Los linajes patriarcales son los que han dominado la historia de los pueblos a lo largo de los siglos, pero eso no significa que no haya otras formas de linajes.
La gran discusión en Europa es por el uso del apellido materno, con la Ley bajo el brazo o no, se trata de romper un monopolio de poder masculino impuesto por varios siglos.
Como a muchas de sus amigas y familiares, a Maria Castro siempre le pareció injusto que los hijos tengan que llevar "porque sí" el apellido del padre. Mucho antes de quedarse embarazada ya lo había hablado con su pareja, Jordi López, a quien tampoco le parecía descabellado el planteamiento.
Unas horas antes del parto y ante la insistencia de su ginecóloga, la pareja decidió jugarse a la suerte de una moneda al aire el apellido. Ganó la madre. Biel Castro López acaba de cumplir cinco años.
En Europa
FRANCIA
Sólo se utiliza un apellido y desde el 2005 las parejas pueden elegir dar a sus hijos el apellido del padre, el de la madre o ambos, unidos en este caso por un doble guión. De todos modos, la mayoría de las mujeres francesas pierden su apellido en el momento de casarse. La ley les concede el "derecho" de adoptar el del marido y el DNI prevé una casilla para recordar el apellido de soltera. Forzosamente, los hijos heredan el del padre.
REINO UNIDO
Los progenitores tienen 42 días desde el nacimiento de un niño para registrar de común acuerdo el apellido del hijo. Sólo hay uno, no dos como en España, y suele ser el paterno, aunque se puede crear un compuesto con el del padre y la madre. Muchas mujeres optan al casarse por abandonar su apellido de soltera y tomar el del marido. Cuando los progenitores no están casados la ley prevé que el niño adopte el apellido de la madre, excepto si ambos deciden que sea el del padre.
BENELUX
Holanda modificó la ley hace unos años para poner el apellido del padre y el de la madre en pie de igualdad a la hora de elegir el que se dará a los hijos comunes. En caso de que la pareja no se ponga de acuerdo, llevarán el del progenitor. En Luxemburgo se dan más opciones: transmitir el apellido de la madre, el del padre o el de ambos. En Bélgica se transmite el apellido del padre.
ALEMANIA
En Alemania, país de un solo apellido como tantos otros, los cónyuges pueden adoptar indistintamente tanto el apellido del marido como el de la mujer. En los casos en los que cada miembro de la pareja decida conservar su respectivo apellido de soltero, deberán elegir uno de los dos para sus hijos.
RUSIA
Normalmente, la esposa toma el apellido del esposo en el momento de contraer matrimonio. Así, el apellido de los hijos suele ser el del padre. Sin embargo, la mujer puede decidir mantener su apellido de soltera. En ese caso y en el de padres no casados, son los progenitores quienes deciden qué apellido tomarán los recién nacidos. Si no hay acuerdo, serán los órganos tutelares del menor los que tomarán la decisión de qué apellido dar.
ITALIA
Como en España, la mujer no pierde el apellido al casarse, pero los hijos, al ser registrados después de nacer, reciben automáticamente el apellido del padre. Desde hace poco es posible –mediante un procedimiento administrativo– dar a los hijos el apellido de la madre o los apellidos de ambos progenitores, unidos por un guión. El proyecto español ha sido noticia en Italia.
En el 2005, esta pareja de Tarragona ya optó por anteponer el apellido materno anticipándose así a lo que prevé la ley de Registro Civil, en trámite parlamentario y que se prevé que entre en vigor dentro de dos años.
A Maria y a Jordi no les costó decidir el nombre de su bebé: Biel, por unanimidad. "Pero con el apellido fue otra cosa –recuerda Maria–. Jordi había dicho muchas veces que le parecía bien que Castro fuera el primero y ahora no podía imponer su López...". Y así estaban hasta unas horas antes de dar a luz. En la sala de dilatación del hospital, con Maria tumbada en una camilla, la ginecóloga insistió: "Nos dijo que tenía que reservar habitación y que quería saber qué apellido ponía primero...", apunta Maria, pediatra de profesión. "Y decidimos echarlo a la suerte ". La comadrona escribió los apellidos en dos papeles y la ginecóloga escogió uno. "Los tres querían que saliera el apellido de Jordi: "Pobre Jordi, cómo eres, qué te cuesta...", me decían", relata Maria. Ella ganó, y Jordi aceptó el resultado sin ningún problema.
