martes, 1 de marzo de 2011

España: papá no corras mucho.

Cuando Franco ya no estaba para muchos trotes por culpa de la flebitis se le ocurrió bajar la velocidad de la circulación para ahorrar gasolina, que pese a la tradicional amistad hispano-árabe ya era un asunto muy crudo para la balanza de pagos.

Pero como entonces no había radares y la velocidad se calculaba a ojo benemérito, la medida nunca sirvió para nada, razón por la cual duró tantos años. Y si los conductores levantaron el pie del acelerador en alguna ocasión no fue por la ordenanza, sino por aquellos entrañables letreritos pegados en el salpicadero de los coches con la súplica «Papa, no corras», ilustrados con la foto carné de un niño que sonreía de modo angelical. A Rubalcaba aún no se le ha ocurrido reeditar lo de la fotito, pero sí la prohibición.

Quién iba a decir que, casi 40 años después, un Gobierno socialista copiaría aquella idea, tal vez porque tampoco anda bien del riego y necesita remedios provisionales que, como los alfereces franquistas, duren toda la vida. Tampoco esta vez servirá la medida para aliviar la factura petro-lera, aunque sí engordará la recaudación mediante el multazo y tente tieso.

A diferencia, sin embargo, del régimen franquista, que pretendía echarle el freno a una España deseosa de salir a escape, los gobernantes socialistas sólo anhelan nuestra felicidad, que erradiquemos los hábitos insalubres, montemos en bicicleta, comamos zanahorias y odiemos el automóvil como encarnación de todos los males del capitalismo.

Es por nuestro propio bien que los benefactores de la nación nos prohíben fumar, apretar el acelerador, engordar, beber y degenerar con cierta dignidad. Volvamos a la lentitud preindustrial, recogamos florecillas al pie del arcén y gocemos de la brisa sobre nuestros rostros.

Dicen que antes de tomar esta medida la ministra Salgado leyó «Elogio de la lentitud», uno de los libros más vendidos de la década, con casi 30 millones de ejemplares.

Fue escrito por un inglés al que le comían los remordimientos porque nunca tenía tiempo para contarle cuentos a su niño. Pues bien, a partir de ahora el Gobierno nos va a contar, mientras conducimos, la colección completa de Hans Christian Andersen en versión Bibiana Aído. Frente al wiki-wiki (rápido, rápido) del mundo online, donde la velocidad es progreso, aquí nos imponen el despacio, despacio del mundo agrario y kumbayá. Van como locos.

Por J.A. Gundín.

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