciosa propuesta del técnico chileno. Aunque le costara el empate. El balón llegó a la corona del área y Reus, de espuela, dejó solo a Lewandowski ante la portería. El delantero polaco desplegó una parte de la enorme variedad de sus recursos y marcó tras regatear a Caballero.
Primero Reus y después Santana, en posiciones dudosas, apuntillaron al Málaga
Bramó el Westfalestadion al entrever el principio de una remontada fulgurante. El Málaga no se descompuso. La presencia de Duda desestabilizó a la medular alemana. Su oficio para asociarse y su espléndida zurda para el desplazamiento largo. En uno de ellos, justo antes del final del primer acto, Joaquín, completamente solo, cabeceó manso. Nunca fue su fuerte, la cabeza. Aunque rematara mucho mejor en la reanudación, fuerte y picado, tras una prolongación de Demichelis a una nueva falta de Duda. La respuesta de Weidenfeller, un portero excelente sin reconocimiento en la selección germana, fue una mano milagrosa, velocidad de reacción y reflejos. El altísimo central Felipe Santana, demasiado lento, naufragaba ante el escapismo de los atacantes andaluces. Bender, el mediocentro de contención, tampoco ayudaba. El Dortmund se marchó preocupado al descanso. No iba a golear, como creían sus aficionados.
Pelado al cero, al estilo Guardiola, Isco enseñó algunos de sus regates tras el descanso. El cuadro de Pellegrini siguió atacando con el mismo desparpajo, sembrando de incertidumbre la grada del Iduna Park, cada vez más pendiente de una genialidad de Lewandowski, excelente también en el pase en profundidad.
El partido ya era del Málaga. Así lo entendió Klopp, dando paso a Sahin y a Schieber. Necesitaban un cambio radical. Y el ex del Madrid le dio mucho más creatividad a su centro del campo. Mucho más temple. Y entonces llegó la hora de Caballero, desviando con los pies dos goles cantados. La heroicidad la completó Isco. Cuando peor estaba su equipo, el volante malagueño mostró su maravillosa técnica. Un catálogo de toques para quebrar a la zaga germana. Un pase interior a Baptista cuyo remate fue remachado por Eliseu, en posible fuera de juego. La hinchada del Málaga saboreaba la victoria histórica y la del Dortmund se estaba marchando cuando el destino tenía su enésima sorpresa guardada: los balones a la olla, los goles a trompicones, el éxtasis para el Dortmund y una decepción monumental para el Málaga.

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