"Nunca me han gustado las injusticias, y considero que esto lo es. Nosotras llevamos el embarazo y parimos. Tenemos algo que decir sobre el apellido, ¿no?". Maria está satisfecha y su empeño nada tiene que ver con la posibilidad de que se pierda su apellido porque tiene un hermano y varios sobrinos.
El caso de María José Bolart y Alejandro García es distinto. Seis años atrás, cuando la pareja tuvo su primer hijo, Andrés, tenían claro que el niño llevaría en primer lugar el apellido de la madre. Fue una decisión que pactaron sin discusión para garantizar la continuidad de los Bolart, pues María José tiene cuatro hermanas, y por una cuestión que podría considerarse estética. "Fue algo que teníamos los dos en la cabeza; además, García es un apellido mucho más común y Bolart tiene más personalidad", explica Alejandro, que tiene un hermano varón.
Esta pareja de Cambrils vivió con suma naturalidad la decisión de cambiar el orden de los apellidos, preestablecido tradicionalmente, sin plantearse siquiera qué fijaba la legislación. Cuando nació su segundo hijo, Matías, hace cuatro años, la pareja ya no tuvo opción de escoger. "En el Registro Civil nos explicaron que todos los hijos deben mantener el mismo orden de los apellidos", recuerdan.
El apellido Aymamí es todavía común en Vilaplana (Tarragona), pero hasta hace poco muchos creían que desaparecería en el pueblo. Varias familias comparten este linaje, pero en la última generación predominan las niñas. El futuro parecía escribirse con otros nombres, hasta que apareció Leo. En su orgulloso vientre, Noemí Aymamí lleva "el perpetuador" del linaje en Vilaplana. "No me costó convencer a mi pareja para que le pusiéramos primero mi apellido. Él tiene dos hermanos y ahí hay muchas más posibilidades de que su nombre perdure", añade la madre.
El caso de Daniel es de los "de rizar el rizo". El arquitecto y concejal de Izquierda Unida por Madrid explica que "nació" Daniel Álvarez Morcillo. Había acordado con su pareja que, en caso de tener hijos juntos, estos llevarían primero el apellido de la madre. Hace un año, cuando ella se quedó embarazada, fueron más allá y decidieron que el pequeño recibiera además los apellidos de la familia materna de cada uno de ellos. Pero ¿cómo hacerlo? En el Registro Civil les indicaron que sólo había una fórmula posible: ambos tenían que cambiar previamente el orden de sus respectivos apellidos. Y así lo hicieron, aunque el ahora Daniel Morcillo asegura que tuvo que "pelearse" con el funcionario de turno, "quien de malas maneras se quejó de que le estábamos complicando la vida". Aunque ellos habían rellenado un montón de papeles donde aparecía que el primer apellido correspondía al de la madre, el funcionario "hizo caso omiso y tecleó lo que quiso". "Quería hacer un homenaje a mi madre y por extensión a las madres, que siempre han estado relegadas", explica Daniel.
Esta ley, a juicio de los genealogistas, complica mucho las cosas. "Dentro de varias generaciones nadie sabrá cómo se llamaba su abuelo o su bisabuelo, e intentar establecer una genealogía familiar será un caos
De Fluvià considera que lo más grave es que se rompe con una tradición que en el caso de España, pero muy especialmente de Catalunya, y también de Portugal, arrancaba desde el siglo XIII y contaba una coherencia que permitía establecer con claridad los linajes familiares. En el caso de Portugal se da la circunstancia de que los hijos anteponen el apellido de la madre, pero luego el que transmiten a sus descendientes es el paterno. También recuerda que prácticamente en todos los países europeos sólo se pone un apellido, que es el del padre, "aunque hay libertad, como ya existe aquí, para cambiarlo".
En el siglo XIII se adoptó el actual modelo anteponiendo el apellido del padre.
El cambio de apellidos paternos por los maternos, tiene implicaciones en los esquemas de herencia de los patrimonios familiares. Además, del impacto concreto en los árboles genealógicos de cada linaje.
